Parte 94: Bosque (Real)

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- Eres un cursi romántico de lo peor... - susurró ella, girándose para mirarlo, comenzando a hablar muy cerca de sus labios. – Y por eso me encantas, Jorge...

- Quiero que pasemos un rato agradable, haciendo todas las cosas que no podíamos hacer mientras estabas en el hospital. – él le acarició la espalda. – Te amo, hermosa.

- Y yo a ti. Vamos a ver a Arturo. – dijo ella, tomándole la mano y guiándolo hacia la construcción de ladrillo.

Cuando se acercaron, ella tocó en una puerta y, al poco tiempo, salió un hombre alto, que la miró como intentando reconocerla.

- Hola, soy Silvia, ¿me recuerdas?

- ¿Silvia? ¡Silvia Angélica! – ella se acercó a abrazarlo y él le correspondió. – Claro que te recuerdo, ¿cómo estás? Cuánto tiempo sin vernos, pensé que habías desaparecido de la faz de la tierra, jamás pensé encontrarte de nuevo. – se soltaron y él la detalló de los pies a la cabeza; Jorge sintió una punzada en el estómago. – Estás preciosa, como siempre.

- Ay, cálmate, nunca te parecí preciosa. Mira, te presento a Jorge, él es mi... prometido. – ella dio un paso hacia atrás y le tomó la mano a Jorge. – Mi amor, él es Arturo; es hijo de la señora que trabajaba en mi casa cuando era pequeña.

- Mucho gusto. – dijo Jorge, acercándose para estrecharle la mano. El saludo que se dieron no fue precisamente amistoso, pero ninguno de los dos dijo nada para no incomodar a Silvia.

- ¿Tu prometido? Pensé que... te habías casado, ¿me equivoco?

- Sí me había casado, pero... fue un gran error, así que... estoy empezando de nuevo y estoy segura de que... esta vez no voy a equivocarme. – dijo, mirando a Jorge con ternura.

- Me gustaría saber qué ha sido de ti durante todo este tiempo; ¿quieren almorzar? – preguntó, sin dejar de mirar a Silvia.

- De hecho... - comenzó a decir Jorge, buscando algo en el bolsillo de su camisa; sacó un sobre y se lo entregó a Arturo.

- Ah, así que usted fue la persona que hizo la reservación de la cabaña. ¿Quieren llevar de una vez sus cosas?

- Sí, por favor, y después venimos a almorzar con calma. – le contestó Silvia.

Arturo los acompañó a buscar sus cosas a la camioneta y los guio a la cabaña que ocuparían. Los dejó luego de decirles que iría a poner la mesa para almorzar; Silvia caminó hacia el centro de la habitación mientras Jorge cerraba la puerta.

- Es... casi como lo recordaba en mi ilusión, excepto porque... aquí hay una sola cama, y en mi imaginación había dos. Y la decoración era naranja, ahora es roja. Pero... no cambian mucho las cosas. Además el rojo es... un color más apasionado.

- Sí... - murmuró él, mirándola fijamente.

- ¿Estás bien? Te noto raro, mi amor. – Silvia se acercó a él y le rodeó el cuello con los brazos.

- Pues... creo que todavía estoy algo sorprendido, porque... no pensé que Arturo fuera real, que de verdad se conocieran, y... Bueno, eso, que me ha tomado por sorpresa.

- Amor, pero no hay nada malo en eso, ¿no? – preguntó, acariciando el cabello de su nuca.

- Sí te das cuenta de que le gustas, ¿verdad? – ella dejó de acariciarlo. – No pongas esa cara, es cierto.

- Jorge, por favor, Arturo y yo somos amigos de la infancia, él es hijo de la señora que trabajaba en la casa cuando yo era una niña, y siempre hemos sido buenos amigos.

En tu miradaWhere stories live. Discover now