Capítulo 26

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—Necesito un minuto...

Escapo, no hay nada más que hacer después de decir algo así. Evado el contacto de Eric con la brusquedad necesaria para provocarle un sobresalto a Sofía. Sólo quiero estar un rato a solas o terminaré como un mapache con el maquillaje corrido por las lágrimas.

Conozco esta hacienda, pero no lo recordaba. Aquí recibió un reconocimiento mi madre por parte del gobierno del estado y sé que en la parte trasera hay una enorme piscina. Las luces bajo el agua están encendidas, así como las que están en las columnas que la bordean, es un escenario cargado de fantasía. No hay nadie aquí, creo que pocos saben que existe.

Camino por el borde con las manos en la cintura y miro hacia el cielo, la luna se burla de mí. La canción acaba de terminar, los aplausos se escuchan hasta donde estoy.

Empieza Thinking Out Loud de Ed Sheeran, me alegra no estar en la mesa, lo suficiente para sonreír de forma maniaca en completa soledad.

No sé si debí decir lo que dije, pero es lo que he pensado. No parece que Eric desee dejar atrás a Ángela. Me siento como un bicho egoísta por desear que lo haga.

Eric no dejará atrás a Ángela, ni sé por qué me molesto en pensar en eso como una posibilidad.

—Aura.

Suelto un gritito cuando escucho a Sofía a mi espalda.

—¿Estás bien? ¿Qué pasó?

—Ángela, Ángeles y el tatuaje —contesto.

Mi amiga abre los ojos con sorpresa y su expresión de preocupación se suaviza.

—Lo siento... —murmura—. Eric se ha sentido mal.

—Estoy bien, sólo necesitaba un rato para calmarme y no llorar.

—¿Por qué ibas a llorar?

Muevo los brazos con impaciencia de atrás hacia adelante mientras le cuento lo que he dicho antes de hacer mi melodramática salida.

—¿Por qué has dicho eso?

—¡Es que tú no lo viste!

Sofía toma mis manos, creo que comenzaba a desesperarle el movimiento.

—¿Sabes lo fácil que es borrar los errores de alguien que ya no está?

—Sí, pero Marina no me deja —contesto al recordar cómo habla de León—. Es bastante genial.

Mi amiga ríe por lo bajo.

—Creo que Eric no puede hacer eso, la mayoría tampoco.

Miro de nuevo hacia la luna.

—¿Y qué hago? O sea, sólo soy yo. No puedo competir contra ella y no tengo nada que...

—¿Por qué siempre te desprecias?

II. La Melodía de Aura 2 - ObsidianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora