Parte 2: Señor Perfección

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- ¿Perdón?

- Sí. En agosto retomo mi carrera, la que dejé.

- Ah... Sí, claro. Qué bien, bueno, nos avisas para depositarte para lo que necesites... ¿Algo más?

- Eh... No. Es todo. Buenas noches.

Salió del comedor sin esperar respuesta y fue a su habitación. Le quedaba casi un mes antes de volver. Esperaba que el tiempo pasara rápido, pero eso no estaba sucediendo.

Cada vez se sentía peor sin hacer más que lo de costumbre, y eso lo ponía de un humor pésimo.

Estaba fastidiado de hacer ejercicio, de recorrer mil veces los mismos museos y alamedas, de comer en los mismos lugares.

Le molestaba la monotonía de su vida, y quería cambiarla, pero estaba consciente de que no era fácil.

Faltaban unos días para volver, su matrícula estaba pagada, su frasco de pastillas nuevo, su vida hecha pedazos, y sus ganas de hacer algo, por el suelo.

Incluso se le habían quitado las ganas de volver, pero ya estaba todo listo. No sabía todo lo que su profesor había hecho para que lo admitieran de nuevo, y no quería hacerlo quedar mal arrepintiéndose en el último momento.

Había hablado con su médico, quien gradualmente le redujo la dosis en cantidades mínimas, sólo hasta llegar a la ventana terapéutica para evitar los episodios, tratando de excluir los efectos secundarios.

- ¿Estás consciente de que esto puede... dejar de funcionar en algún momento y vamos a tener que aumentar la dosis otra vez?

- Sí. Sólo... Necesito estar bien la mayor cantidad de tiempo posible.

- De acuerdo. Pero recuerda que tienes que estar alerta. Lo bueno es que... Si llegara a suceder, vamos a intentar con volver a aumentar la dosis gradualmente, para no hacer picos y bajadas, ¿de acuerdo?

El viernes antes de entrar a clases, fue a darse una vuelta por el campus, para ver si algo había cambiado. Iba bajando distraído por una escalera cuando chocó de frente con alguien.

Era una chica que llevaba lentes oscuros.

- Disculpa. - dijo Jorge.

- No, discúlpame tú.

- Debiste ir pegada a tu derecha.

- ¿Eh?

- ¿No te enseñaron? Siempre que camines en un lugar de sentido doble debes pegarte a tu derecha para no causar incidentes. - dijo en tono cortante.

- Uy, perdón, Señor Perfección. - le respondió la chica y luego se fue.

Bien, ni siquiera habían empezado las clases y ya comenzaba a comportarse como un patán.

El primer día, lo único que tenía era un miedo intenso a que todos lo rechazaran, a que supieran que estaba enfermo, a perder el control de absolutamente todo una vez más.

Se había tomado la pastilla, así que esperaba que no pasara, que todo estuviera bien, que no hubiera ningún inconveniente, aun sabiendo que a dosis era menor. En caso de que algo saliera mal, sabía que tendría que concentrarse en buscar a su antiguo profesor, y él lo ayudaría.

Al llegar a la universidad, entró al edificio donde le tocaba su primera clase. Caminó lentamente hasta llegar al aula y se quedó parado afuera de la puerta. Finalmente entró y caminó hacia la parte trasera del salón para buscar un asiento vacío.

Los asientos eran para dos personas, así que supuso que tarde o temprano tendría que tener un compañero.

Estuvo pensando largo rato. Alzó la mirada y notó que un grupito de chicas lo observaba.

En tu miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora