Capítulo 32 : Esperanza

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Salí de allí sin ninguna respuesta, aunque el relato de Key me había dejado completamente helada, no me había ayudado en nada. Ella no sabía nada. Camine sin un rumbo fijo, pensaba en mis pocos pero dramáticos días aquí. No llevaba más de un mes y ya había pasado por un montón de cosas inesperadas.

¿Qué podría hacer ahora? ¿Marcharme a casa y dejar todo esto atrás? Mientras caminaba pasaban por mi cabeza todos los momentos que viví con Alex hace años. Juegos. Sonrisa. Amistad. Lo teníamos todo, pero él y su maldita ambición hicieron que todo se dañara, y ahora, así me duela, tendría que acabar con él también. Además estaba Daniel, un chico como ningún otro, y a él sí que no lo perdería jamás.

Alguien toco mi espalda y voltee de inmediato. Era un chico que había visto antes un par de ocasiones, cuando pasé la noche en el Frantic Delirium, él fue quien me llevo. Su nombre era Abraham.



- Tienes que acompañarme –Me dijo él, tomando mi brazo y jalándome hacía él.

- ¡Claro que no! –Grité–. No iré esta vez contigo...

- El joven Mike me lo ha pedido –Dijo amablemente–. Quiere hablar de algo importante para usted.


Este chico tenía un tono de voz tranquilizador, desde la primera vez que lo vi algo en él me inspiro confianza, a pesar que eso me hizo pasar una noche encerrada allí. No tenía nada que perder, pensé, iría con Mike y así quizá podría saber algo más.

Accedí. Caminado por unos estrechos pasillos de la universidad que al parecer eran todo un laberinto. No pensaba en el encuentro con Mike, mi mente estaba vacía y agotada. Por fin entramos por una enorme puerta de madera color marrón, su fría perilla me hizo reaccionar. Y ahí dentro estaba él, sentado frente a su escritorio revisando unos papeles que seguramente serian importantes documentos.

- ¡Marceline, hermosa! –Dijo Mike al verme–. Pensé que te negarías a venir.

- No tendría por qué hacerlo –Llevaba puesto un elegante traje color gris, sus despeinados cabellos se revolvían gracias a la brisa producida por el aire acondicionado–. ¿O sí?

- Supongo que no.

Mike camino hacia un enorme mueble a su derecha, revolvió unas cajas y de allí saco una carpeta blanca. La estiro para mí ¿Qué podría ser?


- Un estudiante quiere un servicio –Soltó sin más–, y tú se lo darás.

- Yo... –No sabía que decir, estaba helada y totalmente muda.

- No tienes que decir nada, hermosa. Es simple. En esa carpeta esta la información que necesitas –Dijo él y uso un tono de voz en esta ocasión me recorrió hasta la última partícula de mi cuerpo: era malvado–. Ahora vete, tengo trabajo que hacer.

Abraham me tomo de los brazos arrastrándome fuera de allí. Mi cuerpo estaba aún estático, salimos fuera de los pasillos y él desapareció ante el paisaje, dejándome sola con la carpeta de mi “clientes” en las manos.


Abrí la blanca carpeta y en ella estaba la foto de un joven, su cabello era tan rubio que parecía con tinta. Sus ojos resultaban tan terriblemente escalofriantes con su color marrón oscuro. Mi corazón dio un gran vuelco. Entonces pensé ¿Qué harán si no hago este trabajo? ¡Daniel! Seguro que él lo pagaría por mí, pero entonces ¿Mike sería tan despiadado de hacerle daño a su propio hermano?




“Hernan. 21 años de edad. Habitación 304C. Hora 6:00 pm”


Entonces vi algo en esa una hoja de papel. Era imposible olvidar esa caligrafía tan definida, en la parte inferior izquierda la palabra “ángel” estaba escrita, con un bolígrafo que Daniel  siempre llevaba en su bolsillo. Fue él. Daniel  había escrito la nota y seguramente lo hizo para verme, para brindarme el amor que tanta falta me ha hecho en estos últimos días.


Corrí hasta mi habitación y saque el mejor vestido de mi closet. Por suerte el tiempo transcurrió más rápido que nunca y en un abrir y cerrar de ojos el reloj marco las 6:00 pm.


Busqué la habitación 304C, mi corazón estaba a desfogonarse. Toqué con suavidad y una voz aguda me dijo “pase” del otro lado. Abrí la puerta y entré. Ahí estaba él, aun con sus cabellos castaños sobre su rostro y su elegante vestuario, en la solapa de su blazer llevaba una flor de loto. La misma flor de loto que tenía el día que visitamos a su padre. Corrí hacía él.

- Pensé que no vendrías –Dijo Daniel mientras sus brazos adornaban mi cintura–. Yo quería...

- Vi la palabra en la nota –Lo interrumpí–- Lo notaría siempre.

- ¡Oh! ¡Mi ángel!


Un tierno beso sello nuestros labios, sumergiéndonos en lo que sería un abismo emocional. Por mi mente pasaron todos aquellos hermosos momentos que he pasado junto a Daniel en tan poco tiempo. Una lágrima salió de mis ojos.

- Ángel, tenemos que hablar.

- Sobre Mike ¿verdad?

- En realidad es sobre todo...

- Sabes que puedes decirme cualquier cosa ¿verdad?

- Lo sé...

Triángulo ViciosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora