Capítulo 37

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—¡Amo esta canción!

El cielo era negro con un reguero de estrellas desdibujadas entre las nubes, intentaban cubrir la luna llena sin conseguirlo.

—¡Vamos, Aura! ¡Ven, ven! ¡Dimas no puede ser tan celoso!

La música vibraba dentro de mi pecho. Las pequeñas olas del mar se resbalaban arriba de mis pies. Escuchaba los gritos, la euforia, palabras sin sentido explotando a mis espaldas.

—¿Qué, So?

Su cabello se agitaba con violencia sobre su rostro. Era una imagen irreal con la tela del bikini rosa pastel sobre la piel blanca.

—Ve si quieres.

Dimas estaba a mi lado, sostenía una botella de cerveza. Su cabello era corto, con los rizos enredados por el viento y los ojos inyectados de un intenso brillo.

—¿Ves? —So enredó su mano en la mía—. Acompáñame ¡No quiero bailar sola!

—¿Y el chico francés?

—No lo sé —chilla—. ¡No importa, vamos!

—¿Vienes? —le pregunté a mi novio, me contestó con un beso.

Caminé sobre la arena con Sofía de mi mano. Ella había comenzado a bailar desde antes de llegar a donde estaban cientos de persona. Frente a nosotros se levantaba un psicodélico escenario lleno de luces que se movían al ritmo de la música.

Estaba un poco mareada, no lo suficiente para tropezar, pero sí para encontrar aceptable todas las cosas que sucedían a mi alrededor. Me parecían normales las sombras difuminadas al borde de mi visión y las manos que se movían sobre mi cuerpo sin saber de quiénes eran. Sólo levantaba los brazos y dejaba que la música dentro mi pecho guiara mis movimientos.

No tenía mucho que el amigo francés de Sofía nos ofreciera unas pastillas coloridas, sus efectos estaban en el punto más alto dentro de nuestros organismos. El corazón bombeaba acelerado, lo sentía derretirse en mi torrente sanguíneo. El calor que se propagaba bajo mi piel era demasiado intenso para controlarlo, me dejaba la boca seca. Un hormigueo se propagaba en mi nuca cada vez que miraba hacia el cielo, como si tiraran de mi cabeza.

Esa canción, la canción, se me metía por los ojos y los oídos, estaba en cada centímetro de mí. Sofía me abrazó, la quise, la amé en ese momento. Éramos una entre risas y palabras sin sentido de cosas que ya no importaban. Todos reíamos, eran risas y gritos desenfrenados. Luces de colores desdibujándose por todos lados.

Gritos, música, luces, hormigueo y el boom boom de mi corazón en los oídos.

De pronto, ya no estaba Sofía, sino Dimas. Sus ojos me parecieron más azules que nunca, me pregunté si al tocarlos el color se me quedaría sobre la piel. Quise restregar mis manos en sus ojos, no lo hice porque no soportaría despertar en las mañanas sin encontrar ese tono a mi lado. Su piel estaba caliente como la mía, sus manos me recorrían ansiosas. Saboreé sus labios hasta que no podía respirar. Era excitante ahogarse entre sus brazos.

II. La Melodía de Aura 2 - ObsidianaKde žijí příběhy. Začni objevovat