Capítulo 9: Alianza.

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El frió aparentemente artificial me helaba hasta los huesos, abrí los ojos, me encontraba en un cuarto con paredes blancas, una cama a la cual estaba atada de manos y una mesa justo del lado derecho. En la puerta estaba Abraham sentado en una silla de madera vieja, resultaba evidente que había pasado toda la noche haciendo guardia porque tenía unas enormes ojeras bajo sus ojos.

- ¿Qué hora es? –Pregunte con asco, al notar que
me estaba observando.

- Son las cinco de la mañana –Respondió, como si nada estuviese sucediendo–. Has dormido toda la noche.

- Key o Sofia me estarán buscando ¿no crees? –Comente.

- Seguro que no, al fin y al cabo una de ellas ya pasó por esta situación ¿No?

Key. Seguro que había sido ella, lo note ayer cuando estábamos en el balcón, su expresión fue de tristeza y asco. Me sentía dolorida de todo el cuerpo, como si de repente un enorme tractor me hubiese arroyado, destrozando hasta el último hueso de mi cuerpo.

- ¿Me golpearan, extorsionaran y luego harán que me acueste con cualquier cerdo universitario, verdad? –Pregunte, mientras un escalofrió recorría mi cuerpo.

- Veo que sabes demasiado –El chico burlo con timidez, extrañamente su mirada no resultaba tan maliciosa–. Seguro que has escuchado sobre el club.

- En reali...

Un golpe en la puerta interrumpió mis palabras, era Alex, quien había abierto la puerta de un solo golpe, sonreía como si nada sucediera, no podía evitar mirar sus ojos y llenarme de... ¿Asco? ¿Rencor? ¿Rabia? No importa el sentimiento del momento, ninguno podía ser bueno. Alex le pidió a Abraham que se alejara, el parecer necesitaba hablar conmigo en privado por un momento.

El chico salió de la habitación, dedicándome una mirada confusa..., entre compasión y antipatía.

- ¿No piensas decir nada? –Me pregunto Alex, después de un momento de silencio.

- ¡Ah! Acaso –Hable con voz fuerte, procurando que mis palabras no fuesen interrumpidas por el llanto–. ¿Tengo que agradecerte? ¿Decirte algo agradable?

- Marceline..., yo...

Sus palabras se quedaron en el aire, una lágrima salió por sus ojos resbalando por sus mejillas. Aparentaba un total in-expresión, lo menos que quería era darle importancia a una lagrima suya, luego de que a él no le importaran cientos de las mías.

- ¿No querías hacerlo? ¿Te obligaron?

- Sé que no comprenderás –Hablo él–. Por ahora tendrás que hacer todo lo que digan, si no quieres ser lastimada, una persona de mayor rango que el mío vendrá a verte. Ayúdale y de paso ayúdate.

Se marchó luego de un momento, por lo que me dijo, una persona de un rango mayor vendría a explicarme lo que yo tendría que hacer cuando me soltaran: Guardar silencio y obedecer cualquier orden dada por parte del Frantic Delirium.

Pasaron alrededor de cuarenta minutos de soledad cuando alguien entro a la habitación, quede absorta, boquiabierta: era una chica de unos aproximados dieciocho años, su cabello negro tan largo la hacían ver estilizada, con una esbelta figura perfectamente moldeada, su atuendo parecía perfecto. No lo podía creer, ¿una chica haciendo parte de algo tan despiadado? No quiero decir que las chicas seamos mejores personas es solo que ¡es una de nosotras! ¿No?

- ¿Descansaste anoche? –Me pregunto ella.

El agudo tono de su voz me resultaba inquietante, casi tanto que no fui capaz de responderle la primera vez.

- ¿Crees que puedo descansar atada de mano? –Le hablo en tono sarcástico, luego de que me preguntara por segunda vez.

- Escucha Marceline la cuestión es simple, tienes que colaborar conmigo

- ¡No! ¡Impelente no puedo creer que una chica sea parte de esto! Es algo tan des...

- ¡Cállate ahora! –Grito, forjando a que yo quedara en silencio. No soy como ellos, tienes que confiar en mi ¿está bien?

Pensé qué, ¿acaso tengo otra opción?... Hace apenas un momento había despertado en una habitación desconocida con un chico observándome, había tenido una corta pero desagradable charla con la persona que más odiaba ahora: Alex. Y ahora una desconocida me ofrecía su ayuda. Qué tontería.

- Te explicare, –Hablo ella, luego prosiguió–: Hace dos años, cuando entre a la universidad por razones desafortunadas, tuve una relación sentimental con un guapo chico, Mike Delvis. Resulto que él es el presidente del Frantic Delirium, cuando me entere, intente escapar, pero ya era demasiado tarde, tenía mucha información sobre todos: miembros, victimas, directivas. –Me seguía contando ella, mientras su voz se apagaba con delicada fluidez–. Tengo que seguir con él, fingiendo amor cuando en realidad siento asco, desprecio. He estado esperando a una chica como tú, fuerte, que no se deje manejar de los demás. Te he estado esperando a ti, y ahora es tu decisión si quieres ayudarme o no.


¿Mi decisión? ¿La decisión de intentar salvar a más chicas, o de que el intento falle y terminar quizás muerta? Lo pensé por un momento, la mirada de la chica de cabello negro era fija en mí, preocupada e intimidante.

- ¿Si Abraham, Alex o alguien me pregunta que me dijiste, que tengo que decir?

- Eso quiere decir que si ¿verdad?

Asentí con la cabeza y ella me dio un fuerteabrazo, lo sentí sincero, especial. Salimos del lugar con una expresión derabia en las dos, para que las demás personas no sospecharan nada de losucedido. Al parecer ella es la encargada de ingresar y decirle a las victimaslo que tienen que hacer a la hora de un servicio. Tenía que suponer que eso melo había dicho a mí.

Salimos por un laberinto de pasillos hastallegar al primer cuarto antes del auditorio que ahora estaba completamentevacío.

- Tienes que esperar mis instrucciones –Habloella–. Mantente alerta ¿Esta bien?

- Lo haré...

- Ging, Oh Ging.

Luego de despedirnos, ella retrocedió de nuevohasta perderse entre los estrechos pasillos, al salir al auditorio, estaba Keyacompañada de Daniel, ambos mirándome fijamente, con expresión de preocupacióne ira ¿Desde hace cuánto habrán estado allí? ¿Acaso, escucharon mi conversaciónde Ging?

Triángulo ViciosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora