Segunda Parte: EL FUGITIVO - CAPÍTULO 44

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CAPÍTULO 44

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CAPÍTULO 44

—Ya ha comenzado— murmuró Neryok pensativo, mientras jugueteaba con el tenedor que estaba junto a su plato a medio comer. Morrigan dio un sorbo de vino, más para darse ánimos que para aplacar la sed. Él único que parecía no haber perdido el apetito era Calpar que masticaba un pedazo de pan mientras cortaba otro pedazo de pollo en su plato.

Calpar había estado explicándoles dos fenómenos separados: la Nueva Religión, con su insidiosa campaña de convertir a pueblos enteros, dominando sus mentes y sus recursos, y la inminente revolución en Faberland, orquestada por la mano oculta de Math, un Antiguo que habían creído muerto, pero que había sobrevivido mediante un astuto engaño y había preparado su venganza contra Eltsen, destruyendo su mente y su pueblo. Calpar había esperado incredulidad o protestas por parte de sus interlocutores durante su minucioso relato, pero todo lo que recibió por parte de Morrigan y Neryok fue un grave asentimiento de cabezas de vez en cuando, durante el desarrollo de su historia.

—Ahora bien— dijo Calpar, ignorando las cavilaciones de Neryok—, tenemos dos peligros diferentes que acechan al Círculo y los dos son muy graves. Mi idea es ir hacia el norte a buscar a Nuada en la península Everea, pero los Tuatha de Danann no son suficientes para enfrentar a estas dos amenazas, es por eso que necesito la ayuda de Kildare.

—No son dos amenazas, es solo una— aseguró Morrigan, y luego a Neryok: —El tabernero tenía razón.

—En todo— confirmó Neryok.

Calpar paseó la mirada azorada entre los dos kildarianos, se le cruzó por la cabeza que aquellos dos no habían entendido una sola palabra de lo que les había estado contando durante la última hora, o que tal vez sus mentes habían hecho conexiones con cosas que no tenían ningún sentido.

—¿Por qué dices que solo es una amenaza?

—La historia que nos cuentas no es nueva para nosotros— explicó Morrigan—. Ya la habíamos oído.

—Y con otros datos adicionales que tú pareces no conocer— agregó el rey.

—¿Qué datos adicionales? ¿Quién les dio esa información?— preguntó Calpar, intrigado.

—Un tabernero que actualmente vive en la parte oeste de la ciudad— respondió Morrigan.

—¿Un tabernero?— repitió Calpar.

—Su nombre es Frido.

—¡¿Frido?!— exclamó Calpar— ¿Frido de Polaros?

—El mismo— confirmaron a coro el rey y el general.

—¿Qué hace Frido aquí?

—Escapó de Polaros, perseguido por los sacerdotes de la Nueva Religión y vino a pedir asilo aquí— explicó Morrigan.

—Pero Kildare no da refugio a desconocidos y menos si son fugitivos— objetó Calpar.

—El señor Frido fue muy insistente. Dijo que tenía información muy valiosa y que por eso era el hombre más buscado en todo el Círculo. Dijo que si no le dábamos asilo, los sacerdotes lo cazarían y lo matarían.

—Frido tiene cierta tendencia a exagerar las cosas— comentó Calpar.

—Esta vez no estaba exagerando— respondió Morrigan—. Le propusimos darle asilo si nos decía lo que sabía, y si considerábamos que su información era en verdad valiosa. Frido aceptó el trato y nos contó todo lo que sabía sobre la Nueva Religión. Resultó ser que lo que sabía bien valía su cabeza a manos de esos sacerdotes que lo perseguían.

Calpar se puso de pie de repente.

—Debo ver a Frido de inmediato— pidió con urgencia.

Neryok asintió.

—Enviaré a un mensajero para que lo acompañe hasta donde vive— ofreció Morrigan.

—Gracias.

Cuando el mensajero le indicó a Calpar que la modesta casita de piedra y techo de madera frente a ellos, perdida entre un laberinto de callejuelas interminables, era la morada de Frido, Calpar lo despidió dándole las gracias y golpeó la puerta. No alcanzó a golpear por segunda vez, cuando la puerta se abrió de pronto, mostrando a un sonriente Frido.

—Te estaba esperando— le dijo Frido—. Sabía que Neryok te enviaría conmigo.

Calpar se lo quedó mirando, pasmado, como si Frido fuera alguna especie de profeta.

—¿Cómo sabías...?

—Pasa, pasa— lo invitó Frido, palmeándole el hombro—. El té está casi listo.

Calpar se quedó allí parado en el umbral, un tanto desconcertado, al ver que el Frido, que hacía diez años solo le había dedicado miradas suspicaces y gruñidos desconformes en su primer encuentro en la taberna de Polaros mientras esperaba encontrarse con Dana y Lug, se comportaba ahora como si fuesen viejos amigos que no se habían visto por mucho tiempo.

—Vamos— lo animó Frido con un gesto de su mano.

Calpar finalmente traspasó el umbral, y Frido cerró la puerta de la pequeña casita. El tabernero se apresuró a descorrer una silla junto a la mesa de madera que parecía funcionar como escritorio y mesa para comer, y lo invitó a sentarse. Calpar se sentó despacio, observando el desparramo infernal de papeles en la mesa. Frido corrió un poco sus papeles para hacer lugar a dos tazas y un plato con galletas. 

—¿Cómo sabías que estaba aquí?— retomó Calpar la pregunta que había intentado hacer en la puerta, mientras Frido servía un humeante té de hierbas

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—¿Cómo sabías que estaba aquí?— retomó Calpar la pregunta que había intentado hacer en la puerta, mientras Frido servía un humeante té de hierbas.

—Kildare es una ciudad fascinante— respondió Frido, entusiasmado como si estuviera poniéndose al día con un primo lejano—, mucho más interesante que Polaros. La gente es curiosa y está aburrida de vivir dentro de las murallas, así que mi llegada ha sido un gran revuelo. Todos quieren saber quién es el misterioso extraño fugitivo que Neryok acogió en contra de las costumbres kildarianas. Yo aprovecho la curiosidad, especialmente la curiosidad de algunas damas a las que les encanta chismorrear. A cambio de algunos detalles de mi interesante vida, les pido que me cuenten noticias sobre Kildare, que me mantengan al tanto de todo. Podría decirse que tengo una especie de red de información que se extiende por toda la ciudad. Nada pasa en Kildare sin que yo me entere. Me enteré de tu llegada aun antes que pisaras el palacio, y naturalmente, asumí que tarde o temprano Neryok te enviaría conmigo. En realidad he estado esperando que alguno de ustedes apareciera, la información que tengo les resultará más útil a ustedes que a Neryok.

—¡Frido!— alzó las manos Calpar, tratando de parar tanta verborragia—. Dime lo que sabes, el tiempo apremia.

—¡Y vaya si apremia!— concedió Frido.    

LA PROFECÍA ROTA - Libro III de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora