#32.5: Ni me gustabas tanto

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Andrea.

¿Cómo llegué a esto?

Esa es una pregunta que me hago todos los días justo después de darme cuenta de mi patética existencia, primero fui una niña invisible, luego un perrito faldero, luego, cuando al fin consigo ser considerada una más, sirvo de árbitro, luego de doctora corazón, después a amiga traumada por el suicidio de una de sus únicas dos amigas, decido huir para empezar de nuevo, ¿y qué pasa? Termino como una loca de la hay que alejarse o te arruinará la vida.

Lo único estable en mi vida es Steven y mi afición de arruinar mi propia felicidad, y en momentos así no puedo determinar cual de las dos es más triste.

Antes tenía un novio que me adoraba, amigos que siempre me apoyaban y me sacaban una sonrisa, ahora, gracias a mi afición a arruinarlo todo, estoy atrapada con mi vecino de toda la vida y mi mejor y única amiga, la cual tiene un complejo de víctima e inestabilidad emocional, ya que se pone a llorar por cualquier cosa, por ejemplo ayer estaba llorando cuando Steven trajo hamburguesas, ya no supe si era porque le recordaban a José o porque no había comido nada grasoso en un mes.

Miro el techo con aburrimiento, Steven quiso sacar a Valeria a que volviera a ser la culisuelta que solía ser y como soy la más puritana del trío tuve que quedarme en caso de que necesiten un auto porque ambos se embriagaron.

Me levanto dispuesta a ver alguna serie para matar el tiempo cuando ni celular empieza a sonar con una canción de amor, maldigo en silencio, había olvidado que le había puesto un tono especial a José.

Es fácil olvidarlo cuando nunca te llama.

Agarro el teléfono mientras me cuestiono si contestarle es buena idea, pero la curiosidad por saber porque me ha llamado me gana y contesto la llamada.

—¡Andy! —La voz emocionada de Alexa me alarma, ella empieza a reírse mientras escucho en el fondo una maldición de José.

—Alexa, ¿estás ebria? — le pregunto con una ceja arqueada, ella nunca bebe, significa que algo debe haberle pasado.

—¿Quién eres? ¿El maldito alcoholímetro? — me pregunta molesta y eso confirma mis sospechas.

—¿Por qué me llamas? — le pregunto frunciendo el ceño.

—Extrañaba tu voz, es tan dulce — me dice ella emocionada y luego suelta un aullido de ternura —. Lástima que seas una perra.

—Ouh — digo desconcertada mientras escucho como José le pide a Alexa su teléfono y ella dice que está hablando conmigo.

—¡Andy! — exclama Alexa por el teléfono en tono triste —. Necesito una chica aquí, José no es tan sensible para curar mi corazón de posho¹.

—¿Y quieres que yo vaya? — le pregunto confundida.

—Dah, por eso te llamo — me contesta ella mientras escucho un forcejeo en el fondo, como que José quiere quitarle el celular pero Alexa no se deja.

—¿Dónde están? — pregunto y ella me da las mejores indicaciones que puede en su estado, las anoto y por alguna razón del destino, voy.

Llego al bar, donde muestro mi identificación en la entrada y me meto buscando a Alexa y a José con la mirada para terminar hallando a la ojiazul arriba de una mesa cantando y llorando.

Todo sería diferente si tú me pinshis quieras — canta/grita ella mientras su amigo trata de bajarla de la mesa.

—Alexa, bajate de la mesa, hay que hablar de tus sentimientos

Solo dame una razónWhere stories live. Discover now