Capítulo 3

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Emma estaba leyendo el libro "Descubriendo el país de nunca jamás" en las escaleras de la biblioteca. Si había algo que amaba en este mundo, eso era leer. Leer y perderse en las historias, viajar a mundos lejanos y hacerse más amiga de los personajes que de las personas. Al rato, tres chicos de su edad, comenzaron a jugar en las escaleras con sus skates. Emma intentó no prestarles atención, ni dejar que la distraigan, hasta que uno de ellos cayó encima de ella.

- ¡Idiota! ¿Por qué no te fijas por dónde patinas? – Exclamó Emma enojada quitando al chico de encima de ella.

- ¿Por qué no te fijas vos dónde te sentas? ¡Éste es un lugar de patinaje! – Dijo el chico frustrado, incorporándose y agarrando su skate.

- ¡Ésto es una biblioteca, no una pista de patinaje! ¡Aparte yo llegué primero! – Protestó Emma cruzándose de brazos.

- Déjala, es una chica, no entiende de skates. – Dijo uno de los otros chicos, burlándose de ella y haciendo que sus amigos se rían.

- ¿Qué no sé de skates? ¡Ustedes son los que no saben! ¡Yo puedo patinar mucho mejor que ustedes! – Dijo Emma de manera desafiante.

- Demostralo. – Dijo el chico que había caído encima de ella.

Entre todos decidieron que Emma iba a competir contra Graham, el chico que se había caído encima de ella. El ganador sería quien logre bajar las escaleras de la biblioteca de mejor forma. Si ella ganaba, los chicos se irían a patinar a otro lado. Si Graham ganaba, ella se iría a leer a otro lado.

Empezó Graham. Saltó y se deslizó por el barandal de las escaleras, cayendo perfectamente sobre el cemento. Sus amigos lo festejaron entusiasmados. Emma sonrió, sabía que podía ganarle, ella había estado andando en skate toda su vida. Se puso el casco y agarró el skate que le prestaron. Saltó y se deslizó por el barandal, igual que había hecho Graham. Pero al llegar al final saltó y dio un giro completo en el aire, cayendo en el cemento con los pies y el skate en su mano. Emma miró las caras de los chicos que la observaban con admiración y supo que había ganado, no había dudas de eso.

- ¿Nos podes enseñar? – Preguntó Graham sorprendido, mientras Emma les devolvía el casco y el skate que le habían prestado.

- Tendrá que ser otro día, hoy les toca ir a patinar a otra parte. – Dijo Emma recordándoles el trato que habían hecho.

Los chicos se fueron dejando a Emma sola en las escaleras de la biblioteca. Emma se volvió a acomodar en un rincón y continuó su lectura. Se perdió completamente en la lectura, recién se dio cuenta de lo tarde que era cuando el sol comenzó a ponerse en el horizonte. Comenzó a caminar lo más rápido que pudo devuelta a la casa de sus padres, pero estaba cansada y el sol se escondía cada vez más rápido. Ya se podía imaginar a sus padres enojarse con ella al llegar tarde a la cena. No supo si era suerte, destino, o que, pero de repente una camioneta frenó cerca de ella. Esperaba que quien quiera que sea la pueda acercar un poco a su casa. Emma miró la ventanilla descender lentamente y pudo ver que quien manejaba era el chico morocho de ojos azules.

- ¿Vos? – Preguntó ella sorprendida.

- Si, yo. – Afirmó él con una sonrisa y ambos se quedaron un largo instante mirándose en silencio. - ¿Queres qué te lleve a lo de David? – Ofreció amablemente.

- No, no quiero complicarte, ni atrasarte o desviarte de tu camino. – Respondió ella. No estaba acostumbrada a que las personas la ayuden. No le gustaba molestar a las personas, por eso prefería hacer las cosas por su cuenta.

- No me molestas, aparte me queda de pasada. – Aseguró él. - Dale, subí. – Insistió, abriendo la puerta de la camioneta para dejarla entrar.

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