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Ese martes algo raro estaba pasando. Miles observó al chico que se encontraba sentando en el mismo banco en el cual solía sentarse la pelirroja, una mueca de confusión y rabia llegó a él; ¿quién era ese chico? ¿Y por qué sentía que estaba esperando a la chica? ¿Era su novio? ¿Un amigo? ¿O tal vez su hermano? No sabía realmente y quería averiguarlo, por lo que sin pensarlo dos veces salió de su casa y caminó hacia el pelinegro.

— ¿Y tú quién eres?—le preguntó a su lado, el pelinegro volteó a verlo y frunció el ceño.

— ¿Disculpa?—dijo sin entender a qué se debía el alboroto que había hecho el menor, ni siquiera lo conocía.

Fue ahí cuando Miles cayó en cuenta de la estupidez que había hecho. Debía salir de ahí y rápido.

—Eh...no, nada—le respondió regresando lo más apresurado que pudo a su casa esperando que él olvidara ese momento.

Subió a su habitación y caminó hacia la ventana. No había rastros de la chica todavía, pero la duda de quién podía ser el chico la estaba consumiendo completamente; así que lo miró por un momento, era guapo, pero tampoco era alguien notoriamente apuesto, se veía mayor que él, quizás unos dos o tres años porque pudo detallar cómo le crecía un poco de vello facial y su voz era más grave, no a comparación de él que todavía seguían preguntando por su mamá si lo encontraban solo en un supermercado.

A los minutos llegó ella. Los ojos del chico la siguieron hasta caer en sus sospechas, el pelinegro sí la había estado esperando. Vio cómo se levantó del banco y la ayudó con su estuche de guitarra; observó sus manos, no estaban tomadas, una pequeña sensación de alivio había aparecido en él, pero de igual forma no podía confiarse.

La chica volteó la mirada y la dirigió al balcón, Miles la vio y no supo qué hacer, siempre era pillado en esos momentos, así que sólo tuvo que confiar en él mismo y sonreírle de manera amigable; ella hizo lo mismo y luego regresó a ver a su acompañante.

Ambos comenzaron a caminar alejándose de la vista del castaño, pero algo había cambiado. Una nueva idea de acercarse a ella había llegado a su cabeza.

Sólo los MartesWhere stories live. Discover now