Cuarta Parte: EL SEÑOR DE LA LUZ - CAPÍTULO 136

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CAPÍTULO 136

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CAPÍTULO 136

—Randall— ordenó Lug desde el suelo—, cruza el campo, encuentra a Althem. Explícale que habrá una gran tormenta, dile que organice y evacúe a la multitud lo más lejos posible de la Cúpula.

—Enseguida— asintió Randall y echó a correr hacia lado norte del campo.

—Ayúdame— dijo Lug, extendiendo una mano hacia Nuada.

Nuada lo ayudó a ponerse de pie, y Dana se puso enseguida a su lado, abrazándolo por la cintura. Ana se puso del otro lado, sosteniéndolo de un brazo. Dana le lanzó una mirada de soslayo.

—Entonces— dijo Dana a Lug—, ¿no vas a presentarme a tu amiga?

Aun débil y con la cabeza dándole vueltas, Lug se permitió sonreír:

—No adivinarías quién es esta chica ni en un millón de años.

—¿Ah sí? ¿Quién es?

—Su nombre es Ana, ella es...

—¡La nieta de Zenir!— terminó Dana.

—¿Cómo sabías...?— preguntó Lug, sorprendido.

—Marta me habló de ella.

—¿Quién es Marta?— preguntó Lug.

—¿Marta está aquí?— preguntó Ana al mismo tiempo.

—Sí, Marta vino conmigo— dijo Dana, eligiendo contestar a Ana.

—Pero Marta nunca abandonaría su trabajo en el Templo... ¿qué fue lo que pasó?— preguntó Ana, alarmada.

—Guilder descubrió que habías huido con Lug y la torturó, pensando que ella sabía adónde habías ido.

—Oh, no— dijo Ana, angustiada—, pobre Marta, nunca quise meterla en problemas. ¿Cómo está ella?

—La lastimaron bastante, pero ahora ya está bien.

—¿Dijiste Guilder? ¿Qué hacía Guilder en Cryma?— preguntó Lug.

—¿Quién es Guilder?— preguntó Ana.

—Un asesino y un traidor— respondió Lug.

—Se hacía pasar por Supremo del Templo en Cryma— explicó Dana.

—¿El Supremo era Guilder?— dijo Lug sin poder creerlo.

Dana asintió.

—¿Pero qué hacía Guilder en Cryma y por qué estaba metido en la Nueva Religión?

—Es complicado— dijo Dana—, pero Guilder está trabajando con uno de los Antiguos para derrocar a Eltsen y destruir la Cúpula. Ese Antiguo es también el que está detrás de todo este asunto de la Nueva Religión.

—Math— gruñó Lug por lo bajo.

—Exacto— dijo Dana sin comprender muy bien cómo sabía Lug sobre Math—. Cuando fui a Cryma a buscarte, escuché una conversación muy perturbadora entre Math y Guilder. Así fue como supe que Marta estaba siendo torturada. La rescaté de la celda donde la tenían y la traje conmigo. Mi idea era encontrarte lo antes posible porque Math estaba tras de ti, necesitaba advertirte que no debías dejar que te toque bajo ninguna circunstancia. Math es un Fascinador, con un solo toque puede convencerte de cualquier cosa, así fue cómo manipuló a Eltsen, alejándolo de todos sus amigos y propiciando esta guerra.

—Me hubiera venido bien esa advertencia— murmuró Lug para sí.

—¿Qué quieres decir? ¿Math te encontró?— preguntó Dana, alarmada.

—No solo lo encontró— intervino Ana—, lo atravesó con su propia espada sin que Lug pudiera siquiera entender lo que estaba pasando.

Dana abrió los ojos, horrorizada.

—Si no fuera por Ana, estaría muerto— explicó Lug.

—Veo que han pasado muchas cosas desde que llegaste— dijo Dana.

—No tienes idea— le respondió Lug.

Mientras Lug, Ana y Dana charlaban, Althem y su ejército ordenaron diligentemente a la multitud y lograron abrir un buen espacio vacío entre la gente y la Cúpula en llamas. Nuada ordenó a su gente que se encargaran de trasladar a los heridos, trabajando junto con la gente de Verles.

—Será mejor que ustedes también busquen refugio— dijo Calpar—. La lluvia que necesito convocar será bastante intensa.

—No me perdería esto por nada del mundo— dijo Lug—. Me quedo aquí.

—Lug— dijo Dana—, no puedes siquiera mantenerte en pie, no voy a dejar que te expongas a una tormenta.

—Dana tiene razón— convino Ana.

—¿Qué es esto? ¿Un complot?— protestó Lug.

—Vamos— dijo Nuada—, podemos refugiarnos en las galerías externas del palacio de Eltsen. Podrás ver todo el espectáculo desde allí.

Lug aceptó a regañadientes, y los cuatro se retiraron, dejando a Calpar hacer su trabajo.

—Más vale que tengas razón, Lug— murmuró Calpar para sí—, o la mitad del Círculo perecerá aquí hoy.

Calpar cerró los ojos, concentrándose, buscando dentro de sí un poder largamente olvidado y enterrado en lo más profundo de su ser. Su habilidad estaba atrapada tras una barrera autoimpuesta. Había tardado años en lograr reprimir las fuerzas que pugnaban por salir de su pecho, de su mente, de su alma. Ahora debía romper esa barrera, liberar la furia, convocar a los elementos, y una vez convocados, controlarlos para que sirvieran su propósito, ajustándose solo a lo necesario, sin desbordarse, sin desatar una catástrofe fuera de control. Calpar inspiró profundamente y extendió las manos hacia el cielo, y el cielo, obediente, vino a su encuentro, acatando su voluntad.

—¡Marta!— exclamó Ana al verla tras una de las inmensas columnas de la galería.

Marta la abrazó con lágrimas de felicidad.

—Lo lamento tanto, Marta... yo no quería... nunca fue mi intención meterte en problemas— le dijo Ana, llorando.

—Oh, Ana, no importa. Todo lo que importa es que tú estás bien.

Dana y Lug observaron el encuentro, complacidos.

—Marta ha sido como una madre para Ana desde que Ema murió— le comentó Dana a Lug al oído.

—Me alegro de que Ana haya tenido a alguien, no es bueno estar solo en el mundo. No veo la hora de poder reunir a Ana con su verdadera familia— le respondió Lug—. Cuando todo esto termine, encontraré a Zenir donde quiera que esté, y lo reuniré con Ana y Akir.

—Tal vez eso pueda suceder antes de lo que crees— dijo Dana con una sonrisa.

—¿Tú sabes dónde está Zenir?

—Zenir está aquí— respondió Dana—. Los Tuatha de Danann erigieron una tienda al otro lado del palacio, donde Zenir está recibiendo a los heridos para atenderlos.

—¿En serio?

Dana asintió.

Su conversación se vio interrumpida por un trueno que sacudió la tierra. Lug se volvió hacia la Cúpula, y apoyado sobre una de las columnas, vio como el cielo se ennegrecía. En medio del campo de batalla, ahora casi vacío excepto por las armas descartadas, pedazos de escudos y cuerpos inertes, Calpar estaba parado sobre la roca desde donde Lug había hablado a la multitud, su atuendo negro flameando con el viento que obedecía su voluntad. Enormes nubarrones negros comenzaron a congregarse sobre su cabeza, y con un movimiento de sus brazos, Calpar los dirigió hacia la Cúpula en llamas. Moviendo sus manos con gestos que comandaban al cielo, Calpar reunió más y más nubes, para luego dar la orden final. La lluvia torrencial se desató en segundos. El viento dirigió el agua hacia las llamas, atacándolas hasta apagarlas por completo. Lug observó fascinado aquel despliegue de poder. Un solo hombre, empapado de pies a cabeza, parado sobre una roca, comandaba el viento y la lluvia que salvaría a cientos de miles de personas. El viento arrastraba los restos de la batalla, haciendo que los refugiados se taparan el rostro y se acurrucaran unos contra otros para protegerse. Solo el Caballero Negro, parado sobre la roca, hacía caso omiso de la tierra y la basura que volaba a su alrededor. El viento no se atrevía a atacar a su maestro.

LA PROFECÍA ROTA - Libro III de la SAGA DE LUGWhere stories live. Discover now