Adam se sentó en una de las bancas de metal, apoyó sus manos a cada lado de sus piernas y miró los adornos que colgaban del techo. Cambió la posición de su cuerpo, bajó la cabeza y, para su sorpresa, se encontró con un par de ojos pardos que lo observaban con estupefacción.

Adam abrió la boca y los ojos por la impresión. Si hubiera estado vivo y ese cuerpo fuera suyo, seguramente sus latidos cardíacos se habrían acelerado ante la imagen que tenía enfrente. Inhaló aire, dispuesto a salir corriendo.

Se puso de pie, pensó hacerse el desentendido y fingir no conocer a la persona, pero sabía que eso no funcionaria. ¿Qué demonios le diría a su hermano y a su exnovia? ¡Estaban a pocos pasos de él!

Se rascó la cabeza.

—A-A-dam —balbuceó Alicia en un tartamudeo, lo miraba desde una silla de ruedas.

Él negó con la cabeza.

—Eres tú. —Alex insistió, su semblante vacilaba entre la sorpresa y la confusión. De una u otra forma, Adam notó que su hermano parecía comprender algo—. En verdad eres tú —repitió.

—Se... se equivocan —dijo él. No sabía qué hacer ni qué decir.

—Estás vivo.

Adam negó con la cabeza, observó a Alicia que comenzaba a llorar. La reacción que tuvo la muchacha fue la razón que empujó a Adam a salir corriendo hacia la entrada contraria, empujando a varias personas en su camino. Cuando se volteó, notó que su hermano también lo seguía muy de cerca.

—¡Adam! —vociferó.

Él no se detuvo. ¿Qué iba a decirle? ¿Que había pactado con un demonio por y para su bienestar? ¿Que era el causante del horror que azotaba Grigor? ¿Qué iba a decirle si se detenía a hablar con él?

Iba bajando las gradas que lo guiaría hacia el estacionamiento trasero del centro comercial cuando algo se abalanzó contra su cuerpo, haciendo que cayera contra el suelo y le impidiera levantarse para seguir huyendo.

Varias personas se habían detenido a observar la escena sin comprender, muchos se quejaron por el desastre que se armó durante la persecución. Alex fue el primero en recobrar la compostura; arrastró a Adam fuera del centro comercial hasta guiarlo a una parte alejada. Enfrente de una casa de tres niveles, Alex golpeó a Adam contra una pared para inmovilizarlo.

—¿Dónde está? —preguntó Alex.

Adam no entendió.

—¿Quién?

—Ese monstruo. —El rostro enfurecido del mayor de los Foster era algo que Adam raras veces había visto.

—No sé de quién hablas.

—No lo ocultes, Adam, sé que ese demonio está detrás de esto.

La sorpresa que se llevó ante la declaración fue demasiada, se preguntó cómo sabía de la existencia de Herón.

—¿Cómo lo sabes? —Logró preguntar, mas no hubo respuesta—. ¿Él te lo dijo?

Alex asintió.

—¿Cuándo?

—¿No lo recuerdas?

—¿Qué? —preguntó Adam.

Alex soltó un suspiro y aflojó el agarre que tenía alrededor del cuello de la camisa de su hermano. Le hizo un breve resumen de lo sucedido con el niño que Alicia halló en las afueras de una colonia meses atrás.

—¿En verdad no lo recuerdas?

Adam volvió a negar con la cabeza.

—Recuerdo que dejó mi alma en el cuerpo de un niño. Cuando volví, había pasado una semana más o menos. No soy consiente qué pasó durante ese tiempo —contó, pensativo.

Cuando los demonios lloranUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum