Capítulo 24 - Sentimientos ante todo (parte 2)

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Capítulo dedicado a abibarrientos

AVISO: No esta editado, perdonen si tiene errores. 

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¿Había escuchado bien? Me dieron ganas de pellizcarme para ver si se trataba de un sueño. Un sueño húmedo... pensé para mis adentros. Aunque me sentía alagada por el extraño comportamiento de Jax, ir a una cita con él no estaba en mis planes. No podía estar a su alrededor y fingir que no me afectaba su oscuro estilo de vida. Porque lo hacía. La muerte de Cara no sería en vano, no descansaría hasta ver a su asesino en prisión. Y como iban las cosas, todo apuntaba hacia Jax y no podía permitirme perderlo también. Si cuidaba mis distancias, no sería tan difícil para mí entregarlo a la policía. Me aferraba a ese pensamiento con toda la esperanza restante en mí ser.

Enrede un mechón de cabello entre mis dedos, intentando formar un rulo, y pensé en una excusa para zafarme de la cita.

Suspiré—. Estas bromeando ¿verdad?

Fingir que todo era una broma era buena idea. Al final Jax recobraría la cordura y admitiría que todo fue un excelente uso de sarcasmo.

—Nena, yo no bromeo con esas cosas —dijo, tomando una billetera marrón de su mesita de noche.

Tragué saliva.

Piensa Ellie...

— ¿Quién cuidara a George? No puede quedarse solo.

De todas las excusas que pude haber dicho, se me ocurrió decir la más estúpida.

En lugar de responderme con una respuesta inteligente, me tomó de la cintura y me colocó sobre su hombro. Tarde en reaccionar por el mareo instantáneo que esto me causo y cuando lo hice, comencé a patalear para liberarme. Déjà vu. Ignoró todas mis suplicas para que me bajara y solo me soltó cuando llegamos a mi coche.

Mi coche.

Mi. Coche.

— ¿Qué crees que estás haciendo? Te doy tres segundos para que me sueltes y me devuelvas las llaves de mi auto. No puedes simplemente tomarlas como si fueran de tu propiedad.

Rio profundamente, haciendo retumbar su pecho. Retrocedí hasta chocar con la puerta del copiloto y razoné que no podía escapar. Una vocecita en mi cabeza me dijo que esta era la oportunidad perfecta para conocerlo a más profundidad. Conocía al chico oscuro, al chico con problemas familiares y al loco pervertido. Pero como todo en él era un misterio, quería saber más sobre su vida privada. No entendía sus cambios de humor contingentes y daría todo por entrar a su vida por un momento. Si entraba a su territorio, descubriría más sobre él como nunca lo había hecho.

Hubo un instante de cuestionamiento en su mirada, como si estuviera analizando mejor la situación, y decidí que ya era momento para hablar.

— ¿A dónde iremos? —pregunté, cansada de debatir conmigo misma. Esbozó una sonrisa y abrió la puerta del piloto para mí. El gesto calentó mi interior—. Creí que tú conducirías.

Se sentó en el asiento del copiloto y señaló su brazo—. No puedo conducir, no hasta que mi brazo sane completamente.

Me golpeé mentalmente. Obviamente Jax no podía conducir y esa simple reflexión me dio seguridad. Yo tenía el control. Bien, solo tenía que mantener la calma y no saltar a conclusiones tan rápido. Siguiendo las instrucciones de Jax, conduje hasta llegar a la autopista y pisé el acelerador.

Derecha, izquierda, izquierda, derecho, era todo lo que decía. La curiosidad comenzó a comerme. ¿Qué tal si esto era una trampa? Un rápido vistazo por mi ventana me confirmó que nos encontrábamos en el borde de la ciudad, adentrados en los árboles. Tragué saliva y seguí conduciendo.

Después de varios minutos más de camino, vislumbre una pequeña cabaña con un letrero que decía "Lou's." Miré a Jax esperando algún tipo de confirmación y este asintió. Me estacioné cerca de la entrada y verifiqué la alarma del coche dos veces. Ambos caminamos juntos hasta la puerta mosquitera y este la abrió para mí, con un guiñó. Entré al lugar esperando ver una pocilga, pero mi sorpresa fue enorme al ver que se trataba de un restaurante bien arreglado. Las mesas de madera tallada se encontraban alrededor y todas tenían manteles con patrones cuadriculares. Una mujer rubia se paró frente a nosotros y nos dio una enorme sonrisa.

—Bienvenidos —miró a Jax como si se tratara de un viejo amigo y este le hizo una mueca. Me preguntaba si Jax era recurrente de este lugar—. ¿Mesa para dos?

—Si —respondió Jax, mirándome de reojo.

La mujer, que parecía estar en la mitad de los cuarenta, nos condujo a una mesa al lado de la ventana y nos entregó el menú. Miré con fascinación todo a mi alrededor y mi estómago gruñó. El lugar olía bastante bien.

—Te recomiendo que pidas la hamburguesa de la casa, este lugar es famoso por ella.

Asentí.

— ¿Vienes aquí a menudo?

—Sí, cuando me mudé a Virginia descubrí este lugar y desde entonces he pedido cada cosa en el menú. La comida me recuerda bastante a Los Ángeles, ya que el chef es originario de California.

Cuando me mude a Charlottesville intenté olvidar todo sobre mi antiguo hogar, quería comenzar una vida por mi cuenta y empezar de cero. En eso difería con Jax. Yo amaba a mis padres y a mi hermano, pero no quería permanecer en un lugar donde solo me conocerían como la hija de Fiona. Quería crecer en el ámbito de la escritura por mi sola, sin la ayuda de contactos ricos. La sociedad apestaba.

—Debes de extrañar el sol —musité—. Siempre he querido viajar al oeste, conocer San Francisco y Los Ángeles.

—Algún día lo harás, eres joven y tienes una larga vida por delante. Yo, en cambio, me encuentro estancado en Virginia hasta que resuelva unos asuntos. Daria lo que fuera por volver a la costa.

No sabía que responder a eso. A veces sentía que Jax me daba indirectas sobre su pasado, pero al mismo tiempo, pensaba que todo dentro de su cabeza era un lio y sus palabras eran una súplica. Nada cobraba sentido para mí.

La mesera pidió nuestras órdenes y las trajo velozmente. Miré con lujuria la enorme hamburguesa que reposaba frente a mí. Tiras de tocino salían de ella, junto con cebolla asada y champiñones. Hice una mueca hacia Jax y negué con la cabeza. Se veía deliciosa, pero no había manera en el mundo de que pudiera terminarla sin padecer hipertensión. La sal excesiva y el estrés no eran buena combinación. Jax ignoró mi gesto y le dio una mordida enorme a su hamburguesa. Diablos, el chico sí que podía comerse una vaca. Con incertidumbre, levanté la monstruosidad y la acerqué lentamente hacia mi boca. En cuanto pude saborear un trozó de estas, el mundo a mi alrededor se detuvo.

Decir que era deliciosa no le hacía justicia. Exquisita, tal vez.

Procedí a devorarla y no pude evitar soltar un gemido. De todas maneras todos moriríamos de alguna manera u otra. Jax enarcó una ceja y sonrió.

—Me alegra saber que no eres el tipo de chicas que ordena ensaladas en McDonald's.

Casi escupí mi hamburguesa. ¿Qué estaba insinuando? Entrecerré los ojos y terminé el último bocado. Una vez que mi plato quedó limpio, Jax me ofreció postre. Obviamente negué con la cabeza y rodé los ojos. Estaba demasiado llena. Pidió la cuenta y la pagó, dejando una buena propina. Nos pusimos de pie y caminamos hasta la puerta. Literalmente estaba a punto de explotar, no debi haber comido tanto.

Estaba a punto de quejarme nuevamente, pero algo —mejor dicho, alguien— llamó mi atención. Recargado en la puerta y con una expresión sombría, se encontraba un hombre mayor. Sus ojos verdes no estaban posados en mí, sino en Jax; lo miraba como si este hubiera salido de una película de terror. Su cabello canoso estaba largo y descuidado, como si su higiene personal fuera lo último en sus prioridades, y eso solo hizo que me entrara más curiosidad por saber quién era. Al parecer nadie que me gustaría conocer, ya que Jax se tensó instantáneamente a mi lado.

Lo miré de reojo y por lo marcada que se encontraba su mandíbula, deduje que ver a este hombre no le causaba ningún placer. Me incliné más hacia a él.

El hombre, quien pareció haberme visto por primera vez, se aclaró la garganta y asintió hacia Jax a manera de saludo.

— Sam, no sabía que estabas en la ciudad.

A Little DeathWhere stories live. Discover now