Capítulo XX

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- Es imbécil.- confirma mi mejor amigo a través de la otra línea telefónica, mientras retiro las lágrimas que bailan por mis mejillas con la manga de la sudadera.

- Quiero volver ya a Madrid y sólo llevo una semana aquí.- confieso.

De pronto la puerta se abre, con fuerza.
Su cara está totalmente enfocada por la impotencia y la rabia.

- Pues vete, vete y déjame otra vez solo dos meses, vete sin darme una explicación, vete con él, vete sin escucharme, vete, pero esta vez no pretendas que vaya detrás de tí, vete, que no sería la primera vez que lo haces.- exclama.

Sus palabras se caracterizan por la impotencia, lo que me deja paralizada, no es propio de él.

- Explícate, adelante, te doy vía libre, rómpeme el corazón, confiésame si eres capaz que el motivo por el que la prefieres no es más que atracción sexual.- rebato en un grito ahogado.
- ¿Tan poco confías en mí? Es increíble que no cedas ni un poco.
- ¿Qué no cedo? Adelante, explica.
- ¿Tan difícil es comprender que ella forma parte de mi pasado, pasado en el que mi madre estaba presente? Verla me recordó a mi madre.

Trago saliva, mis celos lo han jodido todo, han sido superiores a cualquier pensamiento con uso de razón.
Abrazo a Marco, que, por primera vez, se muestra impasible, no me devuelve el abrazo.

- Marco yo...
- No hace falta que digas nada.

(...)

Hace dos días y aún no ha habido más contacto que el visual.
Igor me está ayudando mucho a recuperar al verdadero Marco, jamás me he sentido tan mal, os lo puedo asegurar y siento que le debo algo.

- Bonita, hay correo para tí.- exclama el padre desde el otro lado de la casa.
- ¿Para mí?- pregunto extrañada.

El señor Asensio asiente y yo me dirijo al salón, suponiendo que el paquete recibido es lo que previamente he encargado para Marco.

Dejo el paquete sobre la mesa, con la intención puesta en que cuando el moreno se despierte, lo abra y encuentre el paquete junto a mi dulce forma de disculparme.
Sí, le he hecho sus galletas favoritas, las que según Igor, solía comer recién horneadas después de cada partido cuando era niño.
No quiero estar junto a él cuando descubra la sorpresa, pues me obligará a devolverla porque "es totalmente innecesario".
Decido pasear por los alrededores, confiando en el espíritu madrugador de Marco, para volver poco después a la casa.
Mi primer contacto con el hogar son unos ojos profundos y furiosos, cuyo motivo aún desconozco.

- ¿Qué pasa?- inquiero preocupada.
- ¿Que qué pasa? No sé, deberías preguntarle a tu amiguito que te manda paquetitos con florecitas y notitas mientras está aquí el imbécil de tu novio pasándolo mal por tí.- exclama alterado.
- ¿Por mí?
- Sí, creí que estabas enfadada, que Marina te había dicho cualquier cosa y por eso no me hablabas, creí que lo había hecho todo mal otra vez, creí que te perdía.
- No me vas a perder.- susurro con voz temblorosa.
- Creí tantas cosas que no quise creer la verdad.

No termino de entender el significado a esa frase, pero sí, duele.
Se va y no sé cuál de los dos es el primero en estallar en lágrimas.
Lo conozco, conozco la parte sensible de Marco.

Abro el paquete y entre flores encuentro una carta, cuyo autor desconozco, pues no consta firma.

Cada palabra del relato me hace recordar a Marco, pues habla de amor.
Aunque la curiosidad es inmensa, la carta me inspira a escribir a Marco, con toda la verdad, porque es lo que él se merece, toda la verdad.
Tomo un bolígrafo y un folio.

Give me one reason || Marco Asensio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora