7| Lo que me diste

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Me revuelvo incómoda mientras permanezco sentada al lado de Drake. La arena del mar se ha metido en mi ropa y empieza a molestarme cuando se mueve por todas partes de mi piel causándome picazón. Trato de ignorarla al colocarme el cinturón de seguridad y después acaricio las orejas húmedas de Lucas que se acomoda en mis piernas para hundir la cabeza entre las patas y dormir plácidamente.

Drake estira la mano para encender la calefacción y al hacerlo puedo ver su mano cubierta de cicatrices en forma de líneas delgadas por encima de sus nudillos rosados, se han vuelto de ese color de tanto cicatrizar. Lo miro con horror y me fijo en la otra que sostiene el volante, está igual de dañada.

—¿Te duele? —musito acercando mis dedos de forma inconsciente hacia su mano para acariciar su piel. Me atormenta ver aquello, él antes no las tenía así. Cada vez que tomaba mi mano, eran blancas, sin ninguna mancha o herida y mira lo que se ha hecho...

—Ya no, estoy acostumbrado a lastimarme —responde con simpleza y eso me lastima, ver la poca importancia que pone hacia sí mismo. Aparta su mano antes de que pueda tocarlo y me mira de reojo con incomodidad al percatarse que no quito mi atención de su rostro. Sus mechones húmedos cubren su frente y pequeñas gotas salen de ellos para dirigirse por el puente de su nariz hasta caer en sus largas piernas—. Todos alguna vez nos hacemos una cicatriz que nos recuerda algo doloroso; no es necesario que estén visibles, algunas están latentes en el alma —insinúan en voz baja para tranquilizarme, en lugar de ello, mi pulso se va acelerando—; unos se horrorizan cuando las ven y otros sienten orgullo de mostrarlas. —Sonríe de lado y me dedica una mirada llena de diversión mientras levanta una ceja—. Yo soy el segundo Henderson.

Sofoco un grito y llevo mis manos a mis sienes mientras intento procesar toda la información. ¿Él quiere decir que tiene más? ¿Cuántas? ¿Por qué? Con esta última pregunta, mi frente empieza a arder. Sin saber qué hacer con mis manos, abrazo a Lucas de la panza y llevo su cabeza a mi cuello para transmitirme un poco de consuelo.

—¿Qué más te has hecho? —pregunto con lágrimas sin salir que advierten dejarme sin voz.

Pequeños rayos débiles de luz acarician mi rostro a través de la ventanilla, el atardecer está a punto de perderse. Drake gira el volante en una curva que da inicio a la entrada de la montaña con dirección a la mansión y borra su sonrisa mientras piensa en una respuesta.

—Un tatuaje —responde mirando fijamente a la carretera en buen mantenimiento, libre de cualquier bache que la deforme.

Amplio los ojos y frunzo los labios con incomodidad. Muy en el fondo estoy decepcionada de saberlo. No veo la acción con buenos ojos ya que soy de las que prefieren un cuerpo libre de tinta, completamente limpio.

—Quise decir, ¿te refieres a un tatuaje? —reformula cuando no digo nada y posa sus ojos azules en los míos por segundos, entre fijar su atención en la carretera y mirarme. La ira de hace unos minutos es remplazada por la curiosidad de saber qué ha hecho con su vida estos últimos años.

—¿En dónde te lo hiciste? —pregunto con la esperanza de que me vuelva a responder. Hoy está bastante dispuesto a contestar cada una de mis inquietantes preguntas.

—Justo en el pecho. Me lo hice en contra de mis principios, me obligué a hacerlo. —Levanta la ceja tupida y sonríe con molestia como si sus propias palabras le hicieran pasar mal rato. Siento su enojo en el aire.

—Nadie se hace un tatuaje que no quiere, Drake —digo cortante. Es seguro que se está burlando de mí y eso empieza a fastidiarme. Bajo la ventanilla para ignorar esa sensación. El viento de la tarde ingresa y al hacerlo me arrepiento, hace mucho frío. Con disimulo la vuelvo a subir.

Azul DestructivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora