Eso sorprendió a Camila. Se incorporó rápidamente y clavó sus ojos en los de Lauren, buscando algún rastro de las típicas bromas y jugarretas que le hacía vez que tenía oportunidad. Pero su mirada estaba tan limpia y mostraba una sinceridad imposible de negar. Lauren era juguetona como una niña pequeña, pero no era mentirosa. Había una casi imperceptible diferencia en ello y Camila sabía distinguirlas a la perfección.

- ¿Quieres que conozca a tu abuela? - preguntó atónita para comprobar lo que los ojos de Lauren le estaban comunicando.

- Claro que sí. Mi nonna Isabella te adorara tanto como yo te adoro a ti. Hace mucho que no viene, pero debemos tomar las precauciones necesarias.

- ¿Estás segura de ello? - replicó Camila algo preocupada.

- Por supuesto. Isabella Rossellini puede ser una católica acérrima, pero sabe reconocer cuando hay algo puro de por medio. Y yo pongo las manos al fuego cuando digo que lo que siento... sentimos es quizás lo más puro que ha existido en mi vida.

Tras decir esto se apagó un poco. Camila entendió de inmediato que Lauren estaba recordando lo que le había pasado cuando era pequeña y lo que menos quería era que se deprimiera después de haber avanzado tanto. La chica la rodeó entre sus brazos y apoyó su cabeza encima del pelo de la otra. El olor del shampoo que usaba para bañarse atacó sus sentidos de inmediato y se sintió flotar en una nube de paz y armonía.

- Tú eres eso y más para mí, Lauren. - Besó tiernamente la coronilla de su cabeza tras lo que se escuchó un suave quejido. - Eres esa estrella que nunca desaparece y que guía a los marineros a destino. Eres esa luz que me guía en medio de la oscuridad y la lluvia que riega mis cosechas. Para mí, tú eres la encarnación de todo lo bueno que existe en este mundo. Por favor nunca lo olvides. No dejes que lo malo se anteponga a todo lo valioso que posees.

Lauren estaba sollozando en silencio y apretó a Camila hacia su cuerpo. Nunca había creído que podía despertar en alguien sentimientos tan hermosos. No sabía si iban a estar juntas para siempre, pero quería que estuviera con ella el mayor tiempo posible.

- Te quiero demasiado. - dijo Lauren con algo de tristeza en su voz. - Tanto que me da miedo que el día en que sepas cómo soy yo en realidad quieras alejarte de mí o que te canses de mí. Es increíble cómo me motivas día a día a ser mejor persona. Es algo inexplicable. Es como tener en tus manos un arma y no saber si en algún momento esta se volverá en contra tuyo.

- Lauren. - contestó Camila con una sonrisa. - Yo no soy ningún tipo de arma. Me encanta que te estés abriendo a mí y que confies tanto como lo haces ahora. Pero quiero que me hagas la promesa de que si, por algún motivo no puedo estar a tu lado, no vuelvas a ser esa huraña mujer que conocí meses atrás. Prométeme eso, por favor. Nuestra felicidad la construimos nosotros todos los días y esta no debe de depender de los demás.

Lauren dudó un poco al escuchar lo que le estaba diciendo Camila. Tratar de imaginarse la vida sin ella era algo casi imposible, pero no podía negar que esta tenía razón. Había olvidado lo reconfortante que era estar lejos de la sombra de su pasado, sin tener en su cabeza las veinticuatro horas del día el tacto de ese bastardo sobre su piel que volver a eso era una verdadera tortura. Respiró profundamente y le contestó con toda la veracidad que pudo reunir:

- Te lo prometo.

* * *

Camila cerró la puerta de la habitación de Lauren y salió de esta con varias cosas en su cabeza. Tras hablar con la chica, llegó a la conclusión de que tendría que enviarle esa carta a Daniel lo más rápido posible. Siempre se había caracterizado por ser una persona que no jugaba con los sentimientos ajenos y el chico no se lo merecía. Y tampoco Lauren se merecía que ella estuviera haciendo eso. Tenía más que claro el esfuerzo que esta estaba haciendo para tratar de recuperarse y así no hacerle daño a ella ni sí misma que no podía cometer semejante acto tan ruin.

Smoke Gets In Your EyesWhere stories live. Discover now