Capítulo 35 - Traición

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Estaba oscuro, mis manos se encontraban atadas y las marcas de lágrimas en mis mejillas solo eran un recordatorio de esta pesadilla. Me dolía el estómago, tal vez por el miedo o por la posición en la que me encontraba. Mis piernas también se encontraban amarradas y básicamente solo podía estar en posición fetal. El suelo de concreto estaba frio y el dolor de cabeza que estaba sintiendo era indescriptible.

Lo último que recordaba era haber sido metida en una camioneta negra junto a Wyatt; después de eso alguien me golpeó en la cabeza y terminé desmayada. Sin embargo, hubiera preferido seguir inconsciente. La realidad era mucho peor. Como pude, me arrastré por el suelo hasta chocar contra una pared e intenté recargarme en ella. Solté un gemido y aunque tenía ganas de llorar, dudaba que me quedaran lágrimas.

La única luz que iluminaba la habitación provenía de una ventana diminuta que, por lo que mi vista me permitía ver, contenía barrotes. Cerré los ojos y pensé en algo que me diera fortaleza para soportar esta pesadilla. Pensé en Jax. A pesar de todo lo que habíamos pasado, a pesar de todas las dudas y peleas, lo amaba. Y eso era más que suficiente para darme la fuerza que necesitaba para luchar por mi vida. No quería morir, de eso estaba segura. Quería tener una vida simple, tener hijos y hasta una casa con cerca de madera blanca. Comencé a estremecerme y a sollozar. Cuando todo esto terminara, Jax y yo podríamos ser felices.

Todo lo malo tiene que llegar a su fin, mi subconsciente intentó recordarme en un vago intento de subir mis ánimos.

Temía por Jax, Hailey y Wyatt. No sabía que había pasado con ellos y la idea de que algo malo les haya sucedido era simplemente agónica. Tenía mucho miedo y lo admitía. Cobarde o no, estaba temblando por la angustia.

Recordé a mi madre y a mi padre, como también a mi hermano menor. Recordé el momento exacto en el que conocí a Hailey y una sonrisa débil brotó en mis labios. Recordé la primera que vez que vi a Jax, como mis ojos parecían engañarme con tanta belleza y oscuridad. Recordé cuando Wyatt y yo fuimos a comprar el vestido para la obra de teatro y la manera en la que miró cuando lo usé. Recordé a mi adorable y gruñón gatito, el cual probablemente se encontraba solo y asustado en estos momentos.

Abrí los ojos lentamente y parpadeé varias veces para acostumbrarme a la oscuridad. Hice una mueca y soplé un cabello de mi rostro. Me encontraba hecha un desastre, pero mi apariencia no podía importarme menos. Tenía que salir de esta. Mejor dicho, todos íbamos a salir de esta con vida.

Un ruido al otro lado de la habitación me exaltó. Mi respiración se aceleró, al igual que mi corazón.

— ¿Ellie? —dijo una voz rasposa—. ¿Eres tú?

Me tranquilice al instante.

—Wyatt, sí, soy yo.

Escuché como maldijo por lo bajo.

—Mierda, ¿Qué carajos ha pasado? Alguien me golpeó en la cabeza y después todo...

—Todo se volvió negro —terminé por él—. También me golpearon. No tengo idea de donde nos encontramos y ellos tienen a Hailey. Tengo mucho miedo.

Enfoqué mi vista y pude ver su cuerpo al otro lado de la habitación. También se encontraba atado y por sus expresiones faciales, adolorido. Me era sumamente extraño ver a alguien tan imponente como Wyatt de esa manera. Desde mi ángulo, se veía vulnerable. Pero siendo honesta, ¿en esta situación quien no lo era? Suspiré. Aun así me dolía verlo tan frágil.

Saldríamos de esta, me recordé.

Había momentos en los que me sentía débil, indefensa. Después de todo lo que había pasado, aun pensaba que era una cobarde. Pero ahora las cosas iban a cambiar. Para redimir mi conciencia tenía que salvar a Hailey y a su novio, Billie. Tenía que ponerme la capa de heroína y hacer todo lo posible para devolverlos a casa.

A Little DeathWhere stories live. Discover now