Me saca de quicio, sabe qué decir para que mi furia salga a flote.

—No eres el único que se molesta —digo con los brazos en jarras—, tú has sido el que ha traído los problemas a casa.

Su rostro se vuelve de piedra y se aleja como si mi presencia fuera letal para sus ojos. Mis palabras le han llegado. 

Quizás no debí usar la palabra «problema». 

«—Ten responsabilidad de tu vida, hijo. Por el contrario dejaré de apoyarte si sigues generando problemas —le dijo Max un día que le ayudaba a entrar a su habitación. Drake estaba muy borracho.»

Me arrepiento de inmediato. 

—Eres un dolor de cabeza. ¡¿Por qué no me hiciste el favor de permanecer donde te dejé?! —me grita enojado.

Para evitarnos justamente esta discusión es que se decidió por encerrarme. 

—Tus padres no se merecen que les hagas esto. No es lo correcto. 

—¿Qué te duele tanto? —Se cruza de brazos y me mira con suficiencia. —Al fin y al cabo, ésta es mi casa —sentencia con arrogancia.

Sé a dónde quiere llegar con tal afirmación, me está buscando.

—Dirás la de tus padres —Le devuelvo el golpe. Cuando trabaje y saque cosas a su nombre es que serán suyas.

—Al menos tengo unos —contraataca con frialdad, sus ojos azules son la personificación del hielo: insensible, intocable y doloroso.

 Me quedo pasmada con lo que ha dicho. No reacciono. 

Golpe bajo. 

¿Cómo pudo decirlo de esa forma? 

Me dijo huérfana, pero con otras palabras. 

Me abrazo para darme energías. 

Bufa con una sonrisa de victoria. Se da la vuelta, terminando con nuestra discusión y camina de regreso a su grupo por el filo de la piscina. 

Aprieto mis uñas contra mis palmas y le sigo. 

Ha usado mis inseguridades contra mí. 

Muchas veces me sentí mal, lloraba por la pérdida de mi papá y él fue testigo de ello. No solo me observaba, me abrazaba y me decía que él no se iría de mi lado.

Todas sus palabras fueron mentiras. 

Le empujo por la espalda con todas mis fuerzas. Su cuerpo cae fácilmente al agua, no sin antes llevarme con él, arrancándome un grito. 

El agua choca contra mí con fuerza, mi abrigo cae en la superficie posterior de mis brazos. Mechones de mi cabello me obstaculizan la visión y con una mano me deshago de ellos hacia atrás de mi oreja. El vestido se me pega como segunda piel. 

Drake sale al exterior, pasa sus manos por su rostro y sus ojos van directamente hacia a mí. Su cabello le cubre la frente y sus cejas se fruncen más de lo normal.

—Henderson... —aprieta los dientes.

Mierda. 

Su barbilla no para de temblar.

Doy media vuelta y nado un poco para llegar al borde. Quiero alejarme de su cercanía, de su intensidad, de su furia. Aunque yo también estoy molesta por lo que ha dicho hace unos minutos. 

Estoy por tomar el borde cuando sus frías manos me toman de la cintura, me pega a su pecho con fuerza, siento todos sus músculos tensarse. Pega sus labios a mi oído enviándome un cosquilleo desde el cuello hasta mi pecho.

—Muy mal, Henderson. Muy mal —susurra antes de hundirme con él, sin darme tiempo a respirar.   

Su agarre es fuerte, mi cabello se riega por todas partes, no veo nada con claridad. Grito y varias burbujas salen al exterior. 

«Aire, necesito respirar, no puedo respirar», digo mentalmente. 

Aprieto sus manos para que me suelte, pero el gira mi cuerpo de frente y me abraza para evitar que me escape de sus fornidos brazos. 

Todo está tranquilo bajo el agua.

Me pongo morada en segundos, casi estoy por desmayarme cuando me saca al exterior. 

Nuevamente la música resuena en mis oídos mientras yo toso sin parar. La garganta me quema. Me retuerzo al filo de la piscina. Mis brazos están descubiertos, mi abrigo lo he perdido en medio del agua. Drake ha sido un salvaje. 

—No vuelvas a molestarme —me advierte él, detrás de mí. 

Aprieto mis manos y me giro para enfrentarlo. 

No lo pienso dos veces, le cruzo la cara con la palma de mi mano derecha. Él aprieta los labios, no mueve ni un músculo y se limita a escucharme. 

—Tú te has metido con la memoria de mis padres —digo con una voz afilada que ni yo misma reconozco—, con eso si que no, Drake.

Le empujo del pecho para poner varios centímetros de distancia. Él levanta las manos en son de que lo ha entendido. Su rostro no muestra emoción alguna. 

—Casi me has ahogado —digo desconcertada—, no te me acerques más —expreso en tono bajo, dolida de lo que acaba de hacerme. 

Sigo por el filo, recojo mi abrigo, me lo pongo y salgo de la piscina. 

El exterior es frío, los chicos y chicas siguen divirtiéndose en los alrededores. No presto tanta atención de lo que sucede a mi alrededor.

Paso entre empujones entre la gente que baila en el centro del salón, espero que no hayan roto nada, porque no quisiera lastimarme los pies. Llego hasta las gradas de caracol del final y en el transcurso, veo a varios adolescentes borrachos besándose sin control. Niego y doy un masaje a mi hombro izquierdo.

Recupero a Lucas y lo llevo conmigo hasta mi habitación. Una vez allí, lo deposito en su cama verde agua y textura aterciopelada. Me siento en el centro de mi cama y suspiro. 

Es un idiota. 

Estúpido e irrespetuoso. 

Un rebelde sin causa.

Además de un patán. 

«Y a ese ser lleno de imperfecciones es al que todavía quieres», me susurra mi conciencia. 

Él ha sacado mi peor lado, pero es porque me ha maltratado, ha jugado conmigo y yo solo he respondido. Me he comportado de la misma forma que él. 

—Ha estado incómodo —Silva Zury y cierra la puerta. 

Masajeo mis hombros nuevamente. 

—Es tan difícil tratar con él —admito, estresada. 

—No le hagas caso —me frota la espalda con suavidad—, sabíamos que algo así pasaría al convivir juntos, sin que nadie los vigile—comenta. La miro de reojo y vuelvo a suspirar—. No estás sola amiga, mañana nos levantaremos temprano, limpiaremos todo y tus padres jamás se enterarán de lo que ha pasado esta noche—me abraza, siseando por mi ropa mojada. 

Recuesto mi cabeza en su hombro. 

—Gracias, Zury. 

—No hay de qué —se ríe. 

Dibujo una sonrisa pequeña. 

Azul DestructivoWhere stories live. Discover now