Capítulo 32 ( Parte II )

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Si hace algunos meses alguien me hubiera dicho que estaría recostada en la cama de Eric, le habría dicho que se golpeó la cabeza. Pero ahora, en medio de la oscuridad de su habitación, sé que era inevitable.

Su cabello está despeinado y cae sobre su mejilla, la luz de la luna hace lucir más pálida su piel. Tiene la mano sobre mi cintura, hace apenas unos minutos que ha dejado de acariciarme antes de dormirse. La sábana se ha resbalado, me permite ver la firmeza de sus brazos como quise apreciar desde el primer momento.

Él es hermoso, sé que es algo raro describir así a un hombre, pero lo es. No sólo por su físico, sino por todo lo que encierra y esa habilidad para hacerme sentir como si en verdad fuera linda.

Me siento muy feliz y triste. Es como si ambas emociones tuvieran una pelea sin cuartel en mi pecho. La respiración tranquila de Eric incrementa el nudo que amenaza con ahorcarme.

Levanto un mechón de cabello negro que ha caído sobre su frente y, con mucho cuidado, lo dejo sobre la almohada. Sus alas de ángel comienzan a adquirir un significado muy diferente del que tienen para él, pero nunca podré confesarle eso. Nunca.

El plan original era pedir pizza y ver alguna serie de televisión recostados en su cama. Lo que en realidad pasó es que, apenas acomodamos las compras en la cocina, una cosa llevó a la otra hasta que terminamos en su cama. Me ha quitado la ropa en el camino, hay un rastro que va desde la cocina hasta su habitación.

Creo que he actuado un poco desesperada, la conversación sobre preservativos me hizo desearlo. Él me detuvo una vez al tomarme por los hombros y tumbarme en la cama. Le he pedido que me hiciera el amor, rodeé su cintura y estaba tan húmeda que casi lo ha hecho sin proponérselo.

—Hazlo —gemí—. Hazme el amor, Eric.

Sus dedos se deslizaron en mi interior, solté un gemido muy fuerte.

—Estás... —jadeó—. Aura... Si lo hago...

Vaciló, por unos gloriosos segundos estuvo a punto de penetrarme sin que ninguno de los dos recordara algo sobre preservativos; pero se detuvo.

—No podemos —susurró con el rostro enterrado en mi cuello—. Los dos sabemos que...

Cerré los ojos y lo abracé con fuerza. Enredé los dedos en su cabello y deseé con todas mis fuerzas que el recuerdo de Ángela desapareciera para siempre de su mente. Ha sido algo muy egoísta, pero sé que ella influye en el hecho de que no quiera dar ese siguiente paso. Estuve cerca de llorar, su aliento húmedo al descender por mi cuerpo consiguió despejar mi mente de cualquier cosa que no fuera él.

Quise que por esta noche fuera sólo mío.

Me sostuve sobre los codos mientras me besaba en ese punto sensible. La luz de la lámpara de noche me permitió ver en el espejo las líneas del tatuaje en su espalda, ha sido un espectáculo difícil de ignorar.

II. La Melodía de Aura 2 - ObsidianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora