Capítulo 34: "Noticia."

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Las miradas de todo Anteiku estaban centradas en ambos jóvenes mientras que la cara de Sadako se iba quedando de a poco sin ninguna expresión. Estaba pálida y pestañeaba consecutivamente como si intentase despertar de un mal sueño.

—¿Ko-koneko-chan? — preguntó Juuzou ladeando su cabeza.

La pelinegra no contestó mientras seguía con las acciones anteriores, y a medida que las miradas empezaban a despegarse poco a poco de ellos, la joven empezó a reaccionar.

— Emh, ¿cuánto valdrá el pasaje a lo más lejos de Japón? — preguntó Sadako agarrándose de sus largos cabellos.

— ¿Pero qué es lo que ocurre? — Juuzou parecía algo consternado.

— Esto, resulta que... Ryota no está molesto. Es más, está más que feliz. Con todo este tema de las imágenes de la fiesta en televisión a la gente le dio curiosidad por saber... ni siquiera yo se qué quieren saber y bueno, de alguna forma se enteraron que eramos modelos de Ryota y... tendremos que ir a un "talkshow" el lunes. Obviamente a él le convenía aceptar para promover la marca y no tengo más opción que asistir.— Sadako parecía un espectro, padecía de pánico escénico.

— ¡¡¡¿Quéeeee?!!! — Los ojos de Juuzou se abrieron a la par.

— Y... como estaba en la fiesta y también es imagen de la empresa, Hideki tendrá que ir conmigo... somos los invitados principales. — la chica esperaba una reacción explosiva de parte del albino, aún así debía decírselo ya que de todas formas lo sabría eventualmente.

Juuzou se levanto de la mesa golpeando ambas palmas de sus manos contra ella y afirmándose de las mismas.

— Ah, no... eso no. — exclamó el peliblanco con el ceño fruncido. Las miradas de la gente volvía a enfocarse en ellos.

La joven lo agarró de uno de los tirantes de sus suspensores y lo obligó a sentarse otra vez.

— Maldición, Juuzou... lo último que necesitamos ahora es más atención. — susurró frunciendo el ceño de vuelta.

— Geez... de verdad voy a terminar troceando a alguien. Koneko-chan, no quierooooo. — Parecía que en cualquier momento fuese a hacer una pataleta.

— Es mi compañero de trabajo. No será la primera vez que le tenga que ver, y ese ni siquiera es el problema... — Sadako suspiró acongojada.

— Koneko-chan... deja de trabajar ahí. Yo me haré cargo de ti y... y no tendrás que salir de casa y nadie te va a mirar o va a acercarse a ti y-. — El albino fue interrumpido por Irimi que traía sus pedidos.

Mientras que la camarera colocaba los platos con los sandwiches y los jugos en la mesa, Sadako miraba al chico con la boca entre abierta. ¿Estaba hablando en serio? No es como si le gustase salir de casa, de hecho lo odiaba... pero tampoco podía tenerla encerrada de por vida.

— Provecho. — dijo la mujer de cabello negro mientras hacía una reverencia inclinando su cuerpo hacia adelante.

— Muchas gracias... — dijo Sadako.

Juuzou tenía cara de disgusto mientras que ni siquiera tocaba su desayuno y sólo jugaba con la pajilla haciendo burbujas con la misma en el vaso de jugo.

— Oye... debo trabajar o me aburriré. Necesito mantener mi mente ocupada en algo o me volveré loca extrañándote, ¿no crees? — dijo Sadako sonriendo para calmar al albino. Aún así no le estaba mintiendo.

Juuzou dejó de jugar con la pajilla y levantó la cabeza para mirarla.

— Ooh, Koneko-chan. De verdad voy a terminar enloqueciendo. De todas formas eres mi gatito y debo hacerme cargo de ti. — dijo él dándole un sorbo a su jugo.

— Que no soy un gato de verdad. — Dijo la chica arrojándole una migaja de pan en la cara la cuál terminó cayendo en su frente.

— Si lo eres... ¿recuerdas ayer cómo levantabas la cola cuando acariciaba tu espalda mientras sonaba tu cascabel? — sonrió Juuzou con una cara maliciosa.

Sadako se sonrojó e inmediatamente inclinó su cuerpo hacia adelante para taparle la boca con la palma de la mano.

— Cállateeeee... no digas esas cosas. — la expresión de la chica obviaba que moría de vergüenza.

Juuzou se hizo para atrás y soltó una carcajada dulce e infantil.

— Idiota... aaaaagh, su voz es tan linda. La que va a terminar enloqueciendo soy yo. — pensó la pelinegra mientras se cruzaba de brazos haciendo un puchero bastante sonrojada.

Luego de terminar de desayunar, se despidieron de Irimi y salieron de Anteiku. Esta vez a cambio de llevarla de la mano, Juuzou apoyó su brazo sobre ambos hombros de Sadako por detrás abrazándola contra su cuerpo. La chica se sonrojó y a ratos sentía que iba a tropezar contra sus propios pies. ¿Por qué algo tan simple la ponía nerviosa?

— ¿Juuzou? — preguntó ella con las mejillas rojas.

— ¿Hum? — giró su cuello para mirarla con una sonrisa en sus labios.

— Yo... emh... quiero decirte que... — no pudo evitar desviar la mirada.

— ¿Qué? — preguntó Juuzou deteniendo la caminata y tomándola del mentón de forma delicada para mirarla de frente. Sus ojos rojos parecían brillar con furia como dos rubíes rojos. Cuando sus ojos destellaban de esa forma todo dejaba de existir alrededor para Sadako, excepto él.

— Te amo... — susurró en voz baja sintiendo como sus mejillas y su pecho fueran a explotar en cualquier momento.

— ¿Qué...? No te escuche... — dijo Juuzou algo confundido colocando la palma de su mano extendida tras su oreja.

— Que te amo...  — dijo la joven subiendo el tono de voz y encogiéndose de hombros.

— Debo estar quedándome sordo, de veras que no escucho nada... — dijo con una risita burlesca dibujada en su rostro. Sadako hizo un puchero arrugando el entrecejo y se dio la vuelta empezando a caminar.

— Vete a la mierda entonces. — gruñó entre dientes para luego ser tironeada del brazo de vuelta a donde estaba.

— Vaya, que gatito más arisco tengo aquí. — bromeó el albino dando una tierna sonrisa. —No te enojes, es sólo que... me gusta escucharlo, nada más. — las mejillas del chico comenzaron a sonrojarse de a poco provocando la misma reacción en ella.

— Eres un tonto, Juuzou. — reclamó tomando su brazo y colocándoselo detrás del cuello para volver a caminar junto a él. — ¿Y ahora qué haremos? No me digas "no se" que el que insistió en salir fuiste tú.

— Hum... ya había pensado en eso jaja. — dio un salto en frente a ella, la agarró de las piernas y dándose impulso la subió a su espalda.

— Nooooo, bájame. Detesto que me lleven así. — exclamaba Sadako con los ojos cerrados a medida que agitaba sus piernas. Juuzou no le hizo caso y corrió riéndo como un niño pequeño.

Normalmente, después de un rato Sadako estaba perdida y ya se había rendido de intentar safarse de la espalda del chico. Parecía ser delicado y débil como una chica pero su fuerza era probablemente mayor a la de un hombre promedio.

— Koneko-chaaaaan, a que no adivinas a dónde vamos. — expresó animoso.

— No, soy pésima adivinando así que mejor me dices. — dijo la chica aún sujetándose del cuello del peliblanco con ambos brazos.

— A un parque de diversiones, jeje. — sonrió sacando la lengua.

—¿Es en serio? — Sadako alzó una ceja.

— ¿Acaso no te gustan? — preguntó Juuzou algo preocupado.

— Es que jamás he ido a uno, entonces-. — la chica fue interrumpida mientras que el peliblanco volvía a correr desenfrenadamente mientras reía.

Iba tan rápido que a la perspectiva visual de Sadako la ciudad se veía borrosa, ¿y qué importaba? De todas formas hace rato no sabía en dónde andaban. Jamás había estado ni cerca y su sentido de ubicación era nulo.

— ¡YA LLEGAMOOOOOOS! — dijo para luego soltar una carcajada y bajar delicadamente de su espalda a la joven.

— Oh... — a pesar de ser temprano, el paque era tan luminoso y brillante que hasta le llegaban a doler los ojos.

Estaba lleno de gente, payasos, puestos de dulces, montañas rusas, carruseles, y un sin fin de etcéteras con melodías infantiles.

— ¿Quieres comer algo? Espérame sentada aquí. — dijo Juuzou corriendo hacia un puesto de confites.

La pelinegra hizo caso y se sentó en una banca encogiéndose de hombros. La gente volteaba a ratos a mirarla pero no al nivel de abrumarla. Parecían más enfocados en sus actividades que en reconocerla. Suspiró algo aliviada para luego dar una leve sonrisa.

— Yo... en un parque de diversiones. Quién lo diría... — pensaba mientras que Juuzou volvía con dos grandes y rosadas motas de algodón de azúcar.

— ¡Ten! — el joven estiró su brazo alcanzándole la golosina a la chica.

— Gracias... — la recibió mientras Juuzou se sentaba a su lado.

A medida que el albino comía con ganas el algodón de azúcar, sus mejillas quedaban llenas de hebras del caramelo. Sadako al darse cuenta soltó una carcajada.

— ¿Qué? — se volteó para preguntarle con la boca llena. Estaba a punto de acabarse su algodón mientras que ella no llevaba ni la mitad.

—Jajaja. — riéndo, Sadako estiró su brazo y con la mano despegó delicadamente el resto de caramelo para luego colocarlo entre sus labios y comerlo.

— Cuando haces ese tipo de cosas me dan ganas de llevarte de vuelta a casa, ¿sabes? No es la primera vez... — dijo el albino sin despegarle los ojos de encima con los labios entreabiertos.

La joven, al entender la referencia no pudo evitar sonrojarse y cubrirse con su cabello. Juuzou se levantó y la jaló del brazo.

— ¡Vamos...! — dijo sonriendo mientras avanzaba con la chica intentando seguirle el paso.

De la nada, Sadako se encontraba sentada arriba de una montaña rusa al lado de Juuzou. Él sonreía ansioso con los ojos desorbitados y una expresión enfermiza mientras lentamente el carro iba subiendo cuesta arriba en una posición casi vertical.

—Juuzou... me voy a arrepentir de esto, yo lo sé. No se en qué momento accedí a subir, pero si salgo volando por los aires quiero que quede en tu conciencia que será culpa tuya. —dijo Sadako enterrando los dedos en sus piernas.

—Koneko-chan, no te preocu-PEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEES, ¡¡¡HAHAHAHAHHAHAHAHAHAHA!!! —Juuzou reía mientras una bocanada de aire golpeaba el rostro de ambos a medida que iban cuesta abajo. Toda la gente gritaba con histeria mientras que ella aguantaba la respiración con los ojos cerrados apretando la baranda con ambas manos en silencio. El recorrido parecía eterno. Intercalaba velocidades, giros bruscos, vueltas, frenadas y aceleradas inesperadas y así...

Al bajar... las piernas de la joven temblaban y su cabello despeinado cubría su rostro enredado. Con ambas manos intentaba despejarlo para no caer mientras que Juuzou la sujetaba del brazo riéndo.

— ¿Ves que no pasó nada? jeje. Es muy divertido. — reía el peliblanco alzando sus hombros.

La chica hizo para atrás su cabello dejando unos mechones cubriendo sus mejillas y lo amarró en una cola alta. Miró seriamente a Juuzou y con una cara de locura lo agarró de la camisa acercándolo a su rostro.

— ¡OTRA VEEEEEZ, HAHAHA! — dijo ella jalándolo nuevamente para hacer la fila. Reía tan fuerte y estaba tan emocionada que se estaba hiperventilando.

— Wooooh... — exclamó el chico mientras era jalado de vuelta.

Con los seguros puestos, el carro comenzó a andar. Sadako reía con ambos brazos alzados mientras que Juuzou la miraba con la boca abierta.

— Jamás pensé que le gustaría tanto. Ella es la mejor. — pensó para si mismo riendo con los ojos cerrados.

— Vamos, vamos... que lento, maldita sea. Hahahaha. — exclamaba la pelinegra con una amplia sonrisa y las mejillas rojas.

Y llegando su esperado momento... el carro bajó de frentón extremadamente rápido.

— AAAAAAAAAAAAAH, ¡HAHAHAHA! — Por un momento... Sadako pudo ser feliz olvidándose de todo el desastre. Juuzou había logrado su cometido.

— ¡Hahahaha! — Juuzou reía a la par abriendo los ojos a ratos para contemplarla de reojo. — Debo... encargarme de eso pronto. Falta tan poco, solo así podré... — sus pensamientos fueron truncados con el carro parando de golpe, el recorrido ya había acabado y ni siquiera lo había notado.

Los chicos bajaron tomados de la mano dando carcajadas como si les estuviesen haciendo cosquillas.

— Mierda, mis mejillas duelen jaja. Jamás pensé que las montañas rusas fueran así. — exclamó Sadako mientras secaba una lágrima de sus ojos.

— Sabía que te iba a gustar... — sonrió el albino con una cálida sonrisa. — A veces es divertido imaginar que la gente cae y se revienta en el suelo haciendo "crack".

— Oye... — dijo ella aún sonriendo.

— ¿Si...? — preguntó el peliblanco ladeando la cabeza.

— Gracias... Sé por qué me trajiste aquí. — la pelinegra se empinó frente a él depositando un beso sobre las costuras de sus labios.

Juuzou, con un escalofrío en su espina dorsal entrelazó ambos brazos por la cintura de la contraria y respondió su beso mientras que la gente volteaba a verlos con curiosidad.

— "Son las chicas de la tele... de la fiesta", "¿Acaso es un chico o una tomboy?", "Awwww, kawaii." — a la gente le gusta meter sus narices donde no les incumbe.

— Koneko-chan... ¿puedo decirte algo sin que te enojes? — preguntó el joven apartándose del beso.

— ¿Huh?... — la chica se encogió de hombros.

— ¿Recuerdas el primer día que nos conocimos...? — Juuzou se rascó la nuca algo apenado.

— Osea, no es como que todos los días me roben y me termine enamorando del ladrón, ¿no crees? — Sadako dio una leve sonrisa algo nerviosa. Ya ni siquiera estaba midiendo sus palabras.

— Bueno yo... en realidad si tenía dinero y no estaba robando. Es decir... hace un tiempo lo hacía, pero... ni siquiera yo entiendo por qué lo hice. — expresó apenado el peliblanco.

— Ah, pues lo supe desde ese día. — dijo la chica tomándolo de la mano y empezando a caminar junto a él.

— ¿Huh?, ¿cómo? — el joven se encogió de hombros bastante sorprendido.

— Porque eres una paloma... las palomas tienen salario, ¿sabes? — le dijo susurrando como un secreto. — No soy tonta. — sonrió para luego sacarle la lengua. — De todas formas agradezco que lo hicieras.

— Oh... — El albino estaba boquiabierto y cuando logró reaccionar apretó fuertemente la pequeña y delicada mano de la contraria.

— Oye, ¿y si vamos a casa? Podría cocinar algo, ya es tarde. — en realidad sólo quería estar sóla con él sin distracciones.

— ¡Hm! — asintió Juuzou con una amplia sonrisa.






  






~✘Stitched Heart✘~ (Juuzou Suzuya/Tokyo Ghoul's FanFic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora