#9: Metrosexual

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Agosto.
Valeria.

Bien, salir con Steven es divertido. Corrección, salir con Steven y sus amigos es divertido.

Estoy sentada sobre el coche de alguien bebiendo una lata de cerveza barata mientras me rio de la sesión de bullying hacia el idiota de mi novio.

—Así que, Valeria, ¿qué se siente saber que Steven te usa para no admitir que es gay?— me pregunta uno de ellos y pongo una mano en mi pecho.

Todo se derrumbó. Dentro de , dentro de — les canto haciéndolos reír a carcajadas.

—No soy gay— se queja Steven—. Solo me gusta estar arreglado.

—Exacto— señalo y me miran confundidos hasta que añado cantando —. Nadie entiende su lado femenino, es un hombre que se quiere ver divino.

Sus amigos ríen divertidos y algunas chicas a mi alrededor cantan conmigo. Estar ebria te permite sentirte ligera, olvidar lo que te pesa en la conciencia y pretender que nada te importa ya que no tener noción de nada te hace creer inmortal.

Pero no estoy ebria. Por más que bebo y bebo, no me siento mareada, no me siento ligera, no siento como el dolor en mi pecho desaparece, solo tengo sueño y muchas pero muchas ganas de llorar.

Salir con Steven me deprime más de lo que creí. Estar con él me recuerda a esas miradas de odio que Bianca me dedicaba cuando pasaba a lado de ella en los pasillos, odio y decepción. Siento que regresar con Steven es regresar a ese tiempo donde no valoraba a Bianca como debía y por eso la perdí para siempre.

¿Cuándo pasó? ¿Cuándo dejó de importarme? Éramos las mejores amigas, nada ni nadie podía separarnos, lo intentaron, varias veces, chicos, chicas, nuestros propios padres. Nadie lo logró. Abría a la gente como el mar rojo con solo poder estar cerca de Bianca, en los equipos nadie evitaba que trabajará con ella, éramos inseparables.

Ella solo se enamoró de mí. Su único pecado fue amarme, y yo la castigué de la forma más horrible causando que ella ya no esté y si antes la culpa me carcomía por dentro, ahora lo único que siento es dolor.

Daría cualquier cosa por no sentir dolor, este dolor infinito que vive en mi interior. Haría cualquier cosa para que el dolor se detuviera, para olvidar que alguna vez conocí a Bianca y así ya no sufrir por su muerte, pero no es así, su muerte es un peso en mi espalda del que nunca me podré aliviar.

Pude amarla de la forma en la que ella lo hacía, pude haber fingido solo por ella, de por sí, yo la amaba. Quería envejecer con ella, aunque de la misma forma que ella. Pero yo la quería y ella murió creyendo que la odiaba tanto como ella deseaba odiarme.

—¿Valeria? —Volteo al origen de la voz para encontrar el rostro de José vestido como uno de los amigos de Steven, sonrió sin siquiera pensarlo y cierro los ojos. Vaya, de verdad lo necesito, abro los ojos para encontrar a un amigo de Steven cuyo nombre no me interesa.

Sonrió de forma falsa pretendiendo que no estaba pensando en Bianca con ganas de llorar y luego recordar a José me puso peor.

Me disculpo con los amigos de Steven y empiezo a caminar hacia mi casa con paso decidido.

No sé que me pasa últimamente, al parecer lo extraño bastante, extraño hablar con él. José es de las pocas personas con las que me siento realmente cómoda y eso que solo salí con él unas tres veces en esa semana que estuve allí.

La universidad. La cena. El parque.

El parque. El recuerdo de haber estado jugando con José durante un par de horas mientras reía y me divertía parece tan brillante en mi memoria comparado el ambiente gris que rodea a Villa Dorada.

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