Capitulo 12.

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Matt.

La había cagado con Alison, me sentía mal de verdad. Pero no podía arruinarme mi plan, ella no me entendía.

Yo si la entendía a ella, sabía lo duro que tenía que ser para una chica tan joven, que nunca se había separado de sus padres, estarlo ahora, a miles de kilómetros de ellos. Pero la vida es así. Su padre iba a pagarme todo lo que me había hecho. Los continuos insultos, las palizas que me dio, todo lo que tuve que pasar en la mierda de antro que tenía.

Alison era demasiado inocente, además ella no tenía la culpa de nada, lo sabía. Pero no me podía ablandar respecto a ella, tenía que ser fuerte y mantener mi promesa.

Me prometí hacérselo pagar y así seria.

No tenía que habérmela llevado a dar un paseo, así solo conseguí experimentar cosas con ella que no tenía que haber experimentado. La forma en la que me miraban esos ojos suplicándome que la dejara ir, un minuto más y habría cedido. Pero no se merecía la forma tan mala en la que la había tratado.

Decidí subir a verla y hablar con ella tranquilamente.

Al abrir la puerta la encontré tumbada en su cama, pero al escucharme se incorporó.

-¿A qué has venido? Me dejaste claro que no había nada de lo que hablar.

-Alison, se lo que te dije, pero tienes que tratar de entenderme, si quisieras ayudarme a esto, te irías a casa antes de lo que crees, te lo digo enserio.

-¿Y yo como puedo ayudarte Matt? Me tienes aquí encerrada sin hablar con nadie. Me llevas a pasear por Londres, eres un encanto conmigo, me coges de la mano y haces que sienta cosas que hacían que me olvidara de todo. Y luego llegamos a tu casa y me tratas fatal. No te entiendo sinceramente.

-¿Has dicho que sentías cosas?

-Sí, Matt, sentía cosas, sentí que podía confiar en ti, que no me harías ningún daño, incluso llegue a pensar que... Bueno, déjalo, es una tontería.- Odiaba verla llorar, y desde que estaba aquí, siempre que me acercaba a ella era lo único que hacía. Me invadió el sentimiento de culpa y la abracé. Una extraña sensación recorrió mi cuerpo, parecido a un escalofrió.

Pensaba que cuando notara mis brazos ella se trataría de zafar de mi agarre pero fue todo al revés de lo que yo creía, me abrazo más fuerte.

-Al, lo siento, te prometo que esto va a cambiar, vas a sentirte como en casa aquí, pero por favor no me pidas que te deje ir. Necesito tu ayuda, y si tú te ofrecieras a dármela todo sería más fácil, no tendrías que llorar ni estar pasándolo tan mal. Te lo juro.

Tras unos segundos que me parecieron eternos oí como me decía:

-De acuerdo Matt, te ayudaré. Dime que tengo que hacer y lo haré, pero por favor, sácame de aquí, necesito dormir y descansar en una cama que no sea de algo parecido al cemento, llevo todos los días que estoy aquí casi sin dormir. Y por favor, déjame hablar con mi madre. No te pido que sea ahora mismo, pero algún día...

-Sí, Alison, te daré la habitación de invitados, iremos juntos a comprarte ropa, y todo será mejor, ya lo verás.- No sabía porque tenía esta alegría en el cuerpo, pero imaginé que era porque esta preciosa muchacha había accedido a ayudarme, y parecía que todo iba a ir a mejor.

La cogí de la mano y juntos salimos del desván, la conduje sin soltarle la mano hasta la habitación de invitados. Era la que estaba justo al lado de mi cuarto, así que podría tenerla cerca.

Después de dejar la ropa que le había comprado en el armario, bajamos al piso inferior. Le expliqué donde estaba la cocina, el salón y un cuarto donde yo tenía mi pequeña librería. Era un amante de los libros. Y según lo que ella me dijo, compartía mi pasión. Decidimos salir a comprar algo para cenar. Unas calles por debajo de la mía había un restaurante de comida japonesa así que cogimos la cena y nos la llevamos a casa. Era un poco extraño llamar a mi casa como si fuera suya, pero en realidad seria así hasta que todo se arreglara.

Al acabar de cenar me preguntó si podía darse una ducha, y yo la regañé diciéndole que era su casa, que no debía preguntarlo ni si quiera.

Bajó cuando se duchó, con el pelo mojado y un pijama improvisado que le había dejado yo, como ella no tenía aún ropa. Llevaba una camiseta mía y unos boxers, en casa no hacía mucho frio así que estaba bien. Y estaba preciosa.

-Matt, ¿podríamos ir mañana a comprarme algo de ropa?

-Eso justo estaba pensando yo, aunque me gusta verte con mi ropa. Pero si, es mejor que vayamos a comprarte algo, así si salimos no tendrás que ponerte la ropa tan horrible que yo te compré.

-Oh, no, no es fea, si no que me gustaría tener algo en el armario, ya sabes, está un poco vacío... No te preocupes por el dinero, si no recuerdo mal, el día que... bueno cuando pasó todo- Sabia que le dolía decir el día que la secuestré, la verdad, ahora pensándolo yo, era algo horrible pronunciarlo de sus labios.- Llevaba mi cartera, ahí llevaba efectivo y también mi tarjeta de crédito. Pero no sé dónde está. ¿La tienes tú?

Recordé la carterita rosa que se le cayó el día que entre con ella en brazos a casa. La había dejado en un cajón debajo de la tele. Fui hasta ahí y se la entregué.

-Aquí la tienes.- La cogió con una sonrisa y dándome las gracias.

-Matt, estoy un poco cansada, creo que me iré a dormir. Gracias por darme una habitación.

-No hay de que, además, tú te mereces mucho más.

Y me dejó sin palabras cuando se acercó a mí y me dio un dulce beso en la mejilla, a modo de agradecimiento pensé.

-Buenas noches.- Y dicho esto subió hacia su cuarto dejándome allí con una sonrisa de idiota y pensando lo que me había cambiado la vida desde que esa chica preciosa de ojos y cabello oscuro había llegado a mi vida.

Me gustaba, y mucho.

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