Capítulo 55

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—¿No puedes dormir?

—¿Te desperté? Lo siento —musito.

Eric pasa un brazo sobre mi cintura, su respiración provoca cosquillas en mi cuello.

—¿Sucede algo?

—Sucede que mañana moriré en el escenario... —Cierro los ojos, avergonzada—. Disculpa, no debí decir eso...

—No pasa nada —bosteza—. ¿Puedo hacer algo para hacerte sentir mejor?

—Estaré bien.

El misterioso sonido de las olas se mezcla con la luz de la luna que traspasa las cortinas de la habitación, es un momento perfecto.

Eric enreda sus dedos en mi cabello, imparte un suave masaje que baja despacio por mi columna hasta la cintura.

—Así tampoco puedo dormir, Eric...

Un gemido, que no pertenece a ninguno de nosotros, se cuela hasta la habitación.

—¡Tú puedes, Bere! —grita Eric propinando un golpe en la cabecera de la cama.

Creo que ella responde con un insulto, pero como vuelve a gemir a media palabra puedo equivocarme.

—Pobres de Nico y Billy... —opino con una sonrisa—. Al menos que les guste ver.

El reloj sobre la mesa muestra que son las cinco de la mañana. No he logrado dormir más de diez minutos seguidos.

—Eric...

—¿Sí? —pregunta, somnoliento.

—¿Por qué la música?

—¿Por qué la música qué?

—¿Por qué elegiste la música?

Él tira de mi hombro hasta dejarme mirando hacia el techo, la sábana es lo único que cubre mi desnudez. Se recarga en un brazo, posee esa tierna expresión adormecida como si no se decidiera a permanecer despierto.

—Me hace sentir vivo.

—¿Cómo descubriste que eras bueno?

Pasa una mano por su cabello revuelto, no sé si alguna vez ha lucido más atractivo que ahora. No lo creo, este es el Eric que sólo yo conozco, el que se ha ganado poco a poco mi corazón.

—Era muy inquieto —murmura con una tenue sonrisa—. Me inscribieron en decenas de actividades porque hartaba a las niñeras. La clase de batería era a la única que lograba mantenerme concentrado.

—¿Es tu primer instrumento?

—Sí... Me sentía... —duda un momento y desvía su mirada— como si no perteneciera a ningún sitio, sólo con la música ese sentimiento desaparece.

—¿Desaparece? ¿Todavía te sientes así?

Él se deja caer sobre su espalda.

—A veces.

Me recargo sobre el codo y con una tímida caricia lo invito a mirarme.

—¿Por qué?

El ambiente es frágil, temo que se romperá en mil pedazos. Eric parece acorralado, como si preguntara por temas sobre los que preferiría no hablar.

—Desde pequeño... —empieza en un tono muy bajo— me he sentido perdido. Cuando la música es parte de mí todo eso desaparece, es como si por fin me encontrara.

—Eso es muy bello.

—Es tonto.

—No —Acaricio sus labios—. No lo es.

—Y contigo... —calla un momento en el que recorre mi rostro con la mirada como si intentara memorizarlo— encontré mi hogar.

¿Cómo siempre conoce las palabras que necesito?

Nuestro abrazo carece de deseo, sino una complicidad absoluta que me oprime el corazón con el calor que produce.

Quiero preguntarle tantas cosas sobre su familia, si los extraña...

—Aura —musita—. Si nos separamos...

—¿Por qué dices eso?

—Escúchame... Si nos separamos necesito que no dejes de hablarme —Me aparto sin comprender—. Necesito saber que estás bien, aunque no sea conmigo.

—Eric...

—No soy pesimista —sonríe—, pero es algo que tenía que decirte.

—¿Y si te lastimo?

—Es decir... ¿Y si regresas con Dimas, se casan y tienen diez hijos de ojos azules? ¿Y se convierten de nuevo en esa pareja que parece salida de una comedia romántica? ¿A eso te refieres?

—No precisamente...

—No importa —Sus brazos me rodean con fuerza—. Recordaré cada segundo contigo toda mi vida. Verte feliz es...

—Ay, ya para —El nudo en la garganta aparece de forma abrupta—. Siempre dices eso sobre mi felicidad y...

—Tu felicidad es la mía —continúa—. ¿No lo ves?

—Pero yo quiero que tú seas feliz...

—Eso es muy sencillo...

—¿Sí?

—Sí, sólo tienes que estar conmigo.

Mi boca busca esa pequeña parte en su cuello donde el más mínimo contacto lo hace estremecer. Deslizo la lengua sobre su piel antes de dejarle un beso.

—Ámame —susurro en su oído—. Es lo que me dijiste en el mensaje.

El mismo mensaje donde me enviara un video de Dimas.

—Sí...

—Ámame, Eric...

Me cubre con su cuerpo. La media sonrisa que me enamorara, sin saberlo, desde que la vi se dibuja en sus labios. Definitivamente es un momento perfecto, con la brisa fresca colándose por la ventana, las cortinas agitándose, el sonido de las olas y el aroma inconfundible de su piel.

Mi celular recibe un mensaje, sin mirarlo sé que es un anónimo. Sonrío satisfecha entre los brazos de Eric. Estoy en el sitio más seguro del mundo, el único donde quiero estar, donde sólo yo puedo estar.

II. La Melodía de Aura 2 - ObsidianaWhere stories live. Discover now