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Luego de suplicarle a su hermana mayor que lo ayudara, logró arreglar su cuarto, claro que eso le costó meses de ser el esclavo y bufón de ella; sin embargo, la mejor satisfacción fue ver la cara de asombro de su madre, él sabía que era un desordenado pero solía pensar que en ese desorden tenía su propio orden. Su cuarto jamás había estado tan limpio y todo debía agradecérselo a Lianne quien fue su principal causa para salir.

Esperó toda la semana que fuese martes, estaba decidido de invitarla a salir, aunque tenía miedo que lo rechazase. Ella no estaba en su liga, y él tenía eso muy claro. Observó por la ventana hasta que pudo verla llegar a la misma banca de siempre, caminó hasta sentarse a su lado y sólo se dedicó a observarla mientras tocaba la guitarra.

— ¿Ves esta flor? —le preguntó al dejar de tocar. Una pequeña margarita estaba entre sus manos—. Creo que las flores son cosas muy hermosas y muy inocentes.

—Realmente lo son—respondió mientras la miraba, en la cabeza del chico sólo pensaba que eran igual de hermosas e inocentes que ella.

—Me gustan mucho las margaritas—comentó ella—, tengo un amigo que me ha dibujado una en el cuaderno de clases—riò—, son como una marca propia—bromeó.

Miles asintió, cualquier cosa que ella dijese estaba bien.

Pensó que sería buena idea preguntarle sobre qué pensaba si saliesen en una cita.

—Oye, emm, ¿te gusta el helado?

—Eh, bueno, no es mi favorito pero puedo aceptarlo—comentó ella.

—¿Qué? ¿Cómo no te gusta el helado?

—No dije que no me gustaba, sólo que no es mi favorito—rió ella.

—Oh, bueno, ¿qué te parece ir un día por uno? Podemos ir a Sunny Ice, yo invito—propuso con un poco de timidez, en ese momento no quería ser rechazado, menos si era por ella.

— ¿Sunny Ice?

—Sí, ¿no te gusta?

—Eh, no es eso, sólo que nunca había sido invitada a comer helados allí.

—¿Cómo? ¡Son los mejores helados de la ciudad!—la pelirroja rió por la actitud que había tomado el chico.

—Vale, te creo. Sería interesante ir algún día—murmuró—. Acepto—Miles asintió intentando ocultar la sonrisa que estaba apareciendo en su rostro—. Ya debo irme, nos vemos.

Tomó sus cosas y se despidió con un beso en la mejilla.

Y eso lo dejó nervioso y enamorado inmediatamente.

Sólo los MartesWhere stories live. Discover now