Capítulo 3 - Acepto

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El camino a casa de Hailey fue rápido, se sintió como un minuto cuando en verdad fueron quince. Se despidió de mí con un beso en la mejilla y salió del coche. Mi corazón seguía retumbando en mi pecho por la noticia de Jax o Sam, como sea que se llame. La idea de dormir con Hal se hacía más grande, pero no quería incomodar a su compañera de dormitorio y aparte, algún día iba a tener que superar esto.

Fui al supermercado para perder tiempo, usando como pretexto mi falta de leche, aunque hacía años que tomaba el café negro - y también estaba el hecho de que era intolerante a la lactosa...

Estacioné mi coche y miré a mis alrededores antes de seguir caminando por la acera. No había moros en la costa, a parte de mi vecina Gloria. Cuando pasé a su lado me guiñó un ojo y yo sonreí por cortesía. ¿Por qué había sido? Caminé confundida hasta mi puerta y me giré para volver a verla. Estaba regando sus plantas, pero en cuanto me vio volvió a guiñarme un ojo y señaló mi hogar. Ignorando ese extraño comportamiento, empujé la puerta de madera.

La cerré lentamente, escuchando como rechinaba, y me encargue de poner todas las cerraduras, inclusive hasta las que normalmente no usaba. Todo parecía estar bajo control, ninguna señal de un asesino en serie... excepto por una cosa: La luz de mi habitación se encontraba encendida.

Mi pulso se aceleró. Dejé las bolsas de compras en el sofá e hice mi mochila a un lado. Los maullidos de George salían de la habitación, pero no escuchaba nada más. Tal vez hubo un corto circuito y la luz se encendió. Además, solo había una copia de mi llave y la tenía Hal para cualquier emergencia; solo una. Mi espalda chocó contra la puerta, mis rodillas pegándose a si mismas. Respiré profundamente. Juntando un poco de valor, abrí la boca.

− ¿Cariño, estas ahí? -dije un poco más fuerte de lo normal, a veces George no me escuchaba.

Mi respiración se cortó cuando la silueta de un hombre apareció en el pasillo. Conteniendo el aliento, di un paso hacia atrás, pero la puerta me detuvo. Aferré ambos brazos a mi cintura y tragué un grito cuando Jax se recargó en el arco de la pared. Sonreía burlonamente, sosteniendo a George en su mano izquierda. En su otra mano se encontraba una manzana a medio morder.

− ¿Cariño? Joder, eso fue rápido -lamió el arete negro en su labio−. Generalmente voy a citas antes de ponerme meloso. Pero bueno, tú casa, tus reglas.

Me giré bruscamente para abrir la puerta, pero esta se encontraba estancada por tantos seguros. Genial, me había encerrado a mí misma con el asesino. Lo miré lentamente, parecía confundido. Hasta ese momento mi cerebro comenzó a funcionar. Jax no sabía que yo sabía sobre su historial criminal, probablemente pensaba que estaba loca. Intente calmarme para no demostrar mas mi miedo, solo el típico que sientes cuando un extraño se cola en tu departamento.

− ¿Q-que estás haciendo aquí? Creí que te habías ido -tartamudeé.

Me alejé un poco de la puerta para demostrarle que no me sentía incomoda.

−Sí, me había ido pero regrese −. Soltó a George y mordió la manzana−. Tú dijiste que tenía que irme, mas no mencionaste algo sobre regresar, nena.

Touché.

−Pues ahora lo hago, tienes que irte en este instante.

− ¿O que harás?

−Le pediré ayuda a mis vecinos para sacarte a la fuerza.

Ese no fue un movimiento inteligente, pero mis nervios no me dejaban pensar con claridad. Toda coherencia parecía estar fuera de mi mente.

− ¿Te refieres a tu vecina? -se burló−. ¿Quién crees que me dejó entrar? Creyó que era tu novio y que planeaba hacerte una cena sorpresa. Fue fácil de convencer.

A Little DeathWhere stories live. Discover now