"Rock with you"

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Apenas bajé a tomar el desayuno Michael me dijo: "tengo buenas noticias. Hoy iremos de paseo".

Afortunadamente Michael se había tomado unas vacaciones durante esos días, teníamos tiempo para hacer muchas cosas. Partimos y luego llegamos al Muelle aquel, en donde pasamos la primera noche en que Michael me reveló su verdadera identidad. Ese lugar que yo demostré y él quedó encantado aquella noche mágica en que vimos el amanecer y nos quitamos el frío con abrazos.

— ¡que lindo! ¡Me trajiste a nuestro lugar!

—y aún no has visto nada... ¿Ves esa cabaña de ahí? —dijo Michael indi-cando a algunos metros de distancia, una cabaña que estaba a la orilla del lago. Era bastante elegante, hecha enteramente de madera, con una terraza y con segundo piso. Austera pero muy delicada, hacía perfecto juego con el paisaje— Ese es tu nuevo hogar.

— ¿que dices? —pregunté aún más sorprendida que todas las otras veces.

— que esa es tu casa Julie. Pero quiero pedirte una sola cosa... por favor no te vayas de Neverland, quédate conmigo. Podemos venir todos los fines de semana acá, escapar de todo para estar juntos, descansar, y pasear como esa noche. ¿Te gusta?

— Michael, es que ahora sí que no tengo palabras. Me dejas muda, com-pletamente. Es preciosa, encantadora, es un sueño.

— ¡vamos para que la conozcas!

Nos acercamos a la cabaña que parecía pequeña desde lejos pero ya de-ntro, realmente era más de lo que yo necesitaba. Muchísimo más. —es bastante rústica pero acogedora, mira arriba hay tres habitaciones y un baño con jacuzzi. Acá abajo está la cocina, el living, el comedor, y por acá está la sorpresa... —Michael me iba explicando cada cosa, y no contento con haberme regalado una cabaña me llevó hasta un cuarto especial. Se trataba de una habitación dedicada enteramente para que pudiera pintar mis cuadros... con grandes ventanales hacia el lago, un atril con una tela, muchas pinturas y pinceles. — Este cuarto es para que pintes... tiene vista al lago, y es amplio para que hagas lo que tú quieras. —dijo.

Me quedé en silencio, impresionada.

— ¿y que te parece, por qué no dices nada? —Preguntó— si no te gusta podemos hacer la modificación que tu quieras.

— no Michael. Es preciosa, lo que pasa es que no sé cómo expresarte lo muy agradecida que estoy por todo lo que haces por mí. No sé si merezco esto, de verdad. Me haces llorar.

Michael hizo una mueca de ternura al darse cuenta de que por mis mejillas corría una tenue lágrima, sobre todo se conmovía al saber que aquel llanto era de alegría. Le dije que lo quería una vez más, y lo abracé fuertemente, tan fuerte como si con eso pudiera en parte traspasarle todo lo que mi corazón sentía en ese momento.

— ¿te quedarás conmigo en Neverland?

— "qué más quisiera que quedarme para siempre contigo" pensé... sin embargo aún no me atrevía a decirle algo tan decisivo. Finalmente me aparté de mi ansiedad por decirle cuánto le necesitaba y respondí: "claro que si Michael. Me quedo contigo"

Pasamos unos días preciosos en Neverland, a menudo salíamos de paseo a nuestra cabaña, estábamos más unidos que nunca, y yo ya no podía negarlo. Cuanto más tiempo pasaba más aclaraba mis dudas, y mi confu-sión pasó a convertirse en certeza poco a poco: necesitaba tenerlo cerca, sentir su olor, oír su voz. Necesitaba agradecerle por todo, necesitaba verlo sonreír.

Una noche en la cabaña entré al cuarto en el que dormía solamente para observarlo...

Ya no solo era perfecto... era tan sensual. Su mandíbula, sus rizos, cada detalle me mataba. Hasta su respirar era un arte. Era delicado y a la vez tan varonil.

Michael despertó levemente y entre sueños, casi inconscientemente su-surró un "ven", con la intención de llamarme con su mano.

Me recosté a su lado muy insegura, casi como si estuviera haciendo algo malo. Él ya había retomado el sueño y yo estaba frente a él, mirando lo hermoso que era mientras dormía. Observando mi propia canción de cuna me adormecí profundamente.

Y así, estuvimos cerca de tres meses viviendo juntos en Neverland, Mike trabajaba en el estudio mientras yo me encargaba de las pinturas y es-culturas que quería comprar. Y de cuidar las que estaban ahí.

Casi todos los fines de semana íbamos a nuestra cabaña. Mike hacía can-ciones todo el tiempo, mientras yo pintaba. A él le encantaban mis cua-dros. A veces venía con nosotros Omer, y nos la pasábamos genial.

En ocasiones cocinaba para Michael lo poco que sé cocinar. Algunos pas-teles, kuchen, cosas dulces y galletas que había aprendido de mi mamá.

Veíamos películas, jugábamos a las adivinanzas con mímicas, a las cartas, paseábamos, jugábamos con Bantú que ya estaba más grande y conocía todo el lugar perfectamente. Oíamos música y dormíamos siestas eternas. Solos él y yo. Ya se había hecho una costumbre muy agradable dormir juntos casualmente en una siesta, guardando las distancias de la amistad entre nosotros.

Cualquier hombre se habría aprovechado hace mucho tiempo de esa si-tuación, pero Michael no era cualquiera. Era el más especial, y me respe-taba como a una hermana. Eso me confundía mucho porque a la vez co-queteábamos todo el día y al llegar la noche Michael me decía "buenas noches Julie, que sueñes lindo", me daba un beso en la frente y nos dormíamos. Como dos niños, y eso me enamoraba aún más. A veces me preguntaba si acaso será que él me quiere nada más que como a una amiga... pero no me importaba si fuese así. Tenerlo en mi vida me hace más feliz de lo que nunca fui.


"Speechless" - TERMINADA-Where stories live. Discover now