Capítulo 17: Propuesta.

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 La voz del GPS me había dejado absorta de cualquier tipo de pensamientos anteriormente. Ahora venían a mi mente recuerdos de Alex, de Ging, de daniel e incluso de key. ¿No podía volver a activar el aparto? No, no podía. En cambio, decidí prender el radio. Me encontré con que había un disco puesto. Oh, estaba emocionada, podría escuchar algo de lo que a Daniel le gustaba y no todo se centraría en mí. 


Ángel de Robbie Williams comenzó a reproducirse. Me sentí incomoda por haber pensado eso. También esto lo había planeado. Antes que acabara la canción, me estacioné un poco alejada de la dirección citada, pero había mucho tráfico como para estacionarme ahí. Tomé mi bolsa, aunque no sabía para que la utilizara, si al parecer Daniel ya había cubierto todos los gastos, también saqué la esfera y me encaminé a la tienda de antigüedades.


Las campanitas sonaron, a diferencia de los demás lugares ubicados frente a la Elizabeth Tower, este era un lugar tranquilo y no tan concurrido. De hecho, resultaba divertida la escena de la gente que caminaba a las afueras del establecimiento, apurada y parecía que iba a cámara rápida. Todo lo opuesto a la tienda.

- ¿Puedo ayudarle, señorita? –Me giré sobre mis talones y me encontré con un anciano, mirándome taciturno. Asentí y me encaminé a él.

- Sí, me entregaron esto y... me dijeron que viniera aquí.

-Daniel.

- ¡Sí! –Respondí yo emocionada– ¿lo conoce? –El hombre tomó la esfera y la examinó, afligido.

- Desde que era un chiquillo. Espere un momento, señorita –Desconcertada me di la cuenta y exploré las curiosidades de la tienda. Había desde gorras hasta una réplica de dos metros del Big Ben–. Señorita, Daniel me entregó esto –Giré nuevamente en su dirección y me encontré con un inmenso ramo de rosas. Oh, Dios. Esto era de ir más allá de cualquier expectativa. El hombre apenas podía rodearlo, me regañé mentalmente, ¿Por qué me había estacionado
tan lejos?
- Santo Dios –Murmuré recibiendo el ramo.
- También hay una tarjeta –Alcancé a tomarla con las puntas de los dedos. Pero estaba alterada por el delicioso olor que desprendían las decenas de rosas rojas que no supe si lo había atrapado.
- ¿podría... detenerlas por un segundo? Solo para leer la nota –Él sonrió y las tomó de nuevo. Abrí rápidamente el sobre y extraje la nota.

"Tu esencia debería de hacerse inmortal en una flor, ninguna de esas rosas se compara a ti, ni siquiera juntas. Espero que te hayan gustado, ángel. Olvidé mencionar el CD que estaba en el auto, son canciones especiales para mí porque mencionan cada emoción que provocas en mí.
Uno de mis días favoritos en el mundo es cuando fui a visitar el British Museum, tendría unos diez años. Me había escapado de casa y ese fue el primer lugar al que se me ocurrió ir –un momento, ¿había escapado de casa? Levanté la cabeza confundida, pero recordé que el buen hombre estaba sosteniendo el ramo, dirigí de nuevo mi mirada a la nota y continué leyendo–. Me senté en la sala 83. Veía como la gente pasaba y no se detenían a ver a un niño que huía, pero claro, nadie lo sabía. Hasta que una dama se acercó a mí, era una guardia de seguridad. Cuando hayas llegado ahí, ángel, pregunta por esa mujer, su nombre es Min.
Ella te contará una historia, préstale atención. Tuyo, Daniel".


Terminé de leer, esto me parecía inaudito. Daniel huyendo de su casa. ¿Por qué? Parecía llevar una buena relación con su padre, en el salón. Recordé la nota al reverso y encontré otra nota: "-ir conmigo...". Oh, comenzaba a odiar sus notas inconclusas. Guardé la nota en mi bolso, al menos había servido de algo, y tomé el ramo.

- Gracias, señor...

- Byun.

- Señor Byun, se lo agradezco.

- Oh, señorita , haría lo que fuera por ese chico. No lo había visto tan feliz en mucho tiempo, ha estado inmerso en su tristeza desde que murió su madre y su padre se casó de nuevo. Pero eso usted ya lo sabía, ¿cierto?

- Claro –Dije con la boca seca. Daniel era huérfano de madre. Oh, joder–. De nuevo, muchísimas gracias.

- Le acompaño a su auto.

- No es necesario –Respondí mientras caminaba a la salida.

Me encontraba sentada con Min. Ella tendría unos cincuenta años. Contemplaba el ala de la Galería del arte griego a su lado, ella miraba todo como si fuera la primera vez que estaba ahí.

- Daniel tenía diez años, había empacado sus comics, sus libros y un jugo de manzana cuando lo encontré aquí. Estaba enfadado con la vida, su madre acababa de morir y su padre se había casado con una caza fortunas. Daniel era un niño pero sabía que ella no era buena. Así que le pregunté que qué tenía, él me dijo que había perdido a su ángel. Yo le dije que siempre volvemos a encontrar ángeles en la tierra, pero que hay veces en las que necesitamos que nos vigilen desde el cielo. Él me prometió que encontraría a su ángel perdido en el mundo.

- Oh –Fue todo lo que pude decir. De su chaqueta sacó un sobre. Otro sobre.

- Este es el último sobre. Me lo confió a mí, lo cuidé por un largo tiempo, ¿sabes? Hasta que dejó de venir. Supe que andaba en malos pasos, vino hace poco y me dijo que ya estaba buscando reformarse, pero que necesitaba de su ángel. Juro que creí que lo había olvidado, pero ahí entras tú, Marceline, tú eres su ángel. Toma –Me extendió el sobre y lo miré temerosa.

- Gracias... yo, creo que –Levanté la mirada, solo lo hice para darme cuenta de que estaba sola. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Abrí con las manos temblorosas el sobre y saqué la carta.

"Marceline, ya sé que debes de estar preguntándote a dónde quiero llegar. Pero queda un lugar más. Pero este lugar creo que merece compartir historia tuya y mía. Cuando estábamos en Rusia mencionaste que cuando eras pequeña querías una historia de hadas, con princesas y príncipes. Te espero con ansias en el St. James Park. Te adora infinitamente, Daniel."

Aun aterrada por el truco de magia que había presenciado, le di vuelta a la hoja, pero se encontraba en blanco. Hum, ¿había olvidado poner otro de sus mensajes raros? No lo sabía, porque ni siquiera estaba enterada de cómo funcionaban. Caminé de regreso al auto, aun desconcertada por la escena de Min.

Manejé con la melodía de Bruno Mars como música de fondo. Me sabía la canción Bruno Mars - That's What I Like y la tarareaba. Llegué al St. James Park. Me estacioné. Y vi una carroza en la salida del estacionamiento. Llevaba mi bolsa colgada del hombro, cuando alguien tocó mi hombro.

- ¿Señorita Marceline?

- Sí –Me giré para encontrarme con un hombre enfundado en traje. Vi el carruaje a sus espaldas, color perla con lazos y moños azules y un par de corceles al frente.

- El joven la espera, ¿me permite? –El hombre me extendió la mano y la tomé dudosa. Me ayudó a subir al carruaje. Oh mi Dios, ahora sí que se había
excedido. El viaje duró unos cuatro minutos, hasta que se estacionó en la entrada principal del castillo de St. James. Oh, no– Hemos llegado¬ –Anunció. Abrió la puerta y me dio la mano para salir. La acepté y salí, contemplando boquiabierta el castillo–. Señorita, ¿tiene todos los sobres con usted?

- Sí.

- Al último le faltó una leyenda. Aquí tiene –Me lo dio y decía: "-al baile?" oh, ahora entendía. Todos juntos formaban una frase. Los saqué todos de mi bolsa, los volteé. Oh, cielos, era una especie de mensaje secreto. Me sentí observada. Levanté la mirada, para encontrar a Daniel mirándome desde el último escalón de la entrada al castillo. Sonreía plenamente, pero yo seguía sin respiración. Bajé de nuevo la mirada a las leyendas... juntas decían: "Te quiero ¿Te gustaría ir conmigo al baile?    

Triángulo ViciosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora