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Volví a abrir los ojos, pero esta vez con un sentimiento horrible de cansancio. A penas podía pestañear. Estaba sentada en el suelo, eso podía sentirlo, pero cuando intenté moverme algo me lo impidió. Miré hacía mi mano, la cual estaba encadenada a un radiador con unas esposas.

— Buenos días bella durmiente —dijo alegre mi tío.

— Qué me has hecho...

— Te he inyectado acónito en el cuello, pero tranquila, no te matará —dijo— solo te dejará sin poderes durante un par de horas.

— Preferiría estar muerta.

— No lo creo —contestó seguro— ¿Qué harías sin tu novio Liam?

Saqué fuerzas de dónde pensaba que ya no existían para pegarle un puñetazo en su estúpida cara. Él se tocó la zona afectada y, acto seguido, me cogió del cuello para pegar mi cabeza contra la pared. Gemí de dolor, y pude sentir la sangre salir de la parte de mi cabeza que había sido estampada contra la pared.

— No vuelvas a hacer eso —gruñó, aprentando más mi cabeza contra la pared, pero cuando puse la mueca de dolor, rápidamente me soltó y sonrío— Perdón, supongo que todavía no controlo la fuerza.

Cogió mi cabeza y tocó en la parte de dónde sentía que salía la sangre, y poco después, todo dolor desapareció.

— Para que veas que no soy tan mala persona al fin y al cabo —dijo.

— Prefería estar agonizando —intenté gritar, pero mi garganta dolía mucho y la voz se me entrecortaba.

Él sonrío y se dirigió hacía la puerta.

— Voy a prepararte algo de comer.

Y no me dio tiempo ni a contestar, cuando él ya había salido y cerrado la puerta. No sabía que estaba pasando, ni si quiera podía recordar cómo había llegado aquí, solo recuerdo ver a Theo inconsciente y luego un golpe en la nuca... y a Louis, recuerdo que Louis estaba involucrado en todo esto, y no pude evitar sentirme traicionada. Yo le di mi voto de confianza pese a que nadie le traía buenas vibraciones, yo quedé con él cuando se supone que no debía haber salido a la calle. Y ahora estaba aquí, y era responsabilidad mía. ¿Qué le habrá pasado a Theo?

Estúpida, estúpida, estúpida.

Intenté sacar las garras, pero no pude. No me creía que me hubiese dejado literalmente sin poderes. También intenté hacer una esfera de fuego, pero no podía, cada vez que lo intentaba sentía que la cabeza iba a explotarme. Intenté con la telequinésis mover, aunque fuese, un trozo del jarrón roto que seguía ahí, pero no pude.

El sonido de la puerta de alertó, y vi a mi tío entrar con un vaso de agua y un plato en el que había un sandwich.

— Toma —dijo, y me tendió un sandwich en un plato.

Miré ambas cosas por unos segundos, luego miré a mi tío, y seguidamente a la persona que estaba apoyada en la puerta. Luego volví mi mirada al plato, y sonreí. Lancé el plato hacía la pared que tenía a mi derecha, haciendo que se rompiera, y luego hice lo mismo con el sandwich, que había quedado por partes pegado a la pared y se deslizaba hacía el suelo.

— Pues menos mal que no te he traido cubiertos, ¿no? —dijo mi tío alzando las cejas mientras se encogía de hombros, cosa que me ponía bastante nerviosa— ¿Agua?

Me la dio, e hice lo mismo que había hecho con las dos cosas anteriores: lanzarlas.

— Dasio, ¿por qué no dejas de darle cosas si sabes que no las va a aceptar? —río el chico.

Mi tío me sonrío, y después se giró hacía el chico medianamente joven que distinguí como su compañero.

— ¿Te crees muy gracioso, no? —dijo.

Y no le dio tiempo ni a contestar, cuando mi tío hizo una esfera descomunalmente enorme y la lanzó contra aquel chico, haciendo que sus gritos de dolor inundaran mis oídos, y con un movimiento de mano, mi tío le partió el cuello. Yo me tapé la boca con la mano libre, sin creérme lo que acababa de ver. Nunca había visto una muerte.

— Eso es lo que hay que hacer, Leyla. Matar a quien se te interponga en el camino —dijo más serio que antes— Matar a quien te moleste, vengarte, y triunfar. Siempre hay que ganar.

Yo no podía articular palabra alguna. Estaba en estado de shock. No podía dejar de mirar el cuerpo sin vida del joven. Tal vez los demás están acostumbrados a ver muertos, pero yo no.

— Leyla, voy a hacer algo que debería haber hecho desde el primer día que me tocaste las narices —dijo, y de imprevisto, esposó mi mano libre al radiador— vas a creerme por fin, vas a apoyarme, y me ayudarás.

— ¿Qué? No, no... —intenté mover las piernas para apartarle de mi, pero él estaba presionando mis piernas con las suyas, causándome dolor e incapacidad de moverlas.

Empezó a pegarme las mismas pegatinas con la máquina que le ví pegadas a Theo.

— Esto te va a dar un pequeño calambrazo, pero nada del otro mundo —dijo tranquilo y sonriente— Nos vemos en un rato Leyla, es más... quiero que sepas algo —se acercó a mi oído— recuerda que la clave es matar a quien sientas que es una molestia, una amenaza, un obstáculo.

Después de eso, solo pude gritar debido al calambrazo que recorrió por todo mi cuerpo, haciendome pasar en cuestión de segundos por mi memoria todo lo que recordaba, tanto en la Tierra como en el Cielo, para luego sentir un inmenso vacío, y luego, no sentir nada.

ángel caído » liam dunbarWhere stories live. Discover now