Parte 43: Tercer cuento

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- ¡Y no me importa si los quieren de socios, yo quiero a ese tipo y a esa familia lejos de mi mujer!

- No vas a arruinar los negocios de la familia por un capricho de celos.

- No es un capricho, ya te lo dije. En el momento en que yo me descuide, ese sujeto va a aprovechar y se va a volver a acercar a ella.

- ¿Y qué? Ella está casada contigo.

- Pero yo estoy seguro de que no ha podido olvidarse de él. Durante un tiempo creí que lo había superado, porque estábamos muy bien, porque éramos una pareja feliz, porque dormía tranquila y me abrazaba por las noches. Ahora, desde que volvió a ver a ese tipo, otra vez ha estado hablando dormida, o tiene insomnio, o va y se encierra en su antigua habitación y abraza un ridículo peluche que seguramente él le regaló.

- Estás exagerando. Eso es parte de su pasado, su presente eres tú y su matrimonio contigo.

- Sinceramente no creo que ella piense igual. Ella nunca lo mencionó, nunca quiso hablarme de eso.

- Ahí tienes la prueba: no lo consideró importante.

- O lo consideró tan importante que prefirió guardárselo. Además, cuando no se ha superado algo, no se es capaz de hablar del tema sin alterarse. Y ella no lo es. Donde hubo fuego, cenizas quedan. No la quiero cerca de Salinas.

- Con esas actitudes, lo único que vas a lograr es que Silvia de verdad vaya corriendo a buscarlo, y no creo que quieras eso. Ni yo tampoco.

- No, claro que no.

- Y mucho menos ahora.

- ¿Por qué?

Silvia tocó por fin en la puerta, al notar que la secretaria la miraba desde el escritorio fijamente.

- Adelante. - escuchó que le indicaban.

Entró y, casi sin mirar a David, entregó el informe a su suegro; salió de ahí lo más pronto que pudo y volvió a encerrarse en su oficina toda la tarde.

Al día siguiente, por la mañana, quiso ir a buscar al doctor Martínez, pues quería visitarlo y platicar un rato con él, para preguntarle algunas cosas y pedirle su opinión.

Llegó a su casa y tocó el timbre.

- Silvia, ¡qué milagro verte! - le dijo en cuanto la vio.

- Lo mismo digo.

- Pasa, por favor.

- Gracias. - entraron y se quedaron en la sala.

- Me comentó tu tío que habías vuelto a la ciudad, pero estuve de viaje mucho tiempo.

- Sí, me dijo eso, pero me contó que regresó hace poco.

- Sí, tiene unos días. Me dijo que has estado bien.

- En general, sí. Pero... La semana pasada me jugó chueco.

- ¿Por qué?

- Fui a desayunar con él, y le avisó a Jorge que estaba conmigo. Él llegó al restaurante y me pidió que habláramos un rato.

- Ya. ¿Cómo lo viste? Tranquilo, ¿no?

- Sí, bastante. - ella sintió que la sensación de molestia regresaba otra vez. - Usted que conoce más detalladamente su tratamiento y su progreso y todo eso, ¿cómo lo ha visto durante todo este tiempo?

Por una razón que no había querido aceptar, quería que alguien le dijera que él la había extrañado tanto como ella, que fingía esa sonrisa todo el tiempo para disimular que sentía todavía algo por ella.

En tu miradaWhere stories live. Discover now