Parte 69: Internamiento voluntario

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- Así es la vida aquí adentro. Además, el doctor Mena está algo indispuesto hoy, así que cubriré su turno, también por eso voy a quedarme. - la chica se encogió de hombros.

- ¿Le traigo su café de siempre?

- Sí. Bien cargado, por favor.

Mientras esperaba a que la chica volviera, trató de seguir analizando la respuesta que había tenido su paciente en la mañana. En la nota había escrito "probable remisión del estado de psicosis, pendiente de valoración con paciente consciente". Estaba casi seguro de que eso era cierto y, lo siguiente que tenía que hacer, era asegurarse de que esa vuelta a la realidad fuera para ella lo menos dolorosa posible, aunque sabía que no iba a ser nada fácil.

Se bebió el café, como siempre, en silencio, y pidió otro para llevar. No solía tomar tanto café, pero el estrés lo hacía tener ganas de beberse hasta cuatro o cinco tazas. Comió después algo rápido y volvió al consultorio.

Esperaba a que fuera el cambio de turno para volver a ver a los pacientes, cubriendo el turno de la noche. Inició al revés, yendo primero al área poniente; revisó a los seis pacientes de ese lado que le correspondían y luego fue a la otra área. De ahí solo tenía dos pacientes. Vio primero a una que estaba por dar de alta y dejó a la otra mujer para el final.

Eran casi las once de la noche cuando entró a la última habitación; la mujer dormía todavía, y así no podía valorarla. Acercó una silla a la cama y se sentó, comenzando a beber de un vasito de café de máquina. Olvidó ponerle azúcar, siempre lo olvidaba, especialmente cuando había alguna otra cosa ocupando su mente.

Se quedó observando a su paciente, las finas facciones de su rostro, su piel tan tersa, sus pestañas, su cabello en la almohada y sobre sus hombros, ese lunarcito en su nariz, los delgados labios...

Suspiró sin querer y miró hacia la puerta para comprobar que no hubiera nadie cerca.

Sacó su celular y se puso a buscar algo; no creía que ella fuera a despertar esa noche. Con cualquier paciente, sabría perfectamente que lo que único que tenía que hacer eran las pruebas de reflejos, diámetro pupilar para comprobar la función del sistema nervioso, y monitorizar un rato sus signos vitales para darse una idea de su estado de agitación general.

Pero con ella siempre hacía las cosas diferentes.

- Me han dicho que no me oyes cuando te leo cuentos, pero yo sé que sí... - esbozó una sonrisa y miró la pantalla de su celular, comenzando a leer. - Al anochecer, cuando llegaron a la frontera, Nena Daconte se dio cuenta de que el dedo con el anillo de bodas le seguía sangrando...

A ratos dejaba de leer, casi inconscientemente y se dedicaba a contemplarla; tenía una extraña ansiedad que provenía de la forma en que lo había mirado esa mañana, de las ganas de evitarle a ella el sufrimiento.

Durante casi un año, se había encargado de su tratamiento, intentando progresos con diferentes medicamentos, e incluso con terapias alternativas, pero nada daba resultado.

Muchas veces hablaba sola, tuvo un largo periodo de euforia y luego uno más largo de depresión, para después pasar por la indiferencia, euforia otra vez, depresión... Jorge había intentado armar la historia en su cabeza y le parecía tan enredada como conmovedora.

Ella se calmaba fácilmente cuando él estaba cerca, cosa que a todos les parecía extraña al no seguir diariamente la alucinación, a diferencia de Jorge. Él tenía idea de lo que ella había soñado durante los últimos meses y utilizaba esa confianza que ella manifestaba hacia él para ayudarla.

Cuando terminó de leer, se dio cuenta de que eran casi las dos de la madrugada. Había pasado ahí tres horas, entre leyendo y mirándola.

- Bueno... Creo que no despertarás pronto, tendré que volver a venir en unas horas. - dijo, levantándose de la silla, guardándose el celular en el bolsillo de la impecable bata blanca.

En tu miradaWhere stories live. Discover now