Epílogo: He vivido

188 24 58
                                    

Junio, 2026.

Diez años.

José no sabía con certeza en que momento había pasado tanto tiempo de forma tan rápida. Cerro los ojos y recordó donde estaba hace diez años.

Sonrió ante el recuerdo de sus amigos arrastrándolo hacia una piscina para que se integrara al festejo de salir de la preparatoria. Recordó dejarse flotar en el agua mientras se imaginaba en donde estaba ahora.

Pero ninguna fantasía podía equivalerse a la realidad. Valeria llegó a su vida poco después, mandando todo de cabeza. Nunca había sentido tanto como cuando la conoció. José estaba maravillado con la misteriosa pelirroja que había llegado solo para dejarlo queriendo más.

Él nunca olvidará la primera vez que la vio. Fue por un café cuando vio a una pelirroja viendo a su alrededor perdida. La había visto desde afuera, su belleza siempre lo había cautivado. Su cabello, no era muy naranja, ni muy rojo, un color único que solo ella podía lucir. Sus ojos, cafés, grandes y brillantes que daban un aura misteriosa, querías conocerla pero a la vez no. Su cara, redonda y llena de pecas, era hermosa. Era esa clase de chica hermosa que sabe que lo es y se aprovecha de ello, parte de él le dijo que si se acercaba sufriría demasiado, pero si no lo hacia se iba a arrepentir.

Y no lo hizo. A pesar del dolor y el sufrimiento que conlleva amarla valía la pena, amaba estar con ella, la amaba, la ama. Nada puede compararse con la sensación que Valeria deja en su pecho, ese sentimiento de que todo estará bien aunque no lo parezca, ese sentimiento que te hace querer más a la otra persona por más defectos que tenga.

Eso él solo lo sintió con Valeria. Se enamoró de otras chicas, más hermosas, más inteligentes, más amables, más adecuadas para José. Con los mismos gustos, polos opuestos, ninguna pudo compararse con Valeria, y, a pesar que él nunca lo admitió hasta aquel día que la vio, siempre las comparó inconscientemente.

Ahora estaba frente a ella, tomando sus manos, ella usaba un vestido blanco sencillo, él usaba el mejor traje que pudo encontrar. Ambos se habían levantado esa mañana y para darse cuenta que no necesitaban una boda grande como la que sus amigos planeaban para casarse, sino lo que necesitaban era casarse lo más pronto posible.

Ella se veía radiante con su cabello pelirrojo y corto rizado en un peinado rápido que se hizo, su vestido blanco comprado a la rápida la hacía verse más hermosa de lo que ya era.

—Acepto —dijo ella sin dejar de sonreirle a la pregunta que el ministro les hizo. Estaban en una capilla al estilo de Las Vegas, a pesar que todo estaba decorado de flores y corazones de papel parecía ser el lugar más maravilloso del mundo.

—Acepto —dijo él al escuchar las preguntas del hombre vestido de Dumbledore que los estaba casando.

Según a lo que había visto, la pareja anterior era potterhead por lo tanto habían pedido que se vistiera así, y como, ninguno de los dos quiso esperar, decidió que Dumbledore también los casara.

—Ahora, puede besar la novia y recuerden, no sientan lástima por los muertos, si no por los vivos, sobretodo los que viven sin amor —dijo el hombre con una sonrisa, o eso creyeron José y Valeria y ambos se besaron, escucharon las fotografías y como las parejas que esperaban su turno estaban aplaudiendo.

Ambos abrieron los ojos y salieron corriendo tomados de la mano. Una vez afuera, Valeria se lanzó sobre su ahora esposo y éste le dio vueltas de la felicidad.

—Finalmente —dijo ella con un suspiro y lo volvió a besar —. Ahora podemos hacer cosas de esposos.

—¿Cómo qué? —le preguntó José con una ceja arqueada.

—Tramitar un crédito en pareja y endeudarnos por años —le dijo ella en broma mientras recargaba su cabeza en el hombro de José —. Si el amor no nos mantiene juntos, una deuda lo hará.

Él rió divertido mientras caminaban de la mano hacia su coche, el cual, para festejar la ocasión, lo habían lavado. Ambos vieron el carro y empezaron a reír divertidos, donde subieron riendo mientras ambos se llamaban "Señor y Señora Perez".

•°•°•°•

Valeria caminaba de la mano con su esposo por la playa, se sentía en las nubes, no sabía porqué se sentía tan diferente pero se sentía de esa manera. Ella se acercó a él y lo besó en los labios.

—Te amo, ¿lo sabes? —le preguntó ella y José suspiró aliviado en forma de broma.

—Bueno, al menos sé que no estás casada conmigo por mi dinero. —Valeria soltó una carcajada al escuchar eso. —También te amo.

—¿Recuerdas cuando estábamos acostados en el parque viendo al cielo? —le preguntó con un brillo en los ojos mientras él trataba de recordar.

—Tienes que ser un poco más específica —le dijo él con una mueca.

—Estaba nublado y ese día no tuvimos sexo —le dijo ella señalándolo y él se rió divertido pero sonrió alegre.

—Oh, creo que fue después de perder el concurso de artes — le dijo José con una sonrisa titubeante, a pesar de los años y los diferentes cursos que habían tomado las carreras de Ire y él, José nunca había superado esa pequeña derrota.

—Si —respondió riendo —. Me dijiste "después de la tormenta, siempre viene el arcoiris".

—Algo muy sabio de mi parte —dijo él en tono arrogante y ella se empezó a reír.

—José, por favor, estoy tratando de ser cursi —le dijo ella riendo.

—Pero ese es mi trabajo —se quejó él y ella rió para poner su mano en la boca de su esposo.

—A lo que iba —le dijo ella —. Tú eres mi arcoiris, José Armando Perez Ortega-Núñez, siempre lo has sido, desde el primer momento en el que te vi me brindaste esperanza y amor, algo que siempre, siempre te agradeceré.

José se quedó en silencio, tratando de sonreirle a su esposa, antes que ésta se diera cuenta de lo que estaba pasando.

—Oh, mi José, ¿estás llorando? —le preguntó ella con ternura mientras agarraba su rostro entre sus manos.

—No —mintió —. Se me metió arena en el ojo.

Valeria soltó un sonido de ternura y volvió a besarlo, un beso un poco más largo que los anteriores, creyeron oír a alguien gritarles que se consiguieran un cuarto, lo que los hizo reír.

—Aún no lo hemos hecho sin pena en la arena —le susurró ella en el oído.

—Y esa es la Valeria con la que me casé —dijo José divertido y ambos siguieron caminando.

Valeria vio el pasado, vio su dolor y todo lo que había sufrido, suspiro y supo que había valido la pena. Le había dicho a la vida "solo dame una razón para seguir viviendo" y ésta le mandó a José.

Los dos eran lo que el otro buscaban, lo que el otro había anhelado y lo que el otro necesitaban y se habían Encontrado.

Valeria aprendió que hay que aprender a vivir y que, aunque todo parezca perdido, no hay que perder la esperanza. La tormenta la había consumido y su arcoiris vino a salvarla.

Ella estaba realmente feliz desde hace mucho tiempo. Miro al cielo y supo que Bianca la apoyaba desde el más allá, sabía que la encontraría de nuevo, no sin antes de disfrutar lo que le quedaba con su esposo.

De verdad eran una pareja dispareja destinada a estar juntos.

Fin.

Solo dame una razónTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon