capítulo 20

4.8K 366 28
                                    

Abrí los ojos, pero la luz que dio directamente en estos hizo que rápidamente los cerrara. Me quedé meditando unos segundos por qué mi cama estaba tan fría y era tan incómoda. Y me di cuenta de que no era mi cama.

Me reincorporé tan rápido y estaba tan nerviosa que no me dio tiempo ni de pararme a pensar en el mareo que me había dado por levantarme tan deprisa. Miré hacía todos lados, y si la idea de estar en la veterinaria había cruzado mi mente, acababa de desvanecerse por completo. Esto no se parecía ni en pintura. Estaba, ahora sentada, en una mesa de metal. Pero alrededor no parecía haber indicios de que esto fuese algo clínico o laboratorio, lo demás eran muebles normales de hogar. Lo único raro era la mesa de metal.

— Menos mal que te despiertas —dijo un hombre en la puerta— tu jodido tío estaba volviéndome loco.

¿Mi tío estaba aquí? ¿Dónde se supone que estoy? Intenté ponerme a recordar, pero cuando vi que aquel desconocido que al parecer conocía a mi tío, tuve que pensar rápido en coger la primera cosa que podía hacer daño para defenderme: un jarrón.

— Oye niña, mejor suelta eso —dijo el hombre sonriéndo irónicamente.

— Tienes razón —dije, y solté el jarrón haciendo que se rompiera y el hombre se sobresaltara con el sonido, y aprovechando su distracción, creé una esfera de energía y la lancé contra él, provocando que saliera volando hacía la pared, dejando a susodicho inconsciente y, de paso, rompiendo la pared.

Miré mis manos, en estas ahora habían garras blancas, así que supuse que estaba en todas mis facultades sobrenaturales, por eso cuando un dardo venía directo hacía mi, lo cogí al vuelo, aplastándolo y tirándolo al suelo.

Nunca antes había tenido tanto control sobre mí misma.

— Leyla, ¿alguna vez podrás no causar ningún desastre, ni... —mi tío se acercó al hombre al cual acababa de derribar y se agachó para tomarle el pulso— dejar inconsciente a mis compañeros?

— ¿Qué hago aquí? —gruñí.

— Bueno, por voluntad propia no estás, eso es bastante evidente —dijo, haciéndome burla, así que con mis manos hice una esfera de electricidad, dispuesta a lanzársela— ¡Bueno, relájate! Tienes que aprender a controlarte.

— Créeme, me estoy controlando —dije— ¿Qué hago aquí? No lo voy a volver a preguntar.

— Te he raptado para hacerte ver que estás siendo estúpida e ingénua por no hacerme caso cuando digo que debemos vengarnos del Señor. ¡Él no se merece el puesto que tiene, hay que acabar con él!

No le hagas caso Leyla, sabes que eso no es verdad —dijo Diel a mí lado.

— Joder, el que me faltaba —bufó mi tío asqueado— Diel, ¿podrías no meterte dónde no te llaman? No te veo, pero si te siento.

Saldrás de aquí, yo te sacaré —me dijo Diel ignorando completamente a mi tío Dasio.

Este sonrío, y negó repetidamente con la cabeza mientras chasqueaba la lengua.

— Y también puedo sentir cuando conspiran contra mi —dijo mi tío mientras se le iluminaban los ojos de color gris oscuro y sonreía— Así que voy a dejarte sin poderes un rato, ¿vale cariño? Solo por tu bien.

Antes de que me pudiera dar cuenta, un rayo se introdujo por mi pecho, electrocutándome lo suficiente como para dejarme consciente pero inmóvil.

— Tienes que entenderme Leyla, —habló mi tío, y de a poco veía como él se iba acercando a mi— tengo que tenerte a mi favor.

Sentí un profundo pinchazo en mi cuello, y de repente y por segunda vez, todo volvió a ser negro.

ángel caído » liam dunbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora