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Antes de conocerla, él nunca pensó que el amor verdadero era real. Porque, siendo sinceros, nunca, en sus quince años había sentido esa atracción por alguien. Su hermana mayor decía que era porque todavía era muy joven como para conocer el verdadero amor, pero Miles creía que no tenía que ser mayor para sentirse de esa forma. No había edad suficiente como para poder conocer lo que era el amor.

Para él, el amor era algo que llegaba de un momento a otro, sin señales, sin aviso y sin límites. Jamás se estaría lo suficientemente preparado para ello.

—¿Qué tanto le miras a la calle? —le preguntó su hermana entrando a su habitación. Miles se alejó de la ventana intentando parecer que no era nada importante. Sierra caminó hacia la ventana para poder ver—. ¿Acaso el lindo vecino apareció?—se asomó a la ventana—. Oh, falsa alarma, es tu chica.

—Se llama Lianne.

—Nunca había escuchado ese nombre, es poco común.

—Le queda bien, es linda ¿no lo crees?

—Sí, es mona—confesó—; jamás te había visto así por una chica—lo alzó un poco para bromear con él—. Mi pequeño Miles se está volviendo un hombre—apretó sus cachetes.

—Sierra, suéltame—logró decir, su hermana rió.

—Baja a conseguir a tu chica, tigre—lo molestó, el sonido del celular se escuchó y Sierra lo sacó para ver qué era—- Uy, debo irme, me vienen a buscar Evan en un rato—dijo y salió de la habitación. Miles vio por la ventana una vez más y bajó hasta la puerta de su casa.

Lianne se encontraba sentada tocando con su guitarra, no se había percatado de la presencia del castaño. Tenía un cuaderno en el cual anotaba algunas notas sin sentido intentando crear la melodía que estaba buscando.

Miles se acercó a ella con cuidado, no quería sorprenderla. Ella volteó y le sonrió mientras seguía tocando.

—Creí que no ibas a aparecer hoy—le dijo—. Ya casi me iba y no te había visto.

—Lo bueno siempre se hace esperar—ella se rió por su comentario.

—Eres todo un caso—le dijo—. ¿Quieres escuchar lo que estoy componiendo?

—Me encantaría—se sentó a su lado.

Lianne comenzó a tocar una melodía suave, poco a poco tarareaba la posible letra que la canción tuviese. Miles sabía de antemano que la canción iba dirigida al chico que a ella le gustaba, podía notarse que era de amor, pero sólo con imaginarse que podía ser para él, sintió como su corazón se aceleró. Por muy tonto que fuese, aquella idea lo había dejado abobado todo el día, incluso luego de que ella se marchó.

Sólo los MartesWhere stories live. Discover now