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— ¿Cómo sabes en dónde vive? —preguntó Miles, en el asiento del copiloto.

—Llevo toda una vida estudiando con él. ¿No crees que debería saberlo?

—Yo no sé en donde vive la mitad de mis compañeros—mencionó Jensen, Miles asintió estando de acuerdo.

—Normalmente no te interesan las demás personas—agregó y miró a su hermana con una sonrisa pícara.

—Quita esa sonrisa del rostro, comprendo la indirecta que estás diciéndome—el chico se rió y Jensen miró a ambos sin entender lo que estaba pasando.

Sierra estacionó su auto y los tres bajaron. Al tocar el timbre, apareció una señora rubia, era su madre.

—Hola, buscan a Alan? —preguntó sonriendo, Sierra asintió. La Señora miró a la chica y le sonrió alegremente— ¡Tú eres Sierra! Me alegra que regresaras, Alan está en el patio con Bruno. ¡Pasen!—les dijo y los acompañó hasta la puerta trasera.

Se despidió de ellos y regresó a la cocina.

Cuando salieron al patio encontraron a un Bruno metido en la piscina mientras Alan estaba con el teléfono sentado en una de las sillas que estaban cerca. El moreno volteó a verlos y frunció el ceño.

—Alan, llegaron visitas—dijo haciendo que el rubio levantara la vista de su teléfono y la fijara en los tres chicos que acaban de llegar. Se levantó de la silla y caminó hacia ellos.

— ¿Qué haces aquí? —le dijo a Sierra.

—Mi hermano tiene un corazón roto.

Tomó a Miles por los hombros y lo colocó frente al rubio. Miles sólo hizo una mueca sintiéndose peor que antes, tener el corazón roto era una cosa, pero que todo el mundo comenzara a enterarse de ello, ya era suficiente para él.

— ¿Billie?

— ¿Cómo sabes? —le preguntó Miles.

—Te vimos con ella en Sunny Ice una vez—le respondió—, somos amigos de ella, Bruno siempre va a Sunny Ice, es cliente frecuente. Por eso ella nos comentó un poco, no nos dijo nada de ti, pero le preguntamos qué sucedía porque la notamos diferente.

—Diferente, ¿cómo?—preguntó Miles, Alan le pidió que lo acompañara a sentarse.

Sierra tomó al chico del brazo provocando que éste la mirara.

—Le dije que eras bueno en esto—comentó y le sonrió dulcemente—, por favor ayúdalo.

Alan tardó unos minutos mirando a la chica y luego asintió con las mejillas sonrojadas. Caminó hacia una de las mesas y le pidió a Miles que se sentara.

—Lo mejor para un corazón roto es un buen postre—comentó—. Tengo pastel en mi congelador ¿quieres? —Miles asintió—. Perfecto, iré por varias rebanadas y mientras comemos me contarás cómo te sientes.

El chico se alejó un momento, Miles lo observó caminar. Esperaba que al menos cupido, le dijera lo que debía hacer para sentirse mejor.

Sólo los MartesWhere stories live. Discover now