21| Te quise tanto idiota

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Dos años antes, consultorio clínico

Empujo la puerta con urgencia, necesito salir de este edificio. El viento me alborota el vestido azul que llevo y me obliga a retener la tela junto a mis piernas por unos minutos. Corro hacia las escaleras y al asomarme, él está ahí, esperándome contra el capó de su auto.

El tiempo se detiene al igual que una fotografía al ser capturada por el lente de una cámara. Se mueve a lentitud y mi corazón grita de emoción. Sonríe y su mirada dulce se intensifica.

Con pasos apresurados salto las gradas y caigo en sus brazos. De su garganta se escapa una risa, me alza de las axilas y gira sobre sus talones. Tenerlo a él hace que todos mis días sean perfectos, no sé cuánto durará, pero disfrutaré de su contacto el tiempo que me quede a su lado.

Da varias vueltas y me obligo a sostenerme de su cuello suave para no caerme. Huele a canela y galletas horneadas. Seguro ayudó a Liz en la cocina puesto que es muy servicial. Eso es lo que más me gusta de él.

—He venido por ti. —Pega mi cabeza a su cuello y se toma unos minutos para oler mi cabello, el mismo que me llega a la mitad de la espalda y que llevo suelto. Su pulso es acelerado, su pecho se vuelve rígido al acariciarme el mentón. Me aparta y besa mi mejilla con mucho cuidado. Sus labios permanecen allí por unos segundos, cierro los ojos y disfruto de la sensación.

—Hola —murmuro, le planto un beso lento en la frente, se me hace fácil ya que somos de la misma estatura. Sus ojos brillan como diamantes sometidos al sol.

Llevo mis manos a su cintura y arrimo mi mejilla a su hombro. Es paciente, no me presiona a responder lo que él ya sabe.

Max insistió que acudiera a la psicóloga que contrató porque estaba convencido que hablar sobre el pasado me ayudaría a sanar las heridas emocionales que en días me hacían llorar sin motivo alguno. Drake se opuso argumentando que con eso lograría rememorar el pasado y por ende el dolor. Él no quería verme llorar, pero esta mañana no he podido detenerme cada vez que Jess hacía preguntas sobre mis padres.

«¿Tu familia era unida? ¿Tu padre te decía que te amaba? ¿Cómo afrontaste su pérdida? ¿Tenían problemas en casa? ¿Qué pasó en esa noche? Trata de recordar, es importante para Max. ¿Tú lo viste morir?».

No recuerdo qué fue lo que pasó antes del accidente, solo la pérdida. Es como si alguien te tomara del cuello y empezara a apretarlo paulatinamente con sus preguntas tan directas. Jess parece entender mi sufrimiento, pero ella nunca ha pasado por algo como eso. No lo entiende, solo aparenta.

—Día duro, eh —dice en voz baja. Toma mi mentón con la mano izquierda y busca entre mis ojos. Sabe leerle como un libro, aunque todavía no comprendo cómo. Ese gesto siempre hace cada vez que vengo a este edificio naranja.

—Ella dice que los recuerdos del trauma están bloqueados en mi memoria. —No quiero que se preocupe y desperdicie una tarde entera pensando en ello—. También que soy afortunada, puedo seguir con mi vida normalmente.

Cuando el dolor es muy grande, tu mente esconde aquellos recuerdos para protegerte de alguna manera. Tengo miedo que estos me asalten durante la noche y me arrebaten el sueño. No obstante, tenerlo a él, me da más confianza de tener la fuerza de enfrentarlos.

—Es una buena noticia —me acaricia la espalda, parece aliviado—. Recuerda no dejaré que nada malo te pase. Lucharé contra eso hasta las últimas consecuencias —lo dice con seguridad y seriedad—. Quiero que me acompañes a un lugar y luego de eso, te preguntaré algo importante. —Toma mi mano y la acerca a su mejilla, en el proceso cierra los ojos—. Estoy decidiendo si decírtelo...

Azul DestructivoWhere stories live. Discover now