Capítulo 34: Cambio de Planes

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No sé cómo Daniel logró convencer a Mike de que él no tenía nada que ver conmigo. En realidad, no creo que lo haya hecho del todo, tal vez solo lo había convencido de momento. Daniel le había dado tantas vueltas al asunto como había podido, no le había dado una respuesta clara a los constantes ataques verbales del menor de los hermanos.


Si de algo me había dado cuenta era de la superioridad de Daniel, sabía manipular a Mike, era casi una comedia montada en ironía y desplantes inconclusos de ambos. Después de que Mike le había confesado dónde estaban los archivos supe que era mi momento de actuar. Era mi turno de salvar lo que me importaba, todas las razones por las que empecé esto.

Me encontraba sola, aun en mi escondite cuando mi celular comenzó a vibrar. Fui lo más cuidadosa que pude y despacio lo saqué de mi bolsillo. Era un número desconocido. Ahogué un gemido.


“Ángel, volveré por ti. Sal del armario pero no de la habitación. D”.




Entonces me di cuenta de que estaría sola más tiempo, mi espalda daba contra la pared lateral del closet, extendí las piernas y cuando menos me di cuenta estaba llorando del dolor. No, no lloraba solo por eso, estaba asustada y tenía el presentimiento de que algo no andaba bien. Con un ligero golpe de mi codo, abrí la puerta. Me limpié las lágrimas con el dorso de mi mano. Había pensado mucho en lo que tenía que hacer, ¿ayudar a Ging? No lo sabía aun, lo único que sabía era que pelearía mi amor. Escuché a alguien aclararse la garganta, y cerré la puerta del closet. Ging estaba sentada justo frente a mí.

- ¿qué haces aquí? ¿Cómo entraste?

- Oh, fue fácil –Se encogió de hombros y me
observó como si de depredador y presa se tratara–. ¿Lo sabes?

- ¿Qué? –Quise hacerme la desentendida, pero sabía a qué se refería: a la ubicación de los archivos.

- Marceline , concéntrate, ¿hablaron sobre los documentos? –Negué con la cabeza.

- Yo… no lo sé –Mentí descaradamente–. Cuando Daniel me lanzó contra el clóset me golpeé y estuve inconsciente un tiempo.

- ¡Demonios, Marceline! –Me gritó furiosa, arqueé una ceja–. ¡Es lo único que tienes que hacer y se te ocurre jugar a la Bella Durmiente!

- Será mejor que te vayas –Creo que cuando las personas se enfadan dicen cosas sin pensarlo y yo no estaba dispuesta a pelear ni a seguirle la corriente. Sabía lo que había con Key y eso era un arma que no quería usar.

- Eres una pequeña cualquiera, Marceline–. Sus ojos se convirtieron en unos cuchillos, con todo el deseo de asesinarme.

- ¿Disculpa? –Le pregunté, esperando que modificara la respuesta.

- Eres lo más cercano a una prostituta de lo que he estado, ¡Mírate! “amando” a Daniel pero tienes la oportunidad y te largas a besarte con Alex , oh… ¡Y ni se diga de la manera en la que quieres escabullirte a la cama de Mike! Eres una… –Antes de que pudiera terminar, mi mano se estrelló con su mejilla pesadamente, la miraba furiosa e incrédula.
- Ni siquiera sabes lo que estás diciendo, esto de “ayudarte” va más allá, esto no es entre tú y yo. Vete, no quiero pensar que pude querer ayudarte, estás podrida y eso ni con la ayuda divina se te quitaría.

- Oh, no me asustas. Apenas estoy comenzando, de mi cuenta corre que Mike se entere de lo tuyo con Daniel.

- Y de la mía que se entere de tu plan, no digas que no lo haré, porque lo haría encantada.

- Esto no se quedará así, Marceline –Rugió y se marchó. Me sentía bien al saber que Ging ya no era parte de lo que había comenzado, quizás intentaría algo más, pero yo tenía algo que ella no. Además, su historia iba más allá de lo que me había contado y ya no confiaba en ella. Dudaba de poder confiar en alguien más, ni siquiera me parecía sano confiar en mi sombra. Tenía que seguir adelante con el plan, aunque fuera sin Ging.

Habían pasado dos horas, le daba vueltas a la habitación, incapaz de hacer algo más. Maniobré planes en mi cabeza, pero no sabía cómo ejecutarlos. La puerta comenzó a abrirse, ¿debía correr a esconderme? Oh, era demasiado tarde. Daniel apareció, sus ojos lucían cansados y sin vida. Al verlo de esa manera, pude sentir una espina en mi corazón. Caminé hacía él, me puse de puntitas y lo besé. Me estrechó contra su cuerpo y yo me mantuve en mi lugar favorito de todo el mundo: sus brazos.

- Necesito Que me acompañes. No digas nada, solo sígueme –Asentí dudando, él tomó mi mano y me llevó a la puerta conectora que había, atravesamos la nueva habitación y él se dirigió de nuevo a la puerta conectora, repitió la acción en otras dos habitaciones más. Supe que habíamos llegado a nuestro destino cuando abrió la puerta lentamente y se detuvo. Yo iba detrás de él, pero al detenerse no supe que hacer.

- ¿Qué pasa, cariño? –Sin soltar mi mano, me puso a un lado de él. Había alguien más en la habitación. Estaba de espaldas, pero lo habría reconocido donde fuera. Miré a Daniel caprichosamente, él se disculpó con su mirada y besó mi frente.

- Te amo, ángel –Susurró Daniel. Entonces, en medio de la oscuridad, él se acercó a nosotros, nos miraba caprichosamente, yo me aferré al cuerpo de Daniel, él se aclaró la garganta y miró al inquilino—. Ya estamos aquí, Alex.

Triángulo ViciosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora