46| Verdades Fragmentadas

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46| VERDADES FRAGMENTADAS

Aubrey Henderson

—Veo que ya se entiende la razón por la que soy un hijo de puta contigo —afirma, con una sonrisa de lado. Sus hombros se alzan por la áspera risa que se escapa de sus labios, los mismos que dibujan una fina línea —. Pero no, yo no lo maté. Tú sabes qué lo hizo —dice convencido.

Él muestra una actitud fría, cruel y de estar todo el tiempo a la defensiva. Detrás del cristal he pasado a tomar el puesto de su hijo con el que intercambiaba palabras hirientes en la mayoría de sus discusiones.

Me duele que sea tan duro conmigo.

Si en algo tiene razón, no fue quién, sino qué: por supuesto, una pared.

Bajo la mirada y aprieto mis puños cerca a mis caderas. Yo voy a unir todas las piezas para descifrar la verdad de lo que pasó aquella noche. Me niego a aceptar su lamentable muerte y no recurrir a testigos.

—Te acabo de encerrar y devolver tus recuerdos porque ya puedes manejar y asimilar la situación. Lo único que me asegurabas de niña era que te volvieras loca. Yo te libero para que afrontes el trastorno de estrés postraumático que te quedará a partir de hoy, porque lo que te contaré, no es muy bonito que digamos —prosigue con calma.

—Adelante —le doy permiso para que siga hablando.

—Tres —pronuncia muy despacio para que piense en su significado. Niego y frunzo el ceño porque no sé si me está hablando de dinero, bienes o personas—. Tres fueron las personas que se escabullaron en la mansión esa noche para robar su caja fuerte, y para eso necesitaban un rehén... Tú bien sabes que no estaba en casa ese rehén que pudieran usar en contra de Rick para que les soltara la clave. —Hace una larga pausa.

—No estaba porque él me sacó de casa para ponerme a salvo —susurro. Las lágrimas cubren mi rostro, caen sin detenerse.

—Exacto, su pequeña no estaba. Y ante la resistencia de Rick para entregarles la clave, lo torturaron.

Quejidos brotan de mi garganta, primero bajos, luego altos. Aprieto mis labios mientras mis ojos se cierran y lloran. Mi padre murió igual de lamentable que un animal sin hogar: aplastado por una pared de concreto. No fue un hombre que hizo malas acciones para merecer algo así. Solo estuvo en el lugar incorrecto y con las personas equivocadas.

—Pudieron solo abrir la caja fuerte con tecnología —propongo con el corazón exprimiéndose en una coladera.

—Requiere tiempo y maquinaria hacerlo. Después de la alarma presionada en la mansión, la policía estaba de camino. Y ese tiempo debía ser recompensado con la tortura que es más rápida y eficaz.

—¿Qué fue lo que le hicieron? —pregunto con el corazón en un puño.

Los labios de Max se aprietan, no quiere decir nada más.

Ya me cansé que me oculten información. Doy una palmada en el cristal para incentivarlo.

Suspira y mira a otro lado, lejos de la jaula.

—Le sacaron los dientes frontales, recibió dos disparos en la pierna derecha y varios golpes graves por todo el cuerpo ocasionados por un bate de béisbol. —Su voz tiembla y cierra los ojos, sintiendo la pérdida—. También le arrancaron las uñas, de las manos y los pies —se detiene y mira el piso, levantando ambas cejas como si estuviera en estos momentos observando el cuerpo herido de mi padre.

Gritos estrangulados salen de mi garganta. Lloro como si estuviera en su funeral. Mis hombros suben y bajan por mis lamentos. En la fría y triste habitación resuenan mis sollozos que solo la pérdida deja. El dolor que solo una hija siente por su héroe, por la persona que jamás pensó que perdería, se instala permanentemente en mi corazón. Y que me lo arrebatarán así... Mi padre nunca fue alguien despreciable. No mereció acabar así.

Azul DestructivoOù les histoires vivent. Découvrez maintenant