Tercera Parte: EL SUJETADOR DE DEMONIOS - CAPÍTULO 113

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CAPÍTULO 113

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CAPÍTULO 113

—Verles, gracias por venir— dijo Lug desde la cama.

—¿Todo está bien?— preguntó Verles, preocupado.

—Bien. Siéntate, tenemos que hablar— le dijo Lug. Verles se sentó junto a la cama. Ana estaba parada junto a la puerta y no daba señales de querer retirarse y dejarlos solos. Lug no hizo ningún comentario sobre su presencia, y ella aprovechó para quedarse en silencio junto a la puerta, agradecida de no ser excluida de los asuntos de Lug.

—Verles, la gente que se perdió en los barcos desaparecidos... Tengo razones para creer que no están muertos.

—¿Qué dices?

—Creo que están en Tír Na N Og.

—Ninguno de los de mi gente son tan locos como para...

—No dije que estuvieran allí voluntariamente— lo cortó Lug con una mano en alto—. Wonur dijo que había estado preparando un comité de bienvenida para mí, usando pescadores de Hariak en Tír Na N Og.

—¿Usando? ¿Qué significa exactamente eso? ¿Preparó a mi gente para atacarte? Mi gente nunca te atacaría...

—Lo sé, por eso temo que les haya hecho cosas terribles para obligarlos a obedecerle.

—¿Qué cosas?

—No lo sé exactamente.

—Debemos ir a rescatarlos— dijo Verles, poniéndose de pie.

—Necesitaremos la ayuda de Aros.

—¿Para qué? Wonur está vencido, prisionero, ¿qué peligro puede haber?

—Verles, no sé con qué vamos a encontrarnos allá, no sé siquiera si será posible rescatar a tu gente porque no sé lo que Wonur les hizo. Debemos estar preparados.

—¿Debemos? ¿Irías con nosotros?

—Por supuesto.

—Si tú estás con nosotros, no necesitaremos a Aros.

—Necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir. El ejército de Althem ya está aquí, debemos aprovecharlo.

—Althem no querrá ayudarnos— negó Verles con la cabeza.

—Lo hará si yo se lo pido— aseguró Lug.

—De acuerdo— suspiró Verles, poco convencido.

—¿Dónde está mi ropa?— preguntó Lug a Ana, intentando levantarse otra vez.

—La están lavando— le respondió ella—, y ya le dije que no va a levantarse de esa cama, por lo menos hasta mañana.

—Lo lamento, Ana, pero es urgente que Verles y yo hablemos con Althem y Diame.

—No necesita levantarse de la cama para hablar, yo iré a decirles que vengan de inmediato— dijo ella sin darle opción, y salió de la habitación.

Verles se quedó mirando sorprendido la puerta por donde Ana había salido.

—¿Quién es esa muchacha?— preguntó Verles—. Parece tener la autoridad para dar órdenes a Althem, y también a ti. Yo mismo me he visto obedeciéndola y ni siquiera sé quién es.

—Ella es Lady Ana, la Valiente— explicó Lug—. Hiciste bien en hacerle caso, de lo contrario, te hubieras metido en muchos problemas, créeme.

—¿Pero quién es?

—Su linaje no es importante, ella en sí misma tiene una fortaleza, una valentía y una nobleza que no he visto en ninguna reina, lo que la hace más que una reina.

—Eso lo noté, ¿pero te da órdenes incluso a ti?

—Ana se ganó ese derecho. Yo no estaría vivo si no fuera por ella.

—Pero, ¿quién es ella exactamente? ¿De dónde vino?

—Ana es nieta de Zenir— explicó Lug.

—¿Zenir? ¿Zenir tiene hijos?

—Una hija, la madre de Ana.

—Apuesto a que debe ser una mujer extraordinaria.

—Debió serlo, murió hace cinco años. Ana tuvo una vida difícil después de su muerte.

La puerta de la habitación se abrió, y entraron Althem y Diame, seguidos por Randall, Colib y Ana. Verles respiró hondo, buscando las palabras adecuadas para pedir ayuda al arrogante Althem, pero cuando abrió la boca, Althem le ganó de mano:

—Ana dice que tu gente está atrapada en Tír Na N Og, que necesitas ayuda para rescatarlos. Mi madre y yo ponemos el ejército de Aros a tu disposición. Solo dinos qué necesitas.

Verles se quedó con la boca abierta, sin saber qué decir, paseando su mirada entre Althem y Ana. Se preguntó si aquella muchacha era la responsable de haber cambiado tan radicalmente la actitud de Althem. Si era así, Lug tenía razón: Ana era más poderosa que una reina.

—Me siento honrado ante tal ofrecimiento— tartamudeó Verles al fin.

—El honor es nuestro— respondió Diame con una inclinación de cabeza.

—Yo iré con ustedes— anunció Lug desde la cama.

—¿Está seguro?— lo interrogó la reina—. No está del todo bien todavía.

—Lo estaré mañana, solo necesito dormir un poco— dijo Lug.

—Entonces será mejor que tú y Verles vayan a hacer los arreglos, y dejemos que Lug duerma para reponerse— le dijo la reina a Althem.

Althem asintió, y todos se retiraron de la habitación.

—Que duerma bien— le dijo Ana, guiñándole un ojo antes de salir de la habitación en último lugar.

—Buen trabajo, Ana— la felicitó Lug, devolviéndole el guiño.

Ana cerró la puerta tras de sí con una amplia sonrisa. 

LA PROFECÍA ROTA - Libro III de la SAGA DE LUGOnde histórias criam vida. Descubra agora