Tercera Parte: EL SUJETADOR DE DEMONIOS - CAPÍTULO 114

182 27 2
                                    

CAPÍTULO 114

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

CAPÍTULO 114

Verles observó la línea costera de la isla con el catalejo por enésima vez en diez minutos.

—No me gusta esta maldita isla— murmuró por lo bajo.

Lug lo miró, comprensivo, desde la baranda de la proa.

—Tampoco a mí— respondió.

—¿Tienes alguna idea de con qué vamos a encontrarnos?

Lug sacudió la cabeza.

—Debiste preguntarle más, forzarlo a responder— gruñó Verles.

—Créeme que lo intenté— se excusó Lug—, pero no fue fácil interrogarlo mientras trataba de mantenerme con vida, y no estaba en buena posición para exigir respuestas o siquiera negociarlas.

—Lo siento, lo siento, no me hagas caso. Sé que hiciste más de lo que cualquiera en todo el Círculo hubiera podido siquiera atreverse a imaginar posible. Solo estoy un poco nervioso con la proximidad de esta isla maldita, con la idea de que mi gente esté...— Verles no se atrevió a terminar la frase.

Lug solo suspiró con la mirada clavada en la costa que apenas se vislumbraba lejana en el horizonte.

—Será mejor que vaya a dar las órdenes para la separación— anunció Verles, pasando el catalejo a Lug.

Lug asintió con la cabeza.

Verles había logrado reunir en tiempo récord una flota de unos veinte barcos. La idea era separar fuerzas y llegar a la isla desde dos puntos diferentes. Diez de los barcos seguirían con rumbo norte, rodeando la isla por el este para desembarcar al otro lado de Ciudad Perfecta. A bordo de esos barcos iban Althem, Diame y su gente. Verles y los demás desembarcarían en el lado sur. De este lado, estarían más expuestos, pero también atraerían la atención de cualquier potencial enemigo, distrayéndolo de la retaguardia. Si Althem actuaba rápido, Lug confiaba en poder distraerlos lo suficiente para darle tiempo a iniciar el ataque sorpresa desde el otro lado. Cabía también la posibilidad de que no tuvieran que pelear, de que solo tuvieran que entrar a la ciudad, rescatar a los pescadores y volver a casa, pero ni Lug ni Verles eran tan ingenuos ni optimistas como para confiarse en esa posibilidad.

Después de unos intrincados movimientos de banderas formando mensajes entre los barcos, Lug pudo ver cómo la mitad de la flota comenzaba lentamente a dividirse.

—¿Alguna novedad?

Lug se dio vuelta al escuchar la voz de Ana.

—Ya estamos cerca. Verles calcula unas pocas horas más— respondió Lug—. La flota ha comenzado a dividirse.

Ana asintió, todavía soñolienta. Se la veía mejor. Sus mejillas tenían más color y la brisa marina parecía sentarle bien. Lug había intentado disuadirla de acompañarlo, pero ella enseguida había dejado muy en claro que Lug no iría a ningún lado sin ella, no otra vez. Colib también había decidido acompañarlo, y Randall había pedido como favor especial, no ir en los barcos de la gente de Aros para poder estar con ella y protegerla. Althem no había objetado.

—Ya sé que todos le deben haber preguntado esto un millón de veces pero, ¿tiene alguna idea de lo que Wonur pudo haber hecho con los pescadores?— preguntó Ana suavemente.

Lug negó con la cabeza.

—Por lo que vi de Wonur, se manejaba con tortura física, mental y emocional. No quiero ni pensar lo que les puede haber hecho...

Al ver la mirada sombría de Lug, Ana no insistió. Ella sabía que Lug no había visto las torturas infligidas por Wonur, sino que las había sufrido en carne propia. Ella podía ver claramente que aunque Lug hubiera vencido finalmente a Wonur, las marcas de lo que había pasado en la desaparecida isla estaban impresas profundamente en su alma y lo agobiaban visiblemente.

—No se preocupe— le dijo Ana, apoyando una mano cariñosa en su hombro—. Usted tiene fama de lograr lo imposible, estoy segura de que podrá salvar a esta gente.

Lug no contestó. Después de un largo silencio, finalmente dijo:

—¿Y cómo estás tú? Te ves mejor.

—Me siento mejor— respondió Ana, accediendo al cambio de tema.

—Nunca me contaste cómo lograste volver a la conciencia.

—Y usted nunca me contó lo que pasó mientras estuve inconsciente— le retrucó ella—. Estamos a mano.

Lug apretó los labios y desvió su mirada hacia el mar sin responder.

—Lo siento— murmuró Ana, mordiéndose el labio inferior—. Debo aprender a controlarme, a dejarlo en paz.

—Si me dejaras en paz, no serías Ana, la Valiente— sonrió Lug, pero su sonrisa se apagó de inmediato—. Todavía no estoy listo para hablar...

—Mientras estuve inconsciente, estuve en un lugar oscuro— comenzó ella su relato. Había decidido ceder y contarle todo sin exigir nada a cambio.

—Debe haber sido aterrador— comentó Lug.

—Me sentía perdida. No había lugar a dónde ir, y la oscuridad absoluta me envolvía casi de forma sofocante. Me esforzaba por tratar de ver, por tratar de comprender a dónde estaba, pero estaba atrapada en la nada, sin salida. Solo había una cosa que me mantenía cuerda, que me mantenía de alguna forma en contacto con la realidad: una voz. Todo el tiempo escuchaba una voz lejana que me estimulaba a seguir luchando, que me daba esperanza. Una voz que me decía todo el tiempo que yo podía lograrlo por mí misma, que podía escapar de aquel lugar. Intentaba e intentaba, pero era imposible. Sin embargo la voz no se cansaba de alentarme, así que seguí luchando hasta que en algún momento vi una luz. Era una luz muy tenue, pero me aferré a ella, me lancé hacia ella con desesperación, con todas mis fuerzas. Sentí que comenzaba a moverme, sentí que poco a poco recuperaba los sentidos. Descubrí que mis ojos, que creía abiertos no lo estaban, sentí el peso de los párpados, vi claridad a través de ellos. Con gran esfuerzo, concentré toda mi energía en abrirlos. Cuando por fin pude abrirlos, lo primero que vi fue a Randall inclinado sobre mí con una sonrisa. Más tarde supe que la voz que había escuchado era la de él. Él me dio la fuerza para pelear.

—Randall te ama de verdad— comentó Lug.

Ella asintió.

—Igualmente, sé que habría estado atrapada allí para siempre si usted no hubiera vencido a Wonur y cortado su influencia. Les debo la vida a los dos.

Lug la abrazó y le besó la frente.

—Ya era hora de que te devolviera el favor— le murmuró al oído.

—Lamento haber sido tan estúpida como para intentar sanar a la reina. Solo quería ayudar, pero lo arruiné todo, lo expuse a usted a tener que enfrentar a Wonur... Espero que algún día pueda perdonarme... yo...

Lug le apoyó dos dedos en los labios para callarla.

—Mi querida Ana, yo estaba marcado por el destino desde mi nacimiento para este encuentro con Wonur. Tú no podías hacer nada para propiciarlo o evitarlo.

—Pero...— intentó ella con lágrimas en los ojos.

—Solo estoy feliz de que te hayas recuperado— dijo, abrazándola de nuevo.    

LA PROFECÍA ROTA - Libro III de la SAGA DE LUGWhere stories live. Discover now