37| Lo que fuimos [2/2]

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La competencia empieza en la última curva de la pista antes de la meta para que de esta manera todos los corredores tengan la misma distancia y oportunidad de ganar. Esta vez los metros por recorrer son de cien metros lisos. 

Los atletas se colocan en los puestos que sus entrenadores les indican, detrás de ellos hay unos conos amarillos en cuyo centro se muestran los números del uno al ocho. El de Drake es el cinco y el del odioso rubio el uno. Se colocan en posición: sus dedos pulgares forman una V con los demás. Sus pies se adaptan a los tacos, la pierna que va delante se estira fuertemente. 

«En sus marcas», anuncian por el micrófono. «Listos», los atletas cambian de postura, todos mantienen la cabeza baja: están en alerta. El público aguarda expectante hasta que el disparo suena. 

La multitud grita excitada, apoyan a sus favoritos levantando carteles y agitándolos.

Al principio todos conservan la misma fila, poco a poco van sobresaliendo algunos. Drake los adelanta, pero Jay no se queda atrás. Los dos van a la misma distancia. Drake mueve más rápido las piernas y sus brazos. cuatro segundos más tarde, él encabeza a los demás.

Cruzo los dedos y me levanto, Jay pelea por alcanzarlo, su rostro se deforma por el esfuerzo. Tres segundos y Drake cruza la meta, sigue corriendo para desacelerar hasta detenerse por completo.

Grito con todas mis fuerzas. Yo tuve fe en él, sabía que él ganaría. 

 Él viene corriendo hacia a mí,  y con un brazo me levanta y da una vuelta. El sudor que de su cuello se desprende se incrusta en mis manos.  

—Lo hemos logrado, preciosa —dice acariciando mi cabello castaño mientras sus ojos brillan de alegría.

Río y aprieto mi rostro a su cuello. 

  —Estoy orgullosa de ti —susurro en su oído. Por alguna extraña razón me imagino posando mis labios en los suyos, por primera vez. Nuestras miradas se conectan y las sonrisas empiezan a decaer hasta que nos miramos con algo más que pura inocencia.  

Se acerca lentamente. Drake lleva sus manos a mi mejilla y vuelve a estar más cerca. Sus pestañas son tan largas y se mueven con detenimiento como si meditara. Desciendo mi cabeza en dirección a sus labios hasta que estos se rozan con los suyos, pero antes que estos colisionen los gritos de felicitación, acercándose nos separan.  

Drake me planta en el suelo justo a tiempo ya que una oleada de gente nos abarrota. Unos chicos le agitan el cabello y palmean su hombro. Otros le entregan presentes. Sus fanáticas me miran con envidia a lo que yo les respondo encogiéndome de hombros.  

El cielo se va oscureciendo por la noche. 

Luego de la premiación, caminamos cogidos de la mano. Drake lleva en su cuello una medalla de oro más grande que su mano.

—¡Smirnov! —desafía el rubio Jay. Su voz ha sonado igual a la que Aquiles empleó para llamar a su enemigo Héctor antes de matarlo, es escalofriante. Sus ojos se posan en Drake, jurándole venganza. De su hombro se escurre sudor que se acumula en el pecho de su camiseta y su respiración ruidosa señala lo enfadado que está por haber perdido.

—Vamos —dice Drake en tensión. Ignora a Jay. Aprieta mi mano y camina más rápido, alejándome de ese individuo que luce desatado. Voy detrás de él casi trotando de lo fuerte que me jala con el objetivo de seguirlo hasta el auto, ubicado dos manzanas más adelante.

Azul DestructivoWhere stories live. Discover now