#8: Zona de amigos

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José.

Me acuesto en mi cama viendo el techo sintiéndome muy estúpido. Creí que con estas semanas de llamadas podría llegar a una relación a distancia con Valeria, pero no. Era obvio que ella preferiría a alguien que viviera en la misma ciudad.

Ella me ha llamado varias veces pero no le he contestado, al igual que Raquel, Noé, Óscar, Saul, Alexa y Andrea y lo sé porque para cada uno tengo un tono de llamada diferente.

El de Valeria es una canción sobre la friend zone.

Suspiro frustrado al escuchar la tercera llamada consecutiva de Raquel. No quiero hablar con nadie, ellos deberían acostumbrados ya que cuando pinto no contesto pero ellos siguen insistiendo.

Me voy a mi estudio, dejando el celular en mi cuarto dispuesto a hacer algo. Aunque no tengo ganas de hacer nada, ni siquiera de quejarme, estoy decaído.

Recuerdo el castigo de mi madre cuando se me ocurre una idea, agarro mi chaqueta, me pongo zapatos y salgo de mi casa dejando el celular en casa. Saldré a caminar para despejar mi mente, con suerte encuentro la inspiración para hacer algo. Camino por un parque cuando una mansión negra me llama la atención,  es una academia para niños con capacidades diferentes o algo así me dijeron, nunca me he sentido muy curioso con respecto a esa casa. Aunque lo admito, la mansión es bonita.

Empiezo a caminar a casa de Noé para decirle lo que pasa con Valeria esperando que él lo entienda. Digo, está enamorado de Alexa y tampoco le corresponde por lo que está en la friend zone. Sí, él es el indicado.

Estoy caminando cuando escucho una melodía de guitarra, camino dentro del parque y junto al estanque donde siempre hay patos hay una chica con aspecto descuidado tocando la guitarra mientras canta una canción.

Y tal vez si fuera alguien más, al final me podrías amarcanta ella y no me doy cuenta que estoy en su campo de visión, por lo que cuando abre los ojos grita y trata de golpearme con su guitarra.

—¡Whoa! Calmate— le digo esquivando el guitarrazo.

—No me digas que me calme cuando llevo meses peleando con drogadictos porque quieren llevarse mis instrumentos para venderlos por drogas— me dice ella alterada. La veo bien, está sucia, al igual que su ropa.

Se ve descuidada, como si llevará días en la calle con su sudadera vieja y sus jeans rotos, usa una gorra, supongo que para cubrirse del sol, a su lado veo tres maletines. Uno con forma de violín, otro con forma de saxofón y otro con forma de flauta.

—¿Vives aquí?— pregunto muy preocupado de repente. Ella me mira con desconfianza al inicio pero suspira cansada.

—Sí, huir de casa para ser musico no siempre es buena idea— me dice encogiéndose de hombros.

—¿Quieres ir a una casa y usar un baño?— le pregunto y ella sonríe con tristeza.

—¡Sí!— exclama y se pone a llorar. Yo me acerco y palmeo su hombro, pero ella abraza—. No me importa si resultas ser un violador, cualquier cosa es mejor que estar en la calle huyendo de policías que no te dejan dormir en las bancas.

La ayudo a llevar sus instrumentos, para empezar a caminar, en el camino ninguno dice nada, llegamos a mi casa donde ella la observa maravillada, entramos a la casa y ella se muestra tímida.

—Tranquila, pasa. No soy un vendedor de órganos — le digo, ella mira al interior de casa con interés y entra. Subimos al segundo piso y la dejo en mi habitación en lo que subo al ático por la ropa antigua de Jazmín y le llamo a la misma con el celular que acabo de agarrar.

Solo dame una razónWhere stories live. Discover now