18| Sorpresa, sorpresa

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Llevo esperando más de quince minutos al señor atrasado Drake, a las afueras de un bar de mala muerte llamado Alfa. Esta tarde ha dejado una servilleta con esta dirección debajo de mi puerta asegurando de que si llegaba tarde, los kilómetros por recorrer se incrementarían. Y resulta que después de esas amenazas, todavía no se digna en llegar.

Las personas que frecuentan este lugar me infunden gran desconfianza, sus brazos están repletos de tinta negra tirando a verde, tienen sus cortes desaliñados y llevan sus barbas algo largas, la mayoría son señores de edad avanzada. Me miran, pero siguen su camino.

Me arrimo debajo del techo del lugar para evitar mojarme, la lluvia con los rayos de sol no es tan fuerte. Sobo mis brazos por el frío que me pone la piel de gallina.

Después de varios minutos de espera, Drake aparece con su auto a varios metros de mí y me indica con la mano que me acerque, podría venir más acá pero quiere que salga de mi escondite para que sienta la lluvia. No me molesta ya que él también la sentirá si decide hacer la carrera justo con este clima.

Doy pasos calmados, levanto el mentón y clavo mi vista al parabrisas.

La sensación de sentir la lluvia es refrescante, ha pasado tiempo desde la última vez. De niña me encantaba ir de charco en charco, pateándolos para mojar a Drake, el mismo que corría y luego se regresaba para hacerme lo mismo. Es increíble lo que vamos perdiendo cuando crecemos, lo que el resto piense nos limita, aunque no siempre es así.

Llego a la puerta, pero no se abre. Drake baja la ventanilla automática, sonríe y se agita el cabello. Paso de él ya que no está solo, seis personas le acompañan en la parte de atrás. Tres chicos están sentados en fila y en sus piernas van el mismo número de mujeres. Es chistoso ver sus caras de incomodidad, ¿cómo no los ha parado la policía si la cabina es para tres o cuatro a lo mucho?

—¿Ves ese poste? —Drake me pregunta. Señala uno que está a unos doscientos metros de distancia y entrecierra los ojos.

Le tiene sin cuidado ver como la lluvia va humedeciendo mi ropa, inclusive baja la vista para asegurarse que esté temblando.

—Tengo la vista perfecta —digo a la defensiva.

—Allí nos vemos. —Acelera.

¡El asiento del copiloto estaba vacío! Pateo un charco y el agua se mete a mi zapato. ¡Idiota! No tiene ni una pizca de caballerosidad, pensé que diría: «Vamos Aubrey, sube pronto. Te estás mojando».

Me apresuro en seguirle el ritmo, no camino, corro. A lo lejos detiene el auto, las puertas se abren y todos insultan al clima. Los chicos estiran las piernas y las chicas les propinan un beso en la mejilla, supongo que como agradecimiento por soportar su peso.

Drake es el último en salir, su cabello le cubre la frente. Lleva una camisa blanca que se le pega al cuerpo como molde, y con la lluvia se vuelve un tanto invisible, sus pectorales se clavan en ella. Analizo cuidadosamente su torso y no encuentro ninguna tinta que muestre indicios de tatuajes, parece que me dijo la verdad.

Me coloco en una línea de lodo que Drake ha trazado con un palo, me fijo en el resto, todos llevan calentadores. Intento evitar sus rostros y peinados, no quiero mezclarme con las amistades de él. No me presento, solo espero a que Drake explique las reglas. No es que sea asocial, pero esta gente grita por todos lados malas energías.

—Muy bien muchachos, hoy haremos un poco de ejercicio. —Drake se planta en el centro de la fila, al frente. Me mira de reojo y una sonrisa maliciosa se dibuja en sus labios—. Hashing para ser exactos.

Azul DestructivoWhere stories live. Discover now