Capitulo 36.

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Alison.

El recorrido a casa fue silencioso, el aire estaba lleno de tristeza, tanto Matt como yo necesitábamos un momento de tranquilidad, todo había sido demasiado duro. Por eso lo mejor era el silencio que nos rodeaba. Oía la respiración agitada de Matt. Nunca había visto tan mal a una persona. Yo mientras, iba pensando en la manera de contarle todo lo que Amber me había confesado en su carta, pero primero tendría que esperar. Tal vez mañana, o en dos días como mucho. En cuatro días volvería a casa, con mamá, se lo había prometido.

Llegamos a su casa y ambos nos bajamos sin mediar palabra, Matt caminaba cabizbajo y con las manos en los bolsillos, yo iba por detrás con los brazos cruzados y con la nariz taponada. Entramos en la casa y nos sentamos en un sofá.

-No puedo creerme que no vaya a volver a verla Alison...-Dijo con un tono en el que podía apreciarse su mal estar.

-Yo tampoco la verdad. Le había prometido volver para pasar juntas más tiempo, y ahora, ahora no voy a poder cumplir jamás esa promesa. –Las lágrimas volvían a salir de mis ojos.

Tras decir eso, Matt se levantó del sofá y subió las escaleras dejándome sentada sola en el pequeño salón, con la mirada pérdida en la pequeña lumbre que había encendida.

Al llegar a su cuarto cerró la puerta de un portazo, no lo culpaba, pero tenía que empezar a controlar ese mal genio, nadie tenía la culpa de lo que le había pasado a Amber y ahora solo me tenía en cierto modo a mí.

Me recosté en el sofá, mirando hacia el techo, tenía que hablar con él, me sentía demasiado mal sabiendo algo tan importante como que Amber no era en realidad su madre biológica, tenía que contárselo, no podía cargar con ese peso. Me incorporé rápidamente y subí las escaleras pensando en las palabras adecuadas para contarle a Matt la verdad. Di unos suaves toques a la puerta de madera que daba paso al cuarto de Matt.

-Pasa.-Oí levemente la voz de Matt.

Abrí la puerta con manos temblorosas, nerviosa, pero decidida a contarle a Matt la verdad.

Estaba sentado en la cama, con los codos apoyados en las rodillas y mirándome fijamente.

Cuando me vio en la puerta, parada, dio unos pequeños toques en la cama invitándome a sentarme con él, me acerque lentamente a la cama y me senté a su lado, puse mi cabeza encima de su hombro y el me beso la frente.

-Sinceramente, no sé qué haría sin ti Alison, ahora mismo estoy solo. Si no fuera porque tú estás aquí, no sé qué sería de mi.- Me sentí fatal al oír esas palabras. –Por eso, quería decirte algo Al.

-Yo también venía a decirte algo a ti. –Lo mire mientras él me intentaba sonreír.

-Bien, empieza tú, prefiero dejar mi parte para el final.

En cierto modo me alegraba de que me dijera que empezara yo, cuanto antes se lo dijera acabaría antes, pero realmente tenía ganas de saber que era lo que me tenía que decir el, así que le pedí que fuera el quien empezara a hablar, y así hizo.

-Bueno, de acuerdo, si tantas ganas tienes de que te lo diga lo hare. Me iré a Liverpool contigo Al. Lo he pensado mucho, y tras leer la carta que mamá me dejó, no pinto nada aquí. Mi sitio esta donde estés tú. Sé que te vas a ir en dos días. Yo me iré mas tarde, tengo que acabar unas pequeñas cosas que me quedan por hacer aquí, pero en una semana o dos como mucho estaré allí.

La alegría inundo mi cuerpo. Matt se vendría conmigo, por fin. Llevaba mucho tiempo deseando que él estuviera conmigo, que conociera a mamá, aunque lo de papá seria más complicado, pues él ya lo conocía, pero con toda la gente que papá conocía, estaba segurísima de que no lo recordaría.

-¡Eso es genial Matt!-Lo abracé fuerte y le di un suave beso en los labios.

-Me alegro tanto de que estés feliz, tenía miedo de que no quisieras que me fuera contigo Al, creía que me ibas a decir que era demasiado pronto o algo así. Pero, creo que ahora te toca a ti ¿no? ¿Qué era lo que tenías que decirme? Parecías preocupada cuando entraste a la habitación.

-Yo, Yo... -Titubeé. No sabía cómo empezar a hablar, después de lo que me había dicho, de la alegría que tenía en el cuerpo y la sonrisa sincera que ocupaba su rostro, yo se la borraría.

-Venga Al, sabes que puedes decirme lo que quieras. No te preocupes.

Respire hondo un par de veces y decidí lanzarme a la piscina, sabia como se lo iba a tomar Matt, sabía que esto iba a ser duro, pero tenía que decírselo, no podía volver a casa sin haberle contado lo que Amber me había pedido. No podía irme sin concederle su último deseo a la persona que me había cuidado mientras estaba en Londres.

Pero justo cuando iba a empezar a hablar el timbre sonó. Matt y yo nos miramos extrañados. Temí, pues la última vez que sonó ese timbre fue la rubia de plástico de Kelsey.

Bajamos las escaleras, Matt por delante y yo unos pasos más atrás. Cuando él se acercó a abrir la puerta, me miró, dándome una mirada tranquila, sabía que me quería decir que no temiera, sabía perfectamente lo que tenía en la cabeza en cada momento. Y probablemente hubiera visto la cara de preocupación que tenía.

Pero la visión que tuve cuando Matt abrió la puerta, no fue una rubia de pechos grandes, fue algo peor, que tanto a Matt como a mí nos impactó tanto que no supimos que decir, no nos salían las palabras.

En la puerta estaba un hombre alto, de pelo castaño y muy corto, tenía unas grandes entradas en la frente y una barba de unos cuantos días. Iba vestido de negro al igual que Matt y yo. Y tenía una ligera sonrisa en los labios.

El marido de Amber.

Esto no podía ser bueno, nada bueno.

En esos momentos preferiría que hubiera llegado Kelsey antes que encontrarme con ese personaje.

-Volvemos a vernos Matt, no pudimos terminar de hablar en la iglesia.

Vi como las manos de Matt se formaban en un puño y los nudillos se le comenzaban a poner blancos. Me acerque lentamente a él y lo cogí del brazo. El me miró, en su mirada se podía ver la rabia que le corría por el cuerpo. Nada que ver con la mirada alegre que tenía hacía un momento en su cuarto.

-¿Qué coño haces tú aquí?

-He venido a ver a mi hijo. ¿Podemos hablar?

-No, y tú no eres mi padre. Nadie te ha dado ningún derecho a llamarme hijo. Perdiste ese derecho cuando abandonaste a mi madre.

-Matt, puedo explicártelo. Solo déjame entrar. –Y antes de que Matt dijera nada él ya estaba dentro de casa. Esto iba empeorando por momentos. Matt se lanzó a cogerlo del brazo para echarlo de su casa, pero yo lo frené.

-Deja que hable Matt, no pierdes nada. –Le dije, pero al momento me arrepentí. Le contaría que Amber no era su verdadera madre, y eso tenía que contárselo yo.

-Bueno, deja que me presente, me llamo Alan, Alan Scott. Y bueno, ya sabes todo lo demás, estaba casado con tu madre. Y tuvimos un pequeño problema.

-¿Ah sí? ¿Un pequeño problema llamado Matt verdad? Porque la abandonaste cuando supiste que estaba embarazada de mí, eso es el acto más repugnante que puede haber, no le echaste valor, vale que no quisieras tener hijos, no te culpo, un niño es una gran responsabilidad, pero eso no te daba derecho para abandonarla.-Matt poco a poco iba subiendo la voz, su respiración era agitada y se notaba lo enfadado que estaba. En cambio, Alan estaba muy tranquilo.

Soltó una risa irónica.

-Veo que tu madre no te ha contado la verdad chaval.

-¿Qué verdad?

Oh no, no por favor, no se lo digas tú. No lo hagas más difícil de lo que ya es.

-Amber no era tu madre Matt.

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