Tercera Parte: EL SUJETADOR DE DEMONIOS - CAPÍTULO 124

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CAPÍTULO 124

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CAPÍTULO 124

—Quiero mostrarte algo— dijo Cormac, extendiendo su mano. Lug suspiró y la tomó reticente.

El cielo se oscureció de pronto, y la playa desapareció ante sus ojos. Se sintió levemente mareado ante el cambio repentino, pero Cormac lo notó y le apretó más fuerte la mano, sosteniéndolo.

—Cierra los ojos— le recordó Cormac.

Lug asintió con la cabeza y cerró los ojos. De inmediato, la imagen se hizo más clara y definida, aunque aun no estaba seguro de qué era exactamente lo que estaba viendo. El paisaje parecía teñido de rojo y negro, y había un humo espeso y tóxico que lo cubría todo. Lug se concentró mejor, y la imagen pareció acercarse, permitiéndole ver más detalles entre el humo. Vio árboles ardiendo, y detrás de los árboles, vio enormes llamaradas de fuego que surgían de una estructura. Había gente corriendo y gritando, abriéndose paso entre una miríada de fragmentos de metal retorcido, sofocados por el humo. Más a lo lejos, Lug vio a una muchedumbre negra que hormigueaba en la planicie, acercándose cada vez más a la zona del desastre. ¿Qué lugar era aquél? ¿Y por qué ardía así? Lug volvió a concentrarse en la estructura de la que salían llamaradas tan altas que parecían tener más de cien metros. Y de pronto reconoció el lugar, reconoció la estructura esferoidal.

 Y de pronto reconoció el lugar, reconoció la estructura esferoidal

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—¡Faberland!— gritó, soltando la mano de Cormac de repente. Y desenvainando su espada, comenzó una loca carrera para alcanzar la zona del infierno. Se detuvo desconcertado a los veinte metros. Todo lo que tenía ante sí era la pacífica playa con las tranquilas olas lamiendo la inmutable arena.

—¿Qué...?— logró articular antes de darse cuenta de que la visión que había experimentado solo había sido una proyección de Cormac.

Lug volvió a envainar la espada y se volvió hacia Cormac.

—Faberland está en llamas— le anunció a Cormac como si éste no lo supiera.

—Lo sé.

Lug extendió su mano hacia Cormac otra vez:

—Muéstrame a Eltsen, déjame ver si está bien— lo urgió.

—Lo siento, Lug, ya no poseo mi habilidad de visión remota, no desde que Wonur fue devuelto a su prisión.

LA PROFECÍA ROTA - Libro III de la SAGA DE LUGWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu