Capítulo 26

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Emma vio a Buttercup desaparecer de su vista y sintió como algo volvía a romperse dentro de ella. ¿Cómo era posible seguir rompiéndose cuando ya estaba completamente rota? Se dejo caer en el césped y lloró todo lo que necesitó hasta recuperar sus fuerzas. Después de varios minutos se levantó, se secó las lágrimas con sus manos, y se dirigió a enfrentar a David con furia y determinación.

- ¡¿Cómo pudiste hacerme esto?! ¡¿Cómo podes dejar que se lleven a Buttercup?! – Cuestionó Emma enojada.

- Emma, ya hablamos de ésto más de una vez, en éste campo no aceptamos mustangs. – Respondió David cruzándose de brazos.

- ¡Si te importaría un mínimo lo que me pasa y siento no habrías entregado a Buttercup al señor Gold, lo habrías dejado libre! – Exclamó Emma con bronca.

- ¿Qué está pasando acá? – Preguntó Mary Margaret interviniendo.

- David entregó a Buttercup al señor Gold. – Contestó Emma con tono acusador.

- Oh, cariño sé que ésto es difícil para vos, pero es para mejor. – Dijo Mary Margaret.

- ¿Estás de acuerdo con él? – Preguntó Emma sorprendida. - ¡No puedo creerlo! – Soltó maldiciéndose a si misma.

- Tu padre solo decidió lo que cree que es mejor para nosotros, nos está cuidando. – Justificó Mary Margaret.

- ¡Ese es exactamente el problema! ¡Todos deciden por mí, cuando yo tendría que decidir por mi misma! – Gritó Emma frustrada, quitándose los cabellos que por el viento se le habían ido a la cara.

- Emma... - Comenzó a decir David.

- ¡No! ¡No digas nada! – Lo interrumpió Emma. – No entiendo que hago acá. Saben que, ¿Por qué no me devuelven al sistema de adopciones? Estoy segura de que eso sería lo mejor para todos. – Dijo de manera fría.

- No digas eso Emma, nosotros somos tu familia. – Dijo Mary Margaret con la voz temblorosa y su mirada llena de dolor.

- ¿Para qué quiero una familia? ¿Para qué me sigan rompiendo como todas las demás que tuve? – Preguntó Emma sacudiendo sus manos en al aire para expresarse. – La verdad es que estoy mejor sola. – Agregó.

Y ahí quedo la conversación, porque como era costumbre Emma se fue y se encerró en su habitación. Se dejó caer en su cama y lloró desconsoladamente. ¿Por qué nunca tenía la posibilidad de decidir lo que pasaba en su vida? ¿Por qué siempre tenía tan poco control sobre lo que pasaba a su alrededor? Ella no había elegido crecer viviendo en el sistema de adopciones, no había elegido la cantidad de malas familias por las que pasó. Ella no había elegido ser abandonada y rechazada. Ella no había elegido la vida que le tocó, ni ser quien era. Ella no había elegido que Neal y Lily la traicionen. Ella no había elegido perder a Ingrid, a Henry, a Buttercup... Y ese era uno de los grandes problemas, ella nunca tenía el poder de elegir.

Pero tal vez, lo que si había elegido fue como reaccionar ante eso. Eligió su manera de vivir sobreviviendo, y no en verdad viviendo. Eligió construir murallas alrededor de su corazón para evitar ser lastimada, para protegerse del mundo. Eligió ser fuerte y dura para esconder su debilidad, su vulnerabilidad, su dolor. Eligió andar por la vida sola, evitando los sentimientos y lastimándose a ella misma. Mirando la navaja que tenía en sus manos y las cicatrices en sus muñecas, pensó lo que estaba por hacer, y se preguntó: ¿Cuál era el sentido de eso? ¿La hacía sentir mejor después? ¿Borraba los malos recuerdos y el dolor que sentía?

La verdad era que estaba dañada, rota, pero aún así era. Quizás su error estaba en guardar todo su dolor dentro de ella, escondiéndolo del mundo. Quizás su error era pretender ser fuerte y estar bien, solo porque creía que de esa manera ella también podría empezar a creerlo. Ahora se suponía que tenía que ser distinto. Había encontrado a su familia, tenía amigos y amigas reales. Sin embargo, seguía siendo la misma niña perdida que siempre fue. Alejaba a las personas, se hacía la que nada le importaba, era descuidada con ella misma, estaba gastada. Todo lo que hacía no la llevaba a ningún lado. Por el miedo de que la traicionen y la lastimen, no se estaba dando cuenta que se estaba lastimando ella misma alejándose de todos. Quizás sus paredes, en vez de protegerla, la estaban hundiendo en una prisión de la que no podía salir.

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