Capítulo 51

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Hace mucho que no venía a Cancún. La última vez fue para uno de nuestros aniversarios, Dimas quiso que pasáramos un fin de semana en este hotel. Si decide continuar en el negocio familiar este sería uno de los hoteles que le corresponderían, el más grande que poseen en la zona hotelera.

—¿Todo esto es de tu familia? —pregunta Billy al levantar la vista hacia el imponente edificio.

El hotel parece abrir los brazos, para darte la bienvenida, con el par de construcciones que se unen al centro.

—Sí —contesta y toma la mano de Minerva—. ¿Por?

—Nada más...

La brisa es agradable, no hay una sola nube que esconda el sol. Los rayos cálidos se derraman sobre las paredes blancas, es como si los años no hubieran pasado. Por un segundo me parece que tengo diecisiete años otra vez, cuando consideraba que todo esto algún día también sería mío.

Era muy ingenua.

—¿Vamos? —pregunto.

Eric tarda un segundo en reaccionar, estaba embelesado mirando el edificio. No me mira, acepta mi mano con cierta incomodidad.

Hemos dejado a Henrik y Gabriel en el centro de convenciones donde se realizará el sorteo para determinar el orden de presentación en el concurso.

El lobby del hotel es de color marfil con luces cálidas que agregan luminosidad al lugar. Al fondo está un gran ventanal desde donde se puede ver el mar color turquesa. Un par de candelabros enormes, que siempre me han gustado, cuelgan del techo; se mezclan con la excentricidad de las columnas negras que bordean el lobby.

En recepción reconozco un par de rostros, me rezago un poco con la intención de que Dimas llegue primero, pero una de las chicas me reconoce antes.

—¡Aura!

—Ven, Eric —le susurro al tomarlo con más fuerza de la mano.

Nos acercamos, será un momento bastante incómodo.

—Entonces es verdad que ustedes...

—Mi novia —Se adelanta Dimas—. Minerva.

La chica con su traje azul marino parece perpleja, la mira por un instante sin reaccionar.

—Hola —saluda la tapatía.

Es un momento perfecto para que me trague la tierra porque no sé si estoy sonriendo o sólo muriendo de pena lentamente.

La chica saca las llaves de nuestras habitaciones todavía con la expresión confusa. Dimas las recoge y nos las entrega, parece sentirse igual de extraño. Todos sabían que yo era su novia, la pareja perfecta de escritora y músico que serían dueños de una pequeña parte del imperio hotelero de la familia Adem; eso ya no existe. Es hasta que acepto la tarjeta que abre mi habitación, y no es la del pent-house, que comprendo todo lo que ha cambiado desde la última vez que estuvimos aquí.

II. La Melodía de Aura 2 - ObsidianaWhere stories live. Discover now