Segunda Parte: EL FUGITIVO - CAPÍTULO 41

204 35 0
                                    

CAPÍTULO  41

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

CAPÍTULO 41

—¿Usted conoció a Ema?

La pregunta de Marta la volvió a la realidad.

—No. Conozco a su padre, el abuelo de Ana.

—No sabía que Ana tuviera un abuelo.

—Y su abuelo tampoco sabe de la existencia de Ana.

—Ema siempre mantuvo en secreto su pasado. Vivía siempre con miedo, como huyendo de algo.

—Estaba huyendo de su esposo— explicó Dana—. La estaba buscando para matarla.

—Creo que Ana piensa que fue él el que puso las flores en la tumba.

—No, ése fue su abuelo. El esposo de Ema está muerto.

—Entonces, Ana está a salvo.

—De su padre sí, pero no de los sacerdotes de la Nueva Religión. Si la encuentran, la van a despellejar viva. Piensa Marta, ¿dónde pudo haber ido? ¿Cuáles eran sus lugares favoritos? ¿Qué sueños tenía? ¿Alguna vez habló de conocer algún lugar en especial?

Marta negó con la cabeza.

—Ana no tenía sueños, los sacerdotes se los destruyeron. Yo trataba siempre de animarla, de hacerle ver que su vida no era tan mala. Trabajar en el Templo no es tan terrible, es un trabajo como cualquier otro.

Marta se quedó pensativa por un momento, luego levantó la vista hacia Dana:

—Nunca más podré volver a mi trabajo, ¿no es así?— murmuró angustiada—. Nunca más podré volver a Cryma.

Dana le apoyó una mano en el hombro para confortarla.

—Lo lamento— le dijo.

—Lo he perdido todo— se lamentó Marta—. Toda mi vida está en Cryma, no tengo adónde ir. ¿Qué voy a hacer ahora?— lloró Marta.

Dana la abrazó para consolarla.

—Todo esto por tratar de ayudar a Ana...

—Hiciste lo correcto Marta.

—Pero lo perdí todo, todo por lo que trabajé tanto... y Ana ni siquiera me consideraba su amiga...

—¿Por qué piensas eso?

—Ni siquiera me dijo que iba a huir.

—Tal vez no quiso involucrarte para que los sacerdotes no te hicieran responsable a ti de su huida— comentó Dana.

Marta negó con la cabeza.

—No, Ana no me lo dijo porque sabía que yo lo revelaría a los sacerdotes, sabía que me quebraría y la delataría. Hizo bien en no confiar en mí, no soy más que una cobarde, no merecía su amistad.

—No digas eso, Marta. Estoy segura de que Ana solo quería protegerte, mantenerte a salvo para que pudieras llevar la vida que querías llevar, trabajando en el Templo.

—¿En verdad lo crees así?

—Sí.

Marta miró el fuego ondulante por un momento, considerando si era posible que Dana tuviera razón.

—¿Qué me va a pasar ahora? ¿Qué voy a hacer? No tengo a dónde ir— lloriqueó Marta.

Dana suspiró. Su objetivo era encontrar a Lug lo antes posible y protegerlo de los sacerdotes. Arrastrar a Marta con ella solo la retrasaría irremediablemente. Cada hora que perdía, era una hora más que Lug se alejaba de ella y se acercaba al peligro. Tenía que encontrarlo rápido, advertirle que los sacerdotes y uno de los Antiguos andaban tras de él, protegerlo a como diera lugar. Aun así, no tenía corazón para abandonar a Marta a su suerte. La cocinera no sobreviviría sola en el bosque y no podía volver a Cryma.

—Marta— la llamó suavemente, pasando un brazo por sus hombros mientras ella sollozaba quedamente—, no puedo quedarme aquí contigo y no puedes volver a Cryma. Yo debo encontrar a Lug y a Ana para ayudarlos, para protegerlos, pero no puedo dejarte aquí. Lo único que puedo ofrecerte es que vengas conmigo.

—¿A dónde iríamos? Yo no tengo idea de a dónde puede haber ido Ana...

—No sé por dónde comenzar todavía, pero algo se me ocurrirá. Dormiremos esta noche aquí y mañana partiremos. ¿Me acompañarás?

Marta asintió, suspirando.

—Muy bien— asintió Dana, pasando sus dedos por las mejillas de Marta para secar sus lágrimas—. Si encontramos a Lug, estoy segura de que hará algo con respecto a esos sacerdotes en Cryma, y tal vez puedas volver y vivir de nuevo allí sin temor.

—¿Crees de verdad que ese hombre que dice ser Lug puede hacer algo contra los sacerdotes?

—Si alguien puede, es él, no tengo dudas.

—¿Cómo?

—Él es Lug, él encontrará la forma.

—¿Por qué sigues diciendo eso?

—¿Qué cosa?

—Que él es Lug. Eso no es posible.

—Hasta hace un par de días, yo también creía que era imposible que estuviera vivo, pero es verdad.

—Pero entonces no tiene sentido. Si él es el verdadero Lug, ¿por qué los sacerdotes lo ejecutaron?

—La Nueva Religión pretende honrar la memoria de Lug, pero es una religión falsa, es solo una fachada para dominar a la gente, para obligarlos a hacer lo que ellos quieren.

—¿Pero qué es lo que ellos quieren?

—No lo sé bien, pero no es nada bueno. La persona que está detrás de todo esto no es buena. No sé bien cuál es el plan, qué es lo que pretende, pero creo que es algo nefasto. Por eso debo encontrar a Lug, advertirle y ayudarlo.

—Iré contigo— decidió Marta.

—Buena decisión— concedió Dana—. Ahora comamos algo, y luego debemos descansar para partir mañana.

Marta y Dana compartieron la cena. La cocinera estaba hambrienta, no la habían alimentado durante su cautiverio, y devoró todo lo que Dana le sirvió. Dana estaba complacida de que la mujer tuviera buen apetito, eso significaba que estaba mejor de ánimo y que recobraría sus fuerzas más rápido para iniciar el viaje al día siguiente.

Si fuera por Dana, habría partido aquella misma noche para no perder más tiempo, pero además de no poder arrastrar a la herida Marta por el bosque de noche, estaba la cuestión de que no tenía idea de dónde empezar a buscar a Lug.

Después de arropar a Marta y comprobar que dormía, Dana apoyó la espalda contra una raíz de un enorme árbol que se había ganado entre dos enormes grietas de la paredes y observó el cielo estrellado por entre la estructura derruida del techo de la cúpula. Sacó el trozo de venda que había puesto debajo de su corsé, lo besó tiernamente y lo apoyó en su mejilla. Era reconfortante tener algo de él.

—¿Dónde estás Lug?— le preguntó a las estrellas.

De pronto, se dio cuenta. No necesitaba preguntarle a las estrellas, necesitaba preguntarle a él. El contacto que había intentado antes no había sido posible porque Lug estaba en una celda hecha con madera de balmoral que bloqueaba la señal, pero ahora que estaba libre en alguna parte del Círculo, seguramente podría recibir su mensaje si ella abría un canal hacia él. Era tan simple. ¿Cómo no lo había pensado antes?

Con el corazón aliviado y feliz, guardó la venda de nuevo bajo su vestido y se acomodó, sentada en el suelo, los ojos cerrados, la mente concentrada.    

LA PROFECÍA ROTA - Libro III de la SAGA DE LUGWhere stories live. Discover now