Parte 13: Libro olvidado

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- Hola.

- ¿Cómo estás?

- Bien. ¿Tú?

- También. - se quedaron mirándose unos segundos. - Maldición, tengo que ser sincera contigo o me va a dar algo por estarme aguantando.

- ¿De qué hablas?

- Todo el maldito fin de semana estuve pensando en tu actitud del viernes.

- ¿Por?

- No lo sé, porque me pareció muy extraña la forma en que actuaste.

- Lo siento, no debí...

- No, no importa si debiste o no, lo importante es que lo hiciste y me dejaste tan estúpidamente desconcertada que... no pude dejar de pensar en eso todo el fin de semana.

- Silvia, ya, olvídalo.

- No.

- Por favor, hay que olvidarlo, y tan amigos como siempre. - ella soltó una risita. - ¿Qué?

- Entonces, ¿ahora sí ya me consideras tu amiga? - él miró hacia otro lado. - Sí, es cierto, ya me consideras tu amiga... - canturreó ella y comenzó a jalarle los cachetes.

- Mierda, suéltame. - dijo Jorge, riendo. Ninguno de los dos se dio cuenta de que acababa de entrar el profesor al aula.

- Navarro, Salinas, si quieren seguir jugando los invito a que salgan al pasillo y vuelvan cuando hayan terminado. - ambos miraron hacia el frente y Silvia lo soltó.

- Disculpe, profesor. - se disculpó Jorge y luego fulminó a Silvia con la mirada, mientras ella sólo se encogía de hombros, aún sonriente.

Al terminar la clase, Silvia le dijo a Jorge que lo veía en el salón, pues había dejado su celular en el auto y quería ir por él.

Ella caminó hasta el estacionamiento, tomó su celular y volvió rápidamente para no llegar tarde a la clase. Cuando entró al salón, se sintió extraña, pues algo no cuadraba; junto a Jorge, en el lugar donde solía sentarse ella, estaba Jarely. Silvia se acercó y Jorge la miró, evidentemente incómodo.

- Ay, querida, cierto, tú te sientas con Jorge, ¿verdad? - Silvia asintió, confundida. - Bueno, entonces yo vuelvo a mi lugar...

Jarely se levantó y se fue a sentar donde acostumbraba sentarse; Silvia se sentó junto a Jorge.

- ¿Qué fue eso?

- Creo que pretendía sentarse aquí, pero le dije que tú siempre te sentabas conmigo. Y luego llegaste.

- Uy, casual. Sí sabes que esa chica babea por ti, ¿no?

- Me lo imagino. ¿Quién podría resistirse a mí?

- Claro, claro, nadie. - ambos rieron.

Al terminar el día, Silvia llevó a Jorge a su casa, como siempre; él iba buscando su celular en su mochila y no se dio cuenta de que, al terminar de guardar el resto de sus cosas, dejó un libro que había pedido en la biblioteca.

Ella llegó hasta su casa y comenzó a bajar sus cosas del auto; vio el libro y se quedó pensando en si Jorge iba a ocuparlo esa tarde. Intentó llamarle por teléfono, pero él no respondía y no tenía el número de su casa, así que se planteó ir un poco más tarde a dejarle el libro, y aprovecharía para pasar a comprar unas cosas que quería.

Eran casi las siete de la noche cuando ella llegó a la casa de él y tocó el timbre.

Casi de inmediato, una empleada doméstica salió a abrir.

En tu miradaWhere stories live. Discover now