Capítulo 38 - Lo siento mucho (parte 1)

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— ¿Dónde está Jax? ¿Wyatt llegó bien al hospital?

Hailey bajo la mirada y pronunció sus siguientes palabras sombríamente:

—Jax está en el departamento de policía de Charlottesville. Cuando las autoridades llegaron a la fábrica abandonada, lo arrestaron junto a su amigo de cabello castaño, James creo que se llama. No he sabido nada sobre él desde entonces. Sam también fue arrestado, pero fue traslado a otra parte con más alta seguridad.

¿Jax estaba en la comisaria? Los vellos de mis brazos se enchinaron y mis sentidos se pusieron aún más alertas. Sé que Jax había cometido varios crímenes, él mismo me lo confesó, pero nunca pensé que pagaría por ellos. Una parte inocente dentro de mí pensó que todo había acabado, que con Sam yendo a prisión nuestros problemas acabarían. Pero fue todo lo contrario.

Hailey no tenía idea de lo mucho que sus palabras me afectaron. Mi futuro con Jax, el chico que amaba, se estaba difuminando lentamente. Una cosa era mantener una relación con un criminal prófugo de la ley y otra muy distinta era estar con uno que se encontraba en prisión. ¿Cuáles eran las probabilidades de que nuestra relación saliera ilesa de esto?

Me sentía abrumada por todo; pasado, presente y futuro.

—Ellie, sé que el hecho de que Jax está en la comisaria es difícil de procesar, pero hay algo importante que tengo que decirte. —Hailey respiró hondo y me miró directamente a los ojos. No entendía como algo podía ser más importante que Jax, pero aun así no la interrumpí ni por un segundo—. Cuando los paramédicos te encontraron, habías perdido bastante sangre, o por lo menos eso fue lo que me dijeron cuando llegué al hospital. Billie me había mantenido captiva por días y cuando la policía me encontró, me subieron a una ambulancia y me trajeron al hospital. Ellie, grité tu nombre por horas y nadie quería decirme nada. Ninguna sola pista sobre lo que te había sucedido.

Su rostro se volvió serio.

—Despues de que me dieron de alta, una enferma por fin me dijo lo que te había sucedido. Recibiste un disparo, Ellie. ¡Un disparo! —Negó la cabeza con incredulidad—. Perdiste demasiada sangre y por un momento los doctores pensaron que no pasarías la noche. ¿Sabes cómo me sentí al escuchar eso? Créeme, no quieres saberlo. Pero en fin. Después de que me dijeron eso, unos policías me preguntaron si...

Tragó saliva y cerró los ojos.

—Me preguntaron si conocía a un tal Wyatt. Cuando respondí afirmativamente, me preguntaron si podía darles el número de algún familiar cercano. Me dijeron que... —soltó un sollozo— que no pudieron salvarle la vida. Ellie, los paramédicos intentaron hacer todo lo posible, pero Wyatt murió casi instantáneamente. Una bala le atravesó el corazón. Según lo que me contaron, fue un tiro limpio.

No.

No, eso era imposible. Wyatt era fuerte, no podía estar muerto.

—Lo siento mucho, Ellie. Sé que ustedes dos eran cercanos.

¿Cercanos?

—Él no puede estar muerto —musité, más para mí misma que para ella—. Me estas mintiendo.

Hailey estiró su brazo para acariciarme la mejilla, pero lo empujé bruscamente.

— ¡Aléjate de mí! —Grité a todo pulmón—. ¡Dime que no está muerto! ¡Dime!

— Ellie, tienes que tranquilizarte.

— ¡Me tranquilizare cuando dejes de mentirme! —un sonido estrangulado salió de mi garganta y cualquier poca fuerza que aún conservaba se desvaneció.

Sabía que estaba llorando porque mi cara estaba húmeda, pero no sentía nada en absoluto. No sentía los latidos acelerados de mi corazón, ni mis brazos y piernas. Lo único de lo que estaba consiente era del vació en mi pecho.

De pronto, todo a mí alrededor comenzó a disiparse, como si una pared de neblina hubiera sido levantada en mis ojos. Los bordes de la habitación comenzaron a volverse borrosos y la voz de Hailey se volvió distante. Escuché la voz de una enfermera, pero la ignoré.

No podía estar muerto, no después de todo lo que pasamos juntos. Pero una parte de mi sabía que si lo estaba. La parte racional, o por lo menos lo que quedaba de ella, estaba consciente de que Wyatt había muerto.

Inconscientemente hice una mueca de dolor cuando una aguja me picó en el brazo. Oí la palabra "tranquilizante" y miré hacia el lugar del que venía el sonido. Por el rabillo del ojo vi como la enfermera, sosteniendo una inyección en su mano, hablaba con Hailey, quien no dejaba de llorar. No sabía lo que estaba diciendo, pero podía asumir que me había inyectado un tranquilizante.

Parpadeé varias veces antes de caer en un sueño profundo.

Por primera vez en meses no soñé con ladrones o asesinos, sino con mi mejor amigo. 

A Little DeathWhere stories live. Discover now