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—Hola, ¿qué tal? Soy Miles—practicó frente al espejo. Una sonrisa falsa apareció en su cara y negó—. Soy patético en esto.

Pasó una mano por su rostro de manera cansada, miró su reflejo frente a él y no pudo evitar compararse con el chico que había visto hace dos semanas; se veía muy confiado, seguro él no tendría que practicar frente al espejo sobre cómo saludar a la pelirroja.

—Okay, Miles, es algo simple—se dio ánimos—. Es sólo acercarte y saludarla, no es complicado, Miles—bajó la mirada avergonzado de sí mismo—. No es complicado—se repitió.

Llevaba más de una hora practicando para acercarse a la pelirroja, no quería parecer raro, pero tampoco quería ser un miedoso. No sabía cómo hacerlo, él simplemente no era bueno con las chicas.

Marvin subió a la cama y Miles corrió hacia él para tomarlo.

—Dime Marvin, ¿cómo le haces para tirarte a la gata de al lado siempre?—esperó por la respuesta de su gato, luego rió torpemente—. No hablándole a alguien que no te va a responder, es lo más seguro—murmuró.

Caminó hacia la ventana para ver si ella ya había llegado, aun nada. Miró su reloj, no faltaba mucho para su hora de siempre.

¿Esperarla en su balcón o esperarla fuera de su casa? Esa era la cuestión.

Podía esperarla en la banca como el otro chico había hecho, que por suerte no volvió a aparecer, pero tal vez ella se sentiría incómoda y lo menos que él quería era hacerla sentir así.

—Puedo hacer como si paseara a Marvin—pensó, no le parecía mal, hasta que otro pensamiento apareció en su cabeza—. ¡Pero se ve tan ridículo un gato con correa! ¿Cómo es que tuve novia alguna vez?

Observó de nuevo y pudo ver cómo ella se acercaba a la parada. Algo raro andaba en ella, tenía la mirada triste, ¿le habría pasado algo?

A la basura su inseguridad, él iría a hablarle.

Bajó corriendo las escaleras y al llegar a la puerta, se acomodó rápido su ropa y un poco el cabello, tomó un largo suspiro y abrió la puerta para salir y poder verla sentada. Caminó decidido hacia ella, la pelirroja tocaba la guitarra, pero el sonido era triste; algo tenía que haberle pasado, no quería preocuparse.

—Hola—dijo bajo pero ella pudo escucharlo, se volteó a verlo y le sonrió dulce. Miles sintió como dentro de él comenzaban a aparecer los nervios que lo caracterizaban.

—Hola—le respondió ella.

—¿M-me puedo sentar?—preguntó, ella asintió y se echó a un lado para darle espacio—. Linda canción—confesó cuando ya se había sentado, tenía la mirada al frente, aunque realmente quería verla.

—Gracias—sonrió—, yo la compuse.

—Está muy genial, pero se escucha un poco triste, ¿es así?

—La escribí por un chico—confesó ella, no sabía por qué le decía eso a alguien que acaba de conocer pero Miles le inspiraba cierta confianza.

—¿El mismo chico que hizo que estés así de triste?—ella bajó la cabeza y Miles le pareció tan hermosa.

—¿Soy muy obvia?

«No, sólo que yo te veo mucho»—pensó.

—No, mis amigos siempre dicen que soy bueno reconociendo las emociones de los demás—dijo, no era completamente una mentira.

—Oh, tienen razón—susurró—, sí es por el chico, pero es complicado.

—Sé que no nos conocemos, pero ¿quieres hablarme de él?—le preguntó esperando un no como respuesta, pero la chica sólo asintió de manera tímida.

Dejó a un lado la guitarra y le dedicó una sonrisa que quedaría guardada en su memoria para siempre.

—Su nombre es Adam...

Sólo los MartesWhere stories live. Discover now